En una época de políticas de identidad, en la que las personas se subdividen en un sinfín de grupos de víctimas y se utilizan como peones en tableros de ajedrez políticos y culturales, los cristianos pueden sospechar del concepto de identidad en su totalidad. Eso es un error. Aunque la palabra «identidad» no aparece en la Biblia, el concepto ciertamente lo está. La identidad de una persona es simplemente la respuesta a la pregunta: «¿Quién soy yo?».
Pablo argumenta en Romanos 6 que nuestra identidad y nuestra santificación van de la mano. Escribe: «Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (v. 11). Así es como luchas contra el pecado. Piensas en quién eres en Jesús. Como ha argumentado Tony Merida, «la formación de la identidad es fundamental para crecer en la semejanza a Cristo».
Si tienes una comprensión deformada o poco desarrollada de tu identidad en Cristo, impedirás tu crecimiento cristiano. Pero si sabes exactamente quién eres en Jesús, podrás caminar en la novedad de vida que es tuya en Él (v. 4). ¿Sabes quién eres? En Romanos 6, Pablo dice que debes comprender dos verdades sobre tu identidad para crecer en la santificación.
Nuestra identidad bautismal: Muertos al pecado, vivos en Jesús
En los versículos 1-4, Pablo plantea un argumento contundente. Dice algo así: A causa de tu bautismo, no puedes consentirte el pecado. Sigue atentamente su razonamiento. Él dice que no puedes estar unido a Cristo y persistir en un estilo de vida pecaminoso, porque un estilo de vida de pecado sin arrepentimiento es incompatible con la identidad cristiana.
Esto debería llevarnos a recordar la parábola de Jesús sobre el fruto y la raíz. Jesús dijo: «Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos» (Mt 7:17). Todos actuamos según nuestra naturaleza. Producimos frutos acordes con la raíz. Si la raíz está podrida, el fruto también lo estará. Si la raíz es buena, el fruto también lo será.
Todos actuamos según nuestra naturaleza. Producimos frutos acordes con la raíz
Observa que Pablo dice que nuestro «viejo hombre [es decir, nuestra naturaleza pecaminosa] fue crucificado con Cristo» (v. 6). Entonces, ¿podemos seguir consintiendo el pecado como solíamos hacerlo? ¡No! Aunque el pecado permanece en nosotros, nuestra vieja naturaleza pecaminosa, esa raíz corrupta del «viejo hombre», ha muerto con Jesús en la cruz. Es imposible que un creyente continúe en el pecado sin arrepentirse y sin experimentar un cambio espiritual. Ahora tenemos una nueva naturaleza, una nueva raíz: la naturaleza de Jesús, la raíz que es Cristo. Y esa naturaleza es de vida y justicia.
Pablo continúa: «Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (v. 11). Debes luchar por creer lo que sabes que es verdad acerca de tu identidad en Cristo. Medita, piensa y enfoca tu mente en la realidad de tu bautismo. Lucha por creer lo que sabes que es verdad acerca de ti mismo. Estás muerto al pecado y vivo para Dios en Cristo.
Nuestra identidad de siervos: Pertenecemos a Jesús
Pablo presenta su segundo argumento utilizando la personificación. Toma los conceptos abstractos del pecado y la justicia y los representa como amos esclavistas. Antes eras esclavo del pecado, pero ahora eres esclavo de Cristo. Vive como tal. Vive como si la muerte ya no tuviera dominio sobre ti, porque ya no lo tiene (ver vv. 9, 14).
¿Entiendes que esto es verdadero para ti, cristiano? El pecado ya no tiene dominio sobre ti. No tiene poder ni autoridad. Jesús es tu Señor y Maestro. Crea el hábito de predicarte esto a ti mismo todos los días. Cuando sea tarde por la noche y estés a punto de hacer clic en un enlace a un sitio explícito porque «nadie te está viendo», repítete a ti mismo: «Estoy muerto para este pecado y vivo para Jesús. No tengo que hacer esto».
Puede que las tentaciones se crucen en tu camino, pero en Cristo, el pecado no tiene dominio sobre ti
Cuando estés a punto de enviar un mensaje sugerente a alguien que no es tu cónyuge, detente y di: «Eso no es lo que soy. Pertenezco a Cristo. No lo traicionaré a Él, ni a mi cónyuge, ni a esta otra persona».
Cuando te sientas tentado a mentir en un informe de gastos o a manipular las cifras para quedar mejor ante los ojos de tu jefe, recuérdate a ti mismo: «No soy esclavo del miedo ni de la codicia. Soy esclavo de Cristo y de su verdad».
Cuando tu sangre empiece a hervir porque sientes que te faltan al respeto o te tratan mal, cuando estés a punto de gritar o enfurecerte, repítete a ti mismo: «La ira no es mi amo. Jesús lo es».
Cuando estés navegando sin parar por las redes sociales, alimentando la envidia y la comparación, cierra tu teléfono y abre tu Biblia, porque sabes que hacerlo reforzará la verdad de que no estás en Adán, sino en Cristo.
Puede que resbales, tropieces y caigas, pero el pecado no tiene dominio sobre ti. El mundo, la carne y el diablo pueden presionarte por todos los frentes, pero el pecado no tiene dominio. Puedes vencer el miedo, la duda, la adicción, la ansiedad y cualquier otra cosa que intente apagar tu gozo, porque el pecado ya no tiene dominio.
Puedes cambiar, porque el pecado no tiene dominio sobre ti. Cristo Jesús ahora tiene el dominio. Vive tu identidad en Jesús. Eres justificado por Cristo. Eres uno con Cristo. Perteneces a Cristo. Ahora y para siempre. Sé santificado y comienza por recordar quién eres.