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La Iglesia es la expresión del reino de Dios en la Tierra. Cuando Cristo llegó a la Tierra, instituyó a la Iglesia como la novia que habría de esperar la llegada de Cristo y la inminente y esperada culminación del reino de Dios (Ef. 5:25-27). Este reino de Dios estaría compuesto por ciudadanos rescatados por la obra sustitutoria de Cristo en la cruz (Col. 1:20). Este plan de rescate, desde luego, no fue algo que nació de la impredecible ambigüedad de las circunstancias. Al contrario, fue el resultado de la perfecta y eterna voluntad de Dios (Ef. 1:4). 

El reino de Dios se vive desde aquí y ahora, porque Cristo no vino a anunciar la próxima inauguración del reino, sino que Cristo ya lo inauguró y en efecto Él ya es rey por sobre todas las cosas (Col. 1:16, 17). Así que las predicaciones que damos domingo a domingo deben ir entintadas seriamente de la teología bíblica que es tan obviamente expuesta en las Escrituras. Permíteme darte tres breves razones por las que nuestras predicaciones deben ser profundamente teológicas. 

La predicación teológica es inherentemente bíblica 

La teología en la predicación, si es ejecutada correctamente, empujará al predicador a ver la narrativa central que rige el texto. Hay una línea que une cada pasaje, hay una historia central que está detrás de cada texto, hay una idea en desarrollo a lo largo de cada porción. La predicación teológica debe exponer la narrativa redentora en las Escrituras, y como resultado debe causar que el oyente adore al Dios quien tan implacablemente rescata al perdido. 

La predicación bíblica no es bíblica simplemente porque se predica un pasaje de la Biblia, sino que debe ser bíblica porque exalta las verdades que se encuentran en ese texto a la luz del mapa cronológico que nos muestra los puntos cardinales de la historia de la redención. La Biblia es un mapa espiritual, y al igual que un mapa convencional, si simplemente decimos nombres de calles, nombres de avenidas, o nombres de carreteras, es información incompleta a menos que proveamos el contexto del mapa. ¿A qué altura de la avenida? ¿En qué sección de la ciudad? ¿En qué sección de la carretera? De igual manera, si nuestra predicación no es rica en teología bíblica, solamente estaremos diciendo nombres de personajes y órdenes morales. Pero si no está acompañada de cómo conecta con el resto de la historia de la salvación, será una predicación incompleta. 

La predicación teológica ahuyenta el moralismo 

Uno de los mayores problemas de la predicación evangélica contemporánea es que las predicaciones cristianas muchas veces no son cristianas. Son morales en el mejor de los casos, herejías en el peor de los casos. El evangelio de la prosperidad es solo la punta del iceberg. 

Muchas de las predicaciones no apuntan a Cristo, no revelan a Cristo, no hablan de Cristo o de su obra, de sus promesas o de cómo ser como Él. Cuando solo predicamos que no debemos mentir, que no debemos robar, o que debemos amar a nuestra esposa, aun cuando son principios útiles y hasta tradicionalmente cristianos, no son exclusivamente bíblicos. Los mormones, testigos de Jehová, y budistas enseñan y se adhieren a esos principios también. Las predicaciones moralistas son, en última instancia, una falta de respeto al Dios de la Biblia. Las predicaciones moralistas, en muchos casos, son el resultado de una falta de preparación durante la semana. Buenas ocupaciones durante la semana le roban el tiempo a mejores deberes, como el de preparar un sermón rico en teología. Después de todo, es más fácil dar “cinco consejos para ser un mejor padre” que mostrar las verdades mesiánicas del salmo 2. 

La predicación moralista es un veneno que provoca una muerte lenta y silenciosa.

La predicación moralista es un veneno que provoca una muerte lenta y silenciosa. La predicación moralista tiene como base un mal fundamento; es tratar de hacer que gente inherentemente inmoral se comporte de manera moral. ¿Ves que esa predicación está destinada a fracasar? La predicación que se enfoca en ser mejores personas, en amar más, en odiar menos, en dar más, en vivir mejor, es una predicación que, aunque bien intencionada, está terminando de matar a personas desahuciadas. Es como dar veneno a una persona que se está muriendo. 

No estoy diciendo que esté mal ser un mejor padre o ahorrar más dinero. Pero eso no es lo que Cristo vino a predicar, porque eso no es lo que necesitamos para vivir. Lo que hace la predicación moralista es poner una jarra de agua helada y deliciosa frente a alguien que está atado a una bicicleta fija, sediento y cansado; jamás llegará.

La predicación teológica le muestra al pecador la obra completa y suficiente de Cristo.

En contraste, la predicación teológica le muestra al pecador la obra completa y suficiente de Cristo. Y esa obra de Jesús impulsa por gracia la vida del creyente hacia la santidad. La predicación rica en contenido redentor será invariablemente una predicación rica en contenido teológico.

La predicación teológica construye creyentes teológicos

Uno de los mayores peligros para todo creyente es no saber qué cree o por qué cree lo que cree. Una fe ciega no es una virtud. La predicación teológica crea creyentes centrados y arraigados en la fe (Col. 2:7). No estoy hablando de personas llenas de soberbia y arrogancia. Si ese es el caso, no es culpa de la predicación teológica, sino de otros factores, incluyendo una mala ejecución de ella. Santiago dice que “Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Stg. 4:6). 

Sin embargo, reconocemos que la predicación que es rica en teología pondrá la base sobre la cual se construirá la vida del creyente. Predicar no es tarea fácil y no debe tomarse a la ligera. Cristo le ordenó a Pedro “pastorear a sus ovejas” (Jn. 21:16), y esa orden persiste hasta nuestros días. Por lo tanto debemos actuar con responsabilidad cuando las ovejas de Dios vienen a escuchar la Palabra. 

Tu predicación tiene que ser rica en teología para que la gente vea, entienda, comprenda, y se maraville de las verdades de Dios. Tiene que ser rica en teología para que los jóvenes sepan qué creen, los adultos adoren a su Creador, y los ancianos enseñen a otros. Tiene que ser rica en teología porque el libro del cual predicas es rico en teología. Es rico en Dios, en su persona, su esencia, su plan, su mente. La predicación debe fomentar lealtad a Dios, no al pastor. La predicación no es “mi tiempo”, es el de Dios. 

Así que sé sabio y con temor y temblor acércate al púlpito a hablar solo lo que Dios ya habló. Que la predicación rica en teología construya por medio del Espíritu Santo a creyentes nutridos en teología bíblica.


Imagen: Lightstock.
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