Recientemente, después de que el COVID-19 fue declarado una pandemia de rápida propagación devastando cada país en el mundo, el presidente declaró a los Estados Unidos en estado de emergencia, las escuelas públicas cerraron indefinidamente, las universidades enviaron abruptamente a los estudiantes a sus casas, y el distanciamiento social se convirtió en la nueva norma.
Aunque estos fueron tiempos claramente extraordinarios —desinfecté dos veces los manubrios de las puertas, los baños, los interruptores de luz, y toda superficie que no tuviera un gato durmiendo sobre ella— mi timbre continuó sonando. Perros sin hogar, estudiantes universitarios, y vecinos con necesidades apremiantes se pararon en la galería como si fuera un sábado cualquiera. Sin embargo, la pandemia los había desplazado (algunos físicamente, otros emocionalmente), y una sola pregunta llenó los seis pies entre nosotros: “¿Cómo cambia esto las cosas? ¿Cómo luce la hospitalidad cristiana radical bajo el COVID-19?”
Mi esposo, Kent, llegó a la puerta con una respuesta: “Todavía no estamos seguros. ¿Te sientes bien? ¿Te gustaría unirte a nosotros para almorzar? ¿O te gustaría que compartamos lo que tenemos para llevar?”.
La respuesta no ensayada de Kent me ayudó a responder la pregunta y aclaró cuatro verdades importantes.
1. Practicar la ética cristiana de la hospitalidad bajo el COVID-19 demuestra la fraternidad cristiana y el buen cuidado samaritano por a aquellos cuyas vidas han cambiado drásticamente y necesitan ayuda
Con las escuelas cerradas, los estudiantes a menudo no tienen dónde pasar sus días. Tanto los estudiantes universitarios como los escolares necesitan ayuda tangible, y en un clima de distanciamiento social esto puede parecer un negocio arriesgado. Necesitamos evaluar la situación cuidadosamente, ya que proveer un refugio temporal a los estudiantes extranjeros mientras llegan a casa y a los niños retirados de escuelas públicas mientras sus padres hacen los arreglos adecuados en momentos de crisis sin precedentes, no es lo mismo que hacer una cita para jugar.
¿Cómo luce la hospitalidad cristiana radical bajo el COVID-19?
Los vecinos mayores e inmunodeprimidos necesitan ayuda para comprar alimentos y medicamentos. El riesgo de infección es demasiado alto para enviarlos por sus necesidades básicas. En la mañana de ayer fui a comprar suministros para nuestro hogar y el de dos vecinos. Hay reglas nuevas para la compra de alimentos: ayer en Costco, tuvimos que obedecer las reglas sobre el racionamiento (solo un galón de leche y un pollo asado por carrito), aceptar la realidad de los estantes vacíos (sin arroz, sin toallitas Clorox, sin toallitas húmedas para bebés), y practicar la paciencia, ya que la tienda limitó el número de compradores en el almacén.
Brindar atención inmediata y tangible a nuestros vecinos demuestra nuestro amor por ellos y nuestro deseo de hacer el bien por sus cuerpos y almas. Marcos 12:30-31 nos recuerda: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza… y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El mandato de Dios sobre nuestra vida no da lugar a la acumulación o al pánico. Envía mensajes de texto con frecuencia y ora diariamente por las personas cuya salud o edad los hace más vulnerables tanto al COVID-19 como al miedo. Conoce cuáles son sus necesidades. Haz de su comodidad tu prioridad.
2. Practicar la ética cristiana de la hospitalidad bajo el COVID-19 demuestra nuestro temor a Dios, no a los hombres (y al virus que pueden portar). Debemos vivir coram Deo, ante la presencia de Dios
Practicar la hospitalidad cuando podríamos ser matados por (o matar a) una persona que se encuentra a unos metros de distancia perturba la mente y agobia el alma. El Salmo 150:6 declara: “Todo lo que respira alabe al Señor”. Sin embargo, vivimos en un mundo donde el acto de respirar es peligroso.
Los cristianos deben mirar a Dios, y su gloria, más de lo que miramos al peligro físico que nos rodea. Como escribió Juan Calvino:
“Dios espera un tipo muy diferente de sabiduría práctica de nosotros [cristianos], a saber, que debemos meditar en sus juicios en un momento de adversidad y en su bondad para librarnos del peligro. Ciertamente no es por mera casualidad que una persona cae en manos de enemigos o ladrones; como tampoco es casualidad que una persona sea rescatada de ellos. Lo que debemos constantemente tener en cuenta es que todas las aflicciones son la vara de Dios y, por lo tanto, no hay otro remedio para ellas que la gracia de Dios”.
Las precauciones, las intervenciones médicas, y las vacunas tienen valor, pero nuestra máxima esperanza no está en ellas. Dios es soberano sobre cada aliento que tomamos, incluso sobre el aliento de alguien que porta enfermedades y entra en nuestra burbuja de seis pies. Si “todas las aflicciones son la vara de Dios”, nuestra tarea es temer a Dios más que al hombre y al virus que pueda portar.
