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Jesús nos enseña a orar a Dios que nos dé el pan de cada día (Mateo 6:11). Obviamente, Jesús no les estaba diciendo a sus discípulos que solo oraran por pan. Pero el pan era un alimento básico en la dieta de los judíos y lo había sido durante muchos años. Por otra parte, el pan era un símbolo poderoso en el Antiguo Testamento de la provisión de Dios con su pueblo.

Recordamos cómo Dios cuidó de los Israelitas cuando estaban en el desierto después de su salida de Egipto. La vida en el desierto era difícil, y pronto la gente comenzó a quejarse de que sería mejor volver a estar en Egipto, donde tuvieron comida excelente para comer. En respuesta a estas quejas, Dios les prometió hacer “llover pan del cielo” (Éxodo 16:4). A la mañana siguiente, cuando la capa de rocío se evaporó, había sobre la superficie “una cosa delgada, como copos, menuda, como la escarcha sobre la tierra… Era como la semilla del cilantro, blanco, y su sabor era como de hojuelas con miel” (vv. 14, 31). Cuando Dios alimentó milagrosamente desde el cielo a su pueblo, lo hizo dándoles pan.

Es interesante que en el lenguaje de la cultura occidental, a veces nos referimos a una de las personas en el matrimonio (lo que solía ser casi exclusivamente del marido, pero no tanto en estos días) como el asalariado del hogar. Sin embargo, más coloquialmente, llamamos a esa persona el “que trae el pan a la casa”. Incluso en nuestra jerga, usamos la palabra pan como sinónimo de “dinero”. El pan sigue siendo, al menos en nuestro idioma, un símbolo poderoso de la base rudimentaria de provisión para nuestras necesidades.

Después de que termino la Guerra de Corea, Corea del Sur se quedó con un gran número de niños huérfanos. Hemos visto lo mismo en el conflicto de Vietnam, en Bosnia, y en otros lugares. En el caso de Corea, muchas agencias de ayuda llegaron para hacer frente a todos los problemas que surgieron por consecuencia de tener tantos niños huérfanos. Una de las personas que fue parte de este esfuerzo de ayuda me comentó de un problema que había encontrado con los niños que estaban en los orfanatos: A pesar de que a los niños se les proveía tres comidas al día, llegando la noche se ponían inquietos y tenía dificultad para dormir. Hablando mas con ellos, se dieron cuenta de que la ansiedad se debía a la incertidumbre de si tendrían comida para el día siguiente.

Para ayudar a resolver este problema, los trabajadores de ayuda de un orfanato en particular decidieron que cada noche cuando los niños se fueran a la cama, las enfermeras les pondrían un pedazo de pan en cada una de sus manos. El pan no era para que se lo comieran sino para que lo pudieran sostener en sus manitas mientras se quedaban dormidos. Era como una “manta de seguridad” para ellos, recordándoles que habría provisión para sus necesidades diarias. Efectivamente, el pan les calmó la ansiedad y los ayudó a dormir. Del mismo modo, a nosotros nos consuela saber que no nos faltara comida, o “pan” para suplir nuestras necesidades fisicas.

Entonces, la petición que se encuentra en el Padre Nuestro nos enseña a venir al Señor con un espíritu humillado dependiente de Él, pidiéndole que supla nuestras necesidades y que nos sostenga diariamente. No se nos da licencia para pedir grandes riquezas, pero se nos anima a hacer conocer nuestras necesidades a Él, confiando en que Él proveerá.

Si nos parece como si la mano de Dios nos es invisible y que no podemos discernir su intrusión providencial en nuestras vidas, puede ser por la manera en la que oramos. Tenemos una tendencia a orar en general. Cuando oramos en general, solo vemos la mano de la providencia de Dios en lo general. Al entrar en la oración, por medio de la conversación y comunión con Dios, hay que poner nuestras peticiones delante de Él. Al derramar nuestras almas y nuestras necesidades en específico veremos respuestas específicas a nuestras oraciones. Nuestro Padre nos ha invitado a ir a Él y pedirle nuestro pan de cada día. Él no fallará en proveerlo.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Yajaira Marmolejo. 
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