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Las parábolas de nuestro Señor Jesucristo son una ventana a su corazón y su estilo de enseñanza. Es increíble que nuestro Señor haya decidido enseñarnos algunas de las lecciones más importantes sobre la vida cristiana de una manera excesivamente sencilla: historias.

Cristo sabía el poder de las historias. Hay algo en nuestra naturaleza que gravita hacia una historia bien contada. Lo vemos por toda la Biblia, y la prueba es que la gran mayoría de la Biblia está escrita en narrativa, con historias salpicadas por todos lados.

Sin embargo, las parábolas, al igual que otras narrativas bíblicas, han sido frecuentemente malentendidas. Estoy seguro que si eres un estudiante de las Escrituras, seas o no un predicador o maestro (o maestra), querrás entenderlas y aplicarlas bien.

Quisiera a continuación darte algunos consejos prácticos para interpretar correctamente las parábolas de la Biblia. Es imposible dar un estudio extenso en este artículo sobre el tema. Para eso se necesitaría una clase entera, o algún buen comentario exegético. Sin embargo, estoy seguro que los siguientes consejos te ayudarán.

1. Considera el tema

La palabra griega parabole aparece 50 veces en el Nuevo Testamento (Mateo: 17 veces; Marcos: 13; Lucas: 18; Hebreos: 2). Esta palabra se refiere a:

“Algo que sirve como modelo o ejemplo al apuntar más allá de sí mismo que se cumplirá después; una narrativa de longitud variable, designada para ilustrar una verdad a través de comparación o símil”.[1]

Una definición sencilla sería esta: “Una parábola es una ilustración narrativa, sencilla e ingeniosa, que ilumina una lección espiritual profunda”.[2]

Las parábolas nos enseñan realidades del Reino: lo que es, su valor, cómo entrar, y de qué manera viven sus ciudadanos.

Hay unas 37 parábolas en el Nuevo Testamento, todas en Mateo, Marcos, o Lucas, ninguna en Juan.[3] Los temas de las parábolas, en general, giran alrededor del Reino de Dios. Las parábolas nos enseñan realidades del Reino: lo que es, su valor, cómo entrar, de qué manera viven sus ciudadanos…

Las parábolas no son lecciones moralistas, sino realidades profundas que nos muestran verdades importantes sobre el evangelio. Es imprescindible que, cuando estés estudiando una parábola, busques cuál es punto principal de ella. Es decir: ¿qué buscaba enseñar Jesucristo cuando contó la parábola?

Por ejemplo, la palabra del sembrador (o más precisamente: de los tipos de suelo) nos enseña que aunque el mensaje del Reino es para todos, no todos recibirán este mensaje. Las parábolas del tesoro de gran precio y la perla preciosa nos enseñan el incalculable valor del Reino de Dios. La del fariseo y el publicano es una lección sobre la justicia por la fe sola, que es la única manera para entrar al Reino. La semilla de mostaza nos habla de la expansión impresionante del Reino.

Y así, cada una de ellas nos muestra verdades específicas de realidades espirituales.

2. Estudia el contexto

Como cualquier pasaje en la Biblia, para entender las parábolas es importante considerar el contexto. Cada una de ellas fue cuidadosamente seleccionada por los evangelistas. Debemos de recordar que los evangelistas redactaron cada uno de los Evangelios con propósitos teológicos específicos.

Jesucristo se encontraba en medio de un contexto religioso que tenía expectativas definidas de quién sería el mesías, y cómo se manifestaría el Reino de Dios. Jesucristo, en sus parábolas, desafía esas expectativas, hablando directamente en contra del status quo religioso de la época.

Por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, Jesús responde a un intérprete de la ley que buscaba justificarse a sí mismo (Lc. 10:29). La cuestión de la justificación es una doctrina fundamental del Reino. Y las dos primeras personas que pasan de largo al hombre herido son un sacerdote y un levita. ¡Qué valentía de Jesucristo! Con una sencilla historia expuso el corazón de los religiosos y la centralidad de la misericordia en el Reino de Dios.

De la misma manera, cada parábola tiene un contexto específico que es importante encontrar para llegar a una interpretación correcta de la misma. Esto no es algo particularmente difícil. Pero se requiere leer el texto cuidadosamente.

3. Ten cuidado con la alegoría

Una de las razones principales por las que se han interpretado mal las parábolas es por interpretarlas alegóricamente. En una alegoría, todos los personajes, lugares, y situaciones de la historia representan algo, en el caso del Nuevo Testamento, algo generalmente espiritual.

Quizá el libro alegórico más famoso es el Progreso del peregrino. El peregrino representa al creyente, el rey es Dios, la ciudad celestial el cielo, el encuentro en la cruz es la conversión, etc.

Eso no quiere decir que las parábolas no tengan similitudes con la alegoría. Por ejemplo:

  • En la parábola del sembrador, el sembrador es el que siembra la semilla (Mr. 4:14), la semilla es la palabra (Mr. 4:14), y los suelos son los corazones de las personas (ver Mr. 4:15).
  • En la parábola de la semilla de mostaza, esta representa el Reino (Mt. 10:31).
  • El tesoro y la perla representan el Reino, también (Mt. 13:44, 46).

Otra parábola que tiene elementos alegóricos sería la del trigo y la cizaña (Mt. 13:24-30). Jesucristo mismo explica (13:37-39) que:

“El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno; el enemigo que la sembró es el diablo, la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles”.

La mayoría de las veces la parábola tiene un punto espiritual principal, y eso es lo que busca comunicar y nada más.

Pero es muy importante enfatizar que en estos casos hay razones textuales y exegéticas para afirmar los puntos paralelos. Jesucristo mismo nos ayuda con la interpretación. El contexto siempre dictamina la interpretación del pasaje. De lo contrario, debemos tener mucho cuidado con asumir que una parábola es alegórica. La mayoría de las veces la parábola tiene un punto espiritual principal, y eso es lo que busca comunicar y nada más.

Un mal ejemplo de alegoría sería interpretar la del buen samaritano de esta manera. Alguien podría decir que el camino representa la vida, los ladrones son el pecado, el sacerdote y el levita son la Ley, el samaritano es la gracia, el aceite y el vino son el Espíritu, el mesón es la iglesia, y los dos denarios son el antiguo y el nuevo pacto.

¡Suena bastante bien! Excepto que no hay evidencia textual alguna de que esto sea cierto. ¿Qué si los dos denarios representan al Padre y al Hijo? No hay manera de probar una cosa u otra. La interpretación es equivocada porque el punto de la parábola era uno: responder a la pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” (Lc. 10:29).

Así que cada parábola es un nuevo y hermoso reto. Como intérpretes de la Biblia, debemos analizar cada parábola en su contexto inmediato, su contexto amplio, histórico, y redentivo. De esa manera nos cuidaremos de interpretaciones que podrán fascinar a algunos, pero que no tiene nada que ver con el propósito de la parábola, y peor aún, oscurecen la Palabra de Dios. Vayamos al texto, y dejemos que el texto brille, y no nuestra interpretación creativa.


[1] Léxico BDAG.

[2] John MacArthur, Parables, p. xxvi. Traduje “word picture” como “ilustración narrativa”.

[3] “Parables of Jesus”, https://en.wikipedia.org/wiki/Parables_of_Jesus (consultado: 5 octubre, 2018). Juan contiene 7 metáforas, no parábolas estrictamente hablando. Las dos veces que ocurre en Hebreos se traduce como “símbolo” o “sentido figurado” (Heb. 9:9; 11:19).


IMAGEN: LIGHTSTOCK.

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