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Explica el verdadero evangelio

¿Cómo podemos ayudar a los miembros de nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo o incluso a los miembros de la iglesia que han sido envueltos en el evangelio de la prosperidad? Veamos algunas ideas sencillas para abordar en oración este error.

La manera más importante de ayudar es enseñarles a entender correctamente el evangelio.

Según las Escrituras, el evangelio dice que estábamos muertos en pecado (Ef 2:1), separados de Dios y destinados a su ira santa (Is 59:2). Pero aunque estábamos muertos en nuestros pecados, Dios nos amó y envió a Su Hijo a morir por nosotros (Ro 5:8). Mediante la muerte y resurrección de Jesús, Dios nos reconcilió consigo mismo (2 Co 5:18). Los beneficios de la obra de Cristo se aplican a nosotros personalmente cuando reconocemos que este mensaje es verdadero y respondemos arrepintiéndonos de nuestro pecado y confiando solo en Cristo, reconociendo con gozo el señorío de Jesús sobre nuestras vidas (Mr 1:15; Ro 10:9; 1 Jn 5:3). Esta oferta gratuita de salvación nos llega solo por la gracia de Dios y recibimos esta salvación solo por la fe (Ro 4:5), una fe que es en sí misma un don de Dios (Ef 2:8-9).

Déjame sugerir que cuando expliques el evangelio, un buen lugar para empezar sería Isaías 53, el cual es, irónicamente, un pasaje que los predicadores de la prosperidad utilizan a menudo para defender su teología.

Pero Él fue herido por nuestras transgresiones,
Molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él,
Y por Sus heridas hemos sido sanados (Is 53:5).

Los predicadores de la prosperidad señalan este versículo como una promesa de sanidad física comprada por Jesús a través de Su obra en la cruz. A primera vista, esa idea no parece descabellada. Pero ¿es realmente eso lo que dice el pasaje?

Cuando interpretamos la Biblia, una regla importante que debemos recordar es que siempre debemos dejar que la Escritura interprete la Escritura. Además, siempre debemos recurrir al Nuevo Testamento cuando interpretamos el Antiguo Testamento. Después de todo, queremos interpretar la Biblia tal como lo hicieron Jesús y los apóstoles, ¿verdad?

Resulta que el apóstol Pedro comenta Isaías 53:5. Aquí está ese pasaje en su contexto:

Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en Su boca; y quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia. Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados. Pues ustedes andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de sus almas (1 P 2:21-25, énfasis añadido).

Como puedes ver, Pedro enseña que el profeta Isaías no estaba prometiendo que Jesús traería sanidad física, sino sanidad espiritual, sanidad de nuestra enfermedad por el pecado. Aquí está de nuevo:

Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados (v. 24).

Con una simple referencia cruzada, puedes mostrar a alguien lo que significa ser «sanado» por las heridas de Jesús. Cristo murió en última instancia para ocuparse de nuestro mayor problema, nuestra culpa ante Dios a causa de nuestro pecado. Tomó sobre Sí el castigo que merecían nuestros pecados para que pudiéramos presentarnos ante Dios con Su justicia, no con la nuestra (2 Co 5:21).

Las Escrituras están repletas de santos que fueron amados por Dios, pero que sufrieron mucho como parte del buen plan de Dios para sus vidas

En cuanto al tema de la sanidad física, también puedes hacer preguntas como: «Si se supone que todos los creyentes son capaces de acceder a la sanidad en la expiación, entonces ¿por qué Dios da el “don de la sanidad”?». También podrías leer Santiago 5:14 y preguntar simplemente: «Si todos los cristianos tienen la capacidad de reclamar la sanidad en el nombre de Jesús, entonces ¿por qué el libro de Santiago instruye a los cristianos para que acudan a los ancianos de la iglesia y pidan oración?».

Estas preguntas no pretenden «ganar» una discusión. Pero son preguntas como estas, hechas con un espíritu de amor y humildad, las que pueden a menudo plantar una semilla de duda que el Espíritu Santo puede usar para guiar a alguien al verdadero evangelio de Jesús.

