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“Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó: ‘¡Señor, sálvame!’”, Mateo‬ ‭14:30‬‬‬.

La semana pasada reflexionamos en aquella escena donde Jesús está durmiendo en la barca en medio de una gran tormenta, y sus discípulos estaban atemorizados porque pensaban que iban a morir. En el pasaje de hoy también encontramos a los discípulos aterrorizados en la barca, en medio de un fuerte viento y olas que los azotaban, pero esta vez no por temor a morir sino porque vieron a un hombre caminando sobre las aguas, y no lo reconocieron hasta que Jesús se presentó a ellos.

Los discípulos estaban turbados ante semejante escena, e incluso ¡pensaron que se trataba de un fantasma! (v. 26). Así que Pedro, queriendo confirmar la identidad de aquel misterioso hombre, le dijo: “Señor, si eres Tú, mándame que vaya a Ti sobre las aguas” (v. 28). Jesús le dijo: “Ven”. Entonces Pedro salió de la barca, y empezó a caminar hacia Jesús pero, al ver la fuerza del viento tuvo miedo y cuando empezó a hundirse gritó: “Señor, sálvame!” (v. 30). “Al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’” (v. 31).

Confieso que siempre leí este último versículo como si se tratara de un regaño de Jesús a Pedro por su falta de fe. Pero en la medida en que sigo conociendo el carácter de Dios y de Jesús, me doy cuenta de que mi visión de un Dios lleno de juicio, y condenación es más bien una idea nublada y distorsionada de la verdad. De la misma manera, entendía que el arrepentimiento era más bien una especie de castigo, reprimenda, y penitencia que debíamos cumplir con el fin de aprender la lección de una manera u otra. Pero el pasaje no nos enseña nada de esto.

Ciertamente Jesús le dijo a Pedro: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. Pero, ¿qué pasaría si leemos y entendemos estas palabras con un tono de ánimo, lleno de gracia y confianza, con el fin de recordarle que si Jesús es quien le ha llamado a caminar sobre el agua, aún en medio de fuertes vientos, todo estaría bien?

¿Qué pasaría si entendemos el arrepentimiento como una invitación a volver en sí y gozarnos, y no como una penitencia? Jesús relata que el hijo pródigo, al verse en su condición más crítica, volvió en sí (Lc. 15:17), como diciendo: “¿Qué estoy haciendo aquí, actuando como un huérfano, cuando tengo un hogar y un buen padre que me ama?”.

Él sabía que debía regresar en arrepentimiento, con la esperanza de que el padre le recibiera de nuevo. Y efectivamente, en lugar de encontrarse con una reprimenda, condenación, o rechazo por parte de su padre, lo que aquel hijo recibió fue una celebración de gozo inexplicable.

Las buenas noticias para ti y para mí son que Jesús reprendió a la tormenta, y no a sus discípulos (Lc. 8:24). Él señaló nuestra falta de fe como extendiendo una invitación amorosa a “regresar a nuestros sentidos”, a recordar que no somos huérfanos y que tenemos un Buen Padre Celestial en control de cada circunstancia, y que cuida de sus hijos. Esta comprensión es la que produce en nosotros una confianza y gozo que nos impulsa a dar nuevos pasos de fe, sabiendo que Él está siempre con los suyos, como ya lo demostró en la cruz del Calvario, por nosotros y a nuestro favor.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


Imagen: Lightstock.
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