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Sabemos que la humanidad está constantemente dándole la espalda a Dios, en constante búsqueda de su satisfacción personal. Es así como nuestra sociedad centrada en el hombre ha luchado por implementar leyes “políticamente correctas” que van en contra de los principios establecidos en la Biblia, y que presentan a un dios que está ahí para nosotros, para cumplir nuestros deseos.

Por su parte, la Biblia dice algo diferente. Proverbios 1:7 enseña que “el principio de la sabiduría es el temor a Jehová”. Este tipo de temor no es el de estar asustado o con miedo de lo que ocurrirá, ni implica desconfianza o terror a Dios. Más bien se refiere a la actitud que debemos tener ante Su grandeza, la cual alimenta nuestra fe y la búsqueda en conocer la dimensión real de Su poder transformador. Es el entender, por medio de la revelación de la verdad, la majestuosidad de nuestro inmenso Dios, quien nos conoce personalmente, nos ama, y nos transforma.

La falta de un entendimiento claro de quién es Dios y quién es el hombre ha provocado que muchos se acerquen a Dios –y motiven a otros a acercarse a Dios– de una manera incorrecta. Es una confusión que revela un pensamiento de que aquel que remueve los cimientos de la tierra y hace que se estremezcan sus columnas” (Job 1:6) está sujeto a nuestros deseos y sentimientos humanos.

Confianza en el evangelio

El autor de Hebreos nos enseña claramente:

“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4:14-16.

Es evidente en el texto que tenemos acceso al trono de la gracia, que allí hay misericordia para nosotros, y que en Jesús está el socorro que necesitamos. Estas son hermosas noticias; de hecho, son las buenas noticias del evangelio: en Cristo hay perdón de pecados. El Dios que antes era nuestro justo enemigo está dispuesto a adoptarnos como hijos amados. Todo por el sacrificio del Hijo.

Lamentablemente, muchos han tergiversado el significado de ese amor inmerecido que nos permite acercarnos confiadamente delante del trono de gracia. Acercarnos confiadamente delante de Dios no nos debe hacer perder de vista que cada vez que oramos y cantamos lo estamos haciendo delante de y para el Creador del universo.

Vidas reverentes

Vivir con una actitud de reverencia es tomar el conocimiento de Su grandeza y aplicarlo diariamente, procurando caminar en confianza total y operando con respeto hacia Él. Es  reconocer y honrar la autoridad de Dios con temor, debido a que Él es Dios, y es mayor, y más grande que todo o cualquiera. Presentarnos con reverencia delante de Dios nos abre las puertas para conocer de una manera sana quien es Él. Como su exclusiva creación, salvos por gracia de un destino creado por nuestro pecado, debemos en amor y obediencia darle todo el honor, la gloria, y adoración que merece.

Por medio de la Biblia encontramos diversas características propias de Dios por las cuales debemos adorarlo. Creemos en un Dios santo, soberano, y creador. Son estas y todas las características propias de Su naturaleza las bases para la reverencia que debemos tener hacia Dios. Así mismo continua el autor de Hebreos 12:28-29 “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gracia, por la cual sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”. Debemos de demostrar reverencia a Dios y a lo que representa su persona.

Desarrollar una actitud de reverencia debe ser una parte importante del carácter cristiano, en especial de cómo nos relacionamos con Dios y con los demás. Es necesario inculcar el respeto que debemos tener a Dios, que afectará para bien nuestras vidas y la de las generaciones que nos siguen. Dice el salmista en Salmo 45:17 “Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones; por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre”.

Una actitud de reverencia va más allá de un tiempo de alabanza. Es algo que debemos cultivar por medio del conocimiento y entrega a Dios. Debemos examinar nuestra vida, nuestra forma de hablar, de presentar el evangelio, la forma y las letras con que le alabamos. Nuestro maravilloso Dios nos invita a acercarnos y poner nuestras vidas en sus manos. Pidámosle que nos permita acércanos a él confiadamente, y con reverencia.

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