Apunta hacia la Biblia

Las Escrituras están repletas de santos que fueron amados por Dios, pero que sufrieron mucho como parte del buen plan de Dios para sus vidas. Considera algunas de las personas que sufrieron como hijos de Dios. Job era justo (Job 1:1), pero el Señor quiso que sufriera mucho. Sin embargo, Dios fue glorificado en el sufrimiento de Job.

Considera el ministerio del apóstol Pablo. Esta fue la promesa de Jesús para la vida de Pablo:

Porque Yo le mostraré cuánto debe padecer por Mi nombre (Hch 9:16).

Esta fue la mejor vida de Pablo. Escucha a Pablo describir el cumplimiento del plan de amor de Dios:

Tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado, tres veces naufragué, y he pasado una noche y un día en lo profundo. Con frecuencia en viajes, en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajos y fatigas, en muchas noches de desvelo, en hambre y sed, con frecuencia sin comida, en frío y desnudez. Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién es débil sin que yo sea débil? ¿A quién se le hace pecar sin que yo no me preocupe intensamente? (2 Co 11:25-29).

Recuerda que Pablo no era un enemigo de Dios cuando sufrió. Era un apóstol, elegido por Dios, y se le concedió la gracia de ser un líder en la Iglesia primitiva. Fue llamado por Dios, fiel a Dios, y bendecido para la gloria de Dios. Sin embargo, su vida se parecía a la de su maestro Jesús: llena de sufrimiento.

Lo anterior nos lleva, por supuesto, al ejemplo definitivo de sufrimiento en las Escrituras: el mismo Señor Jesús.

Jesús es el siervo sufriente de Isaías (Is 53). El Hijo amado de Dios (Mt 3:17). Dios se complacía en Él (Mt 3:17). Sin embargo, la voluntad del Padre era aplastarlo (Is 53:10). Jesús sabía que todo esto le ocurriría. Sabía que el sufrimiento formaba parte del plan del Padre para Su vida (Hch 2:23), y hablaba de eso frecuentemente con Sus discípulos (Mt 16:21).

Cualquiera de nosotros puede ser usado por Dios para llevar luz a los que están en la oscuridad del evangelio de la prosperidad

Si a Jesús se le prometió sufrimiento en Su servicio al Padre, ¿qué significa eso para nosotros? Ningún siervo es mayor que su señor (Jn 15:20). Si Cristo sufrió, nosotros también lo haremos.

Porque a ustedes se les ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en Él, sino también sufrir por Él (Fil 1:29).

A veces pensamos que corregir el error o defender el evangelio es para «esa gente»: pastores, profesores de escuela dominical y cristianos a los que parece que les gusta discutir. Pero ayudar a los que amamos a ver el error de un falso evangelio es algo que cualquiera de nosotros puede ser llamado a hacer (1 P 3:15). Si el Señor nos da esa oportunidad, no debemos angustiarnos por ello, preocupándonos por si tenemos o no la formación o los dones adecuados para comunicar el evangelio (Éx 4:12; Lc 12:12). Si tenemos biblias abiertas, corazones humildes, amor por nuestro prójimo y el Espíritu de Dios, entonces cualquiera de nosotros puede ser usado por Dios para llevar luz a los que están en la oscuridad del evangelio de la prosperidad.

Si has creído en el evangelio de la prosperidad, te pido que consideres en oración los versículos que acabamos de leer. Hazte la pregunta: ¿Mi comprensión del evangelio y de la vida cristiana se ajusta al testimonio completo de las Escrituras?[1]


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Equipo Coalición.

[1] Para dos excelentes libros que exploran el evangelio bíblico, ver Greg Gilbert, ¿Quién es Jesús? (Faro de gracia, 2020); y Gilbert, ¿Qué es el Evangelio? (Faro de Gracia, 2012).
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