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Cada mañana, cuando mi hija despierta, ella viene directamente a mi oficina. Puedo escuchar cuando sale de su habitación y camina hacia donde estoy. Ella abre la puerta y yo giro mi silla hacia ella para alzarla y preguntarle cómo durmió. Esto sucede a diario. Como papá, guardo esta imagen en mi mente y corazón. Como creyente, la imagen me ayuda a ver la libertad que tenemos en Cristo para venir ante el Padre Celestial todos los días.

Los cristianos tenemos la maravillosa bendición de poder presentarnos ante el trono de la gracia en cualquier momento para hablar con Dios y buscar de Él. En la oración, por un lado está la acción del creyente que viene a hablar con Dios, y por el otro lado está el Señor listo para escuchar y obrar según Su perfecta voluntad.

¿Cómo entender mejor qué es la oración? Esta es la manera en que la defino:

“La oración es lograr la provechosa disciplina que nos permite alcanzar el deleite de escuchar, hablar, y meditar en Dios. Es una negación a mi dependencia de mí mismo. Es el arma para matar el orgullo y pecado. Es venir ante mi Dios a través de Cristo y guiado por el Espíritu, entendiendo que, aun para las cosas que no sé ni conozco, tengo al Espíritu Santo que intercede por mí ante el Padre”.

Ya que esta definición es extensa, déjame explicarla en tres partes: 

La oración es una disciplina para un mayor deleite

Primero, la oración es una disciplina que debe ser ejercitada. Todos sabemos que si alguien busca estar en mejor forma física, no lo logrará solo con la imagen de una ensalada y un gimnasio en su mente. La persona tiene que ir al gimnasio y comer mejor para ver resultados. Lo mismo sucede con la oración.

Como disciplina, la oración es un regalo de Dios que tenemos que practicar. Nadie crecerá en esta disciplina a menos que tome tiempo para ella y esté dispuesto a orar. Pero antes de que veas la oración como solo una práctica que requiere esfuerzo, pregúntate: ¿A qué me llevara esta disciplina?

La oración forma parte del diseño de Dios para conocerlo y recibir las misericordias compradas por Cristo

La oración es un medio para un deleite mayor en Dios que nos permite escucharlo, hablar con Él, y meditar en Él. No se trata simplemente de tomar un tiempo para orar, buscando solo cumplir con una tarea o sentirte mejor por eso. Más bien, la oración forma parte del diseño de Dios para que lo conozcamos más y recibamos las misericordias compradas por Cristo que nos llevarán a deleitarnos más en Él.

El pastor Jonathan Edwards lo explica así:

“Dios se ha complacido en constituir la oración para ser antecedente al otorgamiento de la misericordia; y se complace en otorgar misericordia en consecuencia de la oración… Cuando el pueblo de Dios se mueve a la oración, es el efecto de Su intención de mostrar misericordia; por eso derrama el espíritu de gracia y súplica” (The Works of Jonathan Edwards, Vol. 2 The Banner of Truth Trust, p.116).

La oración nos lleva a un gozo mayor en Dios y fue diseñada por Él para extendernos su misericordia.

La oración es una negación a nosotros mismos

En segundo lugar, la oración es una negación a nosotros mismos para depender de Dios. A veces actuamos como si la solución a nuestros problemas, temores, o aun nuestro deseo de hacer cosas para Dios dependiera de nosotros. Pero Dios quiere que Sus hijos vengan a Él en humilde dependencia reconociendo que Él sabe lo que necesitamos (Mat. 6:5-8; 25-34).

La manera en que retenemos nuestra fe no es mirándonos a nosotros mismos, sino mirando al gran sumo sacerdote Jesucristo

Uno de los versículos que más nos llaman a una dependencia en Dios por medio de la oración es Hebreos 4:14-16. Allí se nos muestra que la manera en que retenemos nuestra fe no es mirándonos a nosotros mismos, sino mirando al gran sumo sacerdote Jesucristo. Solo por medio de Él, quién es el autor y consumador de la fe (Heb. 12:1-2), es que podemos perseverar en nuestra fe. La conexión entre la fe y la oración es expresada en nuestra dependencia en Dios al venir ante Él confiando en Jesús.

La oración no se trata de mirarnos a nosotros mismos y buscar en nosotros fuerzas, ánimo, gozo, paz, esperanza, y autocontrol. En cambio, se trata de levantar la vista hacia nuestro gran sumo sacerdote que trascendió los cielos. En la oración expresamos que necesitamos a Dios, clamamos que deseamos más de Él. Rogamos que nos ayude y guíe porque sabemos que separados de Él nada podemos hacer (Jn. 15:5).

La oración es disfrutar una cercanía segura 

Por último, la oración se trata de disfrutar una cercanía segura con Dios.

Considera esto: ¿cómo sabes que puedes venir a Dios en oración? Una respuesta sencilla, pero verdadera, es que Dios mismo es quien nos da seguridad para acercarnos a Él. Es por medio de la obra de Cristo que tenemos confianza para venir y ser recibidos por el Padre Celestial. Así como cuando mi hija entra a mi oficina confiando en que la recibiré en mis brazos, el creyente se acerca con confianza al trono de la gracia de Dios (Heb. 4:16a).

Cristo entiende las circunstancias que atravesamos y prometió ayudarnos con su misericordia y gracia

Esta confianza en Cristo no solo nos ayuda a venir a Dios en oración, sino que también nos ayuda a saber que Él entiende las circunstancias que atravesamos y prometió ayudarnos con su misericordia y gracia.

Además, aun en momentos en que no sabemos qué orar porque nos encontramos en una situación difícil, podemos confiar en lo que Pablo dice en Romanos 8:26-27: el Espíritu Santo intercede por nosotros ante Dios. ¡Qué esperanza! En tiempos de aflicción y en los que no sabemos cómo orar, tenemos al Espíritu Santo para que ore por nosotros. ¿Y para qué intercede Él? Pablo responde, en los siguientes versículos, que esto es para que entendamos que todas las cosas cooperan para nuestro mayor bien: que seamos como Cristo (Ro. 8:28-29).

A la luz de todo esto, no dejemos de ejercitar el regalo de la oración para buscar un deleite mayor en Dios y así negarnos a nosotros mismos. Dependamos de Dios, confiados en Cristo y asegurados por el Espíritu Santo.

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