Brindar atención inmediata y tangible a nuestros vecinos demuestra nuestro amor por ellos y nuestro deseo de hacer el bien por sus cuerpos y almas
La ética cristiana durante los años de plagas requiere de mucha sabiduría cristiana. Y la sabiduría cristiana a menudo se ve diferente de la sabiduría del mundo. Mientras el mundo grita “corre y escóndete”, el Señor a menudo nos llama a quedarnos y ayudar. En 1527, Martín Lutero escribió un ensayo titulado “Si uno puede huir de una plaga mortal”. Su sabiduría práctica es un bálsamo para nuestros días:
“Como es generalmente cierto para los cristianos que pocos son fuertes y muchos son débiles, uno simplemente no puede poner la misma carga sobre todos… Se necesita más que una fe de leche para esperar una muerte ante la cual la mayoría de los santos han estado y aún están aterrorizados”.
Los pastores y otras personas en el liderazgo, dice Lutero, no deben huir de la plaga, sino que deben permanecer en la comunidad para ayudar a otros hasta que pase el temor. Debido a que tememos a Dios y vivimos delante de Él, a menudo daremos prioridad a cosas invisibles y espirituales, cosas de las que nuestro mundo no sabe nada. Los cristianos saben que el temor a la muerte solo puede satisfacerse con la redención en Jesucristo, por lo que debemos proclamar a Cristo al “mundo COVID-19” con urgencia, fervor, y compasión.
Lutero entendió que los riesgos físicos y espirituales son altos; y nosotros también deberíamos entenderlo. ¿Deberíamos arriesgarnos a traer personas que están varadas a nuestro hogar? Los cristianos llegarán a diferentes posiciones según las circunstancias. Una familia hará llamadas telefónicas, otra entregará alimentos, otra dará la bienvenida al extraño a dormir en el sofá. Cada hogar puede servir a sus vecinos de diferentes maneras, pero cada uno tiene la intención de servir. Ante la tentación de temer a los hombres, buscamos hacer crecer nuestra “fe de leche” a una “fe de carne” que solo mira a Dios.
3. Practicar la ética cristiana de la hospitalidad bajo el COVID-19 significa sumergirse en los medios de gracia; significa deleitarse en las Escrituras, no con CNN
El salmista dice que a través de los medios de la gracia, vamos “de poder en poder, cada uno de ellos comparece ante Dios en Sión” (Sal. 84:7). La Palabra, la oración, y los sacramentos nos dan la fortaleza que necesitamos para la tarea de hoy.
En la casa de los Butterfield, estamos ayunando y orando en arrepentimiento por los pecados privados de egoísmo y de falta de amor verdadero por los enemigos (y de muchas otras cosas). Y nos estamos arrepintiendo de los pecados públicos del aborto, del libertinaje sexual, y la codicia (y de muchas otras cosas).
Estamos cantando salmos del Book of Psalms for Worship (Libro de los Salmos para la Adoración), especialmente el Salmo 46 (“Dios es nuestro refugio y fortaleza / Pronto auxilio en las tribulaciones”), el Salmo 91 (“Quien con Dios Altísimo encuentra refugio / En la sombra del Todopoderoso se esconde”), y el Salmo 98 (“Porque vendrá, ciertamente vendrá / El que será juez de la tierra / Él juzgará al mundo con justicia y todo con equidad”).
Cantar salmos es una poderosa medicina espiritual; al usar nuestras bocas y pulmones para proclamar la Palabra a oído de los demás, expresamos la forma en que la Palabra de Dios actúa en nuestras vidas y en el mundo. Cantar salmos ayuda al arrepentimiento y la claridad espiritual, y provee al cristiano una generosa porción de fortaleza, valentía, y coraje ante el peligro. Oramos que mientras el COVID-19 se extiende rápidamente por cada nación y lengua, que el arrepentimiento verdadero y sincero lleve a un avivamiento. Oramos que el avivamiento cristiano se propague más rápido que el COVID-19.
Daniel Defoe, reconocido autor de Robinson Crusoe, escribió años antes un pequeño libro titulado Diario del año de la peste. Este es el diario histórico-ficticio de la vida de Crusoe bajo la peste bubónica de 1665. Crusoe tenía cinco años cuando la peste bubónica arrasó su mundo. Su perspicaz libro comienza agradeciendo a Dios por algo que me hizo reír a carcajadas. Defoe agradece que en 1655 no existiera ningún periódico, u otro medio para difundir “información de interés periodístico” sobre la peste bubónica. Crusoe escribe: “En aquellos días, no teníamos periódicos impresos para difundir rumores e informes de cosas, y para mejorarlos por la invención de los hombres”.
