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Es probable que no tengas una memoria fotográfica capaz de recordar rápidamente las palabras precisas de una página concreta de algo que has leído solo una vez. Pocos son los lectores con ese don.

Puede que sientas que ni siquiera tienes una memoria no fotográfica buena. No puedes recordar los nombres de los personajes principales o los puntos principales de la trama del libro de ficción que leíste durante las vacaciones del verano pasado. No puedes recordar la mayoría, o alguno, de los principios de un libro de vida cristiana que leíste durante el último día feriado, excepto el punto principal (¡que podías deducir del título!). No puedes recordar más que el tema general de un libro de teología accesible que estudiaste con un grupo de la iglesia en octubre.

Si no puedes recordar la mayor parte de lo que lees, ¿para qué molestarte con leer? ¿No hay mejores formas de aprovechar el tiempo?

El poder del uno por ciento

La lectura mejora tu filtro, te aporta conocimientos y percepciones que resonarán en tu mente de formas que no puedes percibir

En 1981, un joven John Piper trataba de animar a los maestros de escuela dominical (en inglés) en su congregación que sentían una sensación de «desesperanza cuantitativa» cuando consideraban que solo tenían una hora con los niños que ven incontables horas de televisión cada semana. Piper les instