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Por la gracia de Dios, llevo casi catorce años predicando la Palabra expositivamente. Uno de los retos principales en esta tarea es cómo abordar libros de la Biblia que son largos.

Recuerdo que el primer libro extenso que prediqué fue Génesis, lo que resultó ser toda una experiencia. En aquel entonces me di cuenta de que el reto era mayor a mis capacidades y decidí terminar la serie cuando finalizamos las narrativas sobre Abraham.

Parte del proceso de ser pastor es ir aprendiendo en el camino y esa primera experiencia me permitió crecer mucho en esta área. Posteriormente, tuve la oportunidad de predicar libros como Éxodo, secciones de los Salmos, Isaías, Mateo, Lucas, Hechos y Apocalipsis, entre otros.

¿Cómo encarar la predicación secuencial de libros tan extensos? Aunque recomiendo predicar principalmente series que no sean tan prolongadas, espero que los siguientes consejos te puedan guiar al planificar una serie larga.

1) Conoce tus dones

Este punto es primordial. En mi caso, no soy un buen predicador de pasajes cortos, por lo que leer porciones más amplias me ayuda a tener un mejor contexto del pasaje por predicar.

Por ejemplo, pronto terminaré de predicar Hechos y luego vendrá Romanos. El sueño de muchos predicadores es poder exponer esta obra maestra de Pablo. A muchos les ha tomado varios años y la mayoría comentan con orgullo que les tomó tres o cuatro años. Sin embargo, pienso que lo mejor es tomar alrededor de cuarenta sermones como máximo.

Tiendo a perder de vista el evangelio cuando predico pocos versículos. Esto es un peligro porque mi prioridad es predicar el mensaje más importante que puedo darle a la iglesia, es decir, lo que Cristo hizo por ellos. Por esta razón, mis divisiones de textos a predicar serán más amplias para asegurarme de que incluyan aspectos de la obra de Cristo. Por ejemplo, Romanos 8 será predicado en dos sermones: uno sobre la vida en el Espíritu (vv. 1-17) y otro sobre nuestra esperanza futura (vv. 18-39).

Cada domingo, nuestra misión es proclamar a Cristo como heraldos de Su verdad y no parecer profesores de seminario

Tal vez mi tendencia sería elaborar en realidad diez sermones sobre este capítulo, pero eso me convertiría en profesor y dejaría de ser un pastor predicador. Invertiría gran parte del tiempo en detalles que quizás me hagan parecer inteligente y probablemente sean de muy poco beneficio a la iglesia. Cada domingo, nuestra misión es proclamar a Cristo como heraldos de Su verdad y no parecer profesores académicos de seminario.

Un gran número de predicadores tienen el don de predicar porciones más cortas de una manera centrada en el evangelio. Pero el hecho de que John Piper o Sugel Michelén puedan hacerlo no significa que yo también tenga ese don.

2) Conoce a tu audiencia

Además de conocerte, debes conocer a tu audiencia. Hay iglesias con un alto nivel de conocimiento bíblico mientras que otras no lo han alcanzado todavía. Nuestro deseo debe ser servir a la iglesia y no alimentar nuestro ego. Por lo tanto, diseña la serie de la mejor forma posible para que pueda beneficiar a tu congregación.

3) Procura predicar «todo el consejo de Dios»

En nuestra planificación de sermones debemos buscar proclamar «todo el consejo de Dios» (Hch 20:27). Por eso he decidido predicar de una forma responsable la mayor cantidad de libros que pueda durante mi ministerio. Si dedicara cinco años a predicar Romanos, eso no me permitirá llegar a Daniel, Hebreos o Cantares, que son los próximos libros que estoy planificando predicar.

Tenemos que analizar la necesidad de la iglesia y ver la manera de ayudarla, considerando si esto implica pasar un tiempo largo en un libro o exponer otros temas que también son de importancia. En los dos años de pandemia, nuestra iglesia ha sido expuesta a Isaías, Eclesiastés, 1 Pedro y actualmente Hechos. De esa manera pudo ver que Cristo establecerá Su reino, que el mundo caído presenta dificultades, que sufriremos si seguimos a Cristo y que Jesús está dando a conocer Su evangelio por medio de Su iglesia. Creo que esto le ha servido más a nuestra congregación que si hubiéramos podido abordar solo uno de estos libros. 

4) Recuerda que predicar no es dar un comentario

Una razón por la que algunos predicadores toman tanto tiempo en una serie secuencial a lo largo de un libro, es porque en lugar de predicar cada domingo desarrollan comentarios sobre el texto. Desde mi perspectiva, predicar expositivamente es presentar el mensaje principal de una unidad completa de un texto bíblico. Esto significa que nuestros textos deben estar divididos en unidades de argumentos completos.

Predicar expositivamente es presentar el mensaje principal de una unidad completa de un texto bíblico

En contraste, las series muy extensas lo que hacen es ir versículo por versículo dando información relevante sobre el texto, pero no ayudan a ver su mensaje completo. Este tipo de enseñanza no permite ver la totalidad de un argumento, puesto que muchas veces perdemos de vista el bosque y solo nos enfocamos en algunos de los árboles.

5) Sé fiel al propósito original del texto

Lo más útil para tener series manejables de libros largos es entender cuál es el propósito del texto. Por ejemplo, Éxodo 32 presenta al pueblo de Israel creando el becerro de oro. Se podrían mencionar muchos aspectos sobre este texto, pero es evidente que tiene un mensaje principal: demostrar que  nos convertimos en idólatras si olvidamos la salvación que Dios nos ha dado. Enfatizar el propósito del texto nos ayuda a preservar el significado original para poder comunicar lo que Dios desea que escuche Su pueblo. 

6) Encuentra tu voz como predicador

No trates de imitar a nadie. Encuentra la voz que Dios te ha dado de acuerdo con tus dones y limitaciones. Eso permitirá que no vivas frustrado tratando de ser alguien que no eres o no se supone que seas como predicador. Dios te diseñó con una personalidad e intelecto únicos; sé fiel al texto, pero también sé fiel al honrar a Dios con las características con las  que Él te creó. 

7) Conoce el género del libro

Conocer el género del libro te ayudará a entender que las porciones cortas no son apropiadas en muchos textos, puesto que las mismas no fueron diseñadas de esa forma. Por ejemplo, las narrativas contienen porciones que son una historia completa y no sería fiel al texto dividirla en porciones más pequeñas.

Recientemente prediqué Hechos 20. Aunque mi deseo hubiera sido predicar un sermón entero sobre Hechos 20:28 —uno de mis pasajes favoritos de la Biblia— este verso está relacionado con la despedida completa de Pablo a los ancianos de Éfeso. Si separamos este versículo de todo el pasaje donde está ubicado con su estructura inspirada por el Espíritu Santo, el punto que Lucas está comunicando puede llegar a perder fuerza.

Lo más importante que puedes dar a tu iglesia es el mensaje de lo que Cristo hizo por ellos

8) Domina el mensaje principal del libro

Una de las cosas que más llegó a afectar el proceso de división de textos al principio de mi ministerio, fue no entender claramente el mensaje del libro que pensaba predicar. Cuando entendemos el mensaje del libro, las divisiones que hagamos van a apoyar el mensaje principal. Cada sermón no se mostrará como algo independiente y esto le dará continuidad al flujo del argumento del libro. Usualmente es necesario predicar porciones amplias para poder lograrlo.

9) Nunca olvides el evangelio

Lo más importante que puedes dar a tu iglesia es el mensaje de lo que Cristo hizo por ellos. Así que si divides un texto que solo incluye enseñanzas morales, lo más probable es que tu división esté incompleta. El evangelio tiene que estar presente en cada sermón. Este mensaje es el que da esperanza para la transformación moral.

Una vez escuché un sermón de Romanos 8:13 en el que el pastor habló durante una hora sobre matar las obras de la carne. En efecto, el versículo habla de este tema, pero el pastor no apuntó al evangelio porque solo tomo esa porción, dejando para otra ocasión la belleza de los versos 17-18, que nos dicen que el Espíritu Santo es quien nos ayuda a matar las obras de la carne y nos da testimonio de que somos hijos de Dios.

Cuando predicamos, no queremos que la gente salga del lugar como paladines en contra del pecado, sin saber que la adopción divina es lo que nos permite vivir esta vida en el Espíritu. No queremos que salgan sin haber escuchado el evangelio de la gracia de Dios.

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