El temor a la muerte solo puede satisfacerse con la redención en Jesucristo, por lo que debemos proclamar a Cristo al “mundo COVID-19” con urgencia, fervor, y compasión
Sabiamente, Crusoe entendió que la peste es mala en sí misma; no debemos agregarle manipulación emocional. En 2020, apenas podemos escapar de la cobertura mediática del COVID-19, y tampoco parece que podemos distinguir la información del vil torrente de chismes y calumnias, disfrazada de “información”, de expertos y chiflados. Si nosotros mismos no hemos sucumbido a la verificación obsesiva de CNN u otras fuentes de noticias, alguien en nuestro círculo íntimo tiene y está más que dispuesto a compartir nuevas (malas) noticias. Es comprensible que deseemos obtener conocimiento sobre este nuevo virus, pero los nuevos virus nunca vienen con manuales para usuarios.
Algunos de nosotros tenemos edad suficiente para recordar lo vivido cuando el Centro para el Control de Enfermedades informó en 1981 los primeros cinco casos de neumonía por Pneumocystis Carinii (PCP) en hombres jóvenes que practicaban la homosexualidad en Los Ángeles, y cómo este evento aparentemente aislado se convirtió en la crisis mundial conocida como la pandemia del VIH. En ese entonces, como ahora, los funestos informes de noticias se convierten en una excusa para distanciarnos de nuestros vecinos debido al miedo.
Cuando nos deleitamos con CNN en lugar de las Escrituras como una manera de aliviar el temor existencial que envuelve nuestras almas, nos volvemos inútiles, incapaces de ayudarnos a nosotros mismos o a nuestros vecinos. Efesios 2:10 nos recuerda que somos obra de Cristo, que somos “creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. No importa lo que leas o escuches en las noticias, debes tener ánimo. Antes de que el COVID-19 se convirtiera en parte de nuestro vocabulario y pesadilla, Dios preparó buenas obras para que el cristiano las haga.
Jesús advierte: “Ustedes van a oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No se alarmen” (Mt. 24:6). Pero, ¿cómo? ¿Cómo apagamos esta intensa alarma de pánico o las interminables noticias? Deleitándonos en la Palabra de Dios, apelando a Dios en largas jornadas de oración (del tipo que hace bajar el poder del cielo para soportar el dolor de hoy), y amando a tus vecinos lo suficientemente bien como para compartir el evangelio e invitarlos a poner su esperanza y confianza en Cristo solamente para salvación.
4. Practicar la ética cristiana de la hospitalidad bajo el COVID-19 significa obedecer los esfuerzos del gobierno para “aplanar la curva” y honrar el sexto mandamiento
El sexto mandamiento, “No matarás”, le recuerda a los cristianos nuestros deberes positivos y negativos en tiempos de plaga. Frente al COVID-19, hay cosas que debemos hacer y hay cosas que no debemos hacer. En todas las cosas, buscamos la gloria de Dios y el bien de nuestros vecinos.
El Catecismo Mayor de Westminster, una de las confesiones históricas de la iglesia reformada, ilumina este mandamiento. El sexto mandamiento, dice el catecismo, nos exige “preservar nuestra propia vida y la de otros”. Hacemos esto de muchas maneras:
“… evitando todas las ocasiones, tentaciones, y prácticas que tienden a quitar injustamente la vida de alguno… por la dependencia paciente de la mano de Dios, a la quietud de ánimo, alegría de espíritu, sobriedad en la comida, bebida, medicina, sueño, trabajo, y recreo… [y] consolando y socorriendo a los enfermos, y protegiendo y defendiendo a los inocentes”.
Al evitar las reuniones y el contacto cercano en general, al cuidar nuestros propios cuerpos y al ayudar a los demás, obedecemos el sexto mandamiento.
Los cristianos conscientes no quieren causar involuntariamente la muerte de otros al propagar un virus que salva a unos y mata a otros. Obedecer la orden gubernamental de guardar distancia, aislarse, o estar en cuarentena es obediencia a la ley de Dios.
De manera práctica, en nuestro vecindario, esto significa que mientras nuestros vecinos que son médicos y enfermeras trabajan largas horas, les estamos sirviendo paseando a sus perros y compartiendo nuestras provisiones con ellos. Ellos tienen que salir (perros y médicos); nosotros no.
En las próximas semanas y meses, nuestras vidas pueden cambiar de formas que ahora no podemos imaginar. Y nuestra fe puede crecer de formas que no podríamos haber imaginado sin la prueba del COVID-19. La hospitalidad cristiana brilla más en días de persecución y peste. Durante los tiempos difíciles, tiempos peligrosos, cuando los cristianos demuestran que el verdadero amor requiere valentía, modelamos a Cristo a un mundo observador.
COVID-19 no va a vencer al mundo. Cristo sí. “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Jn. 5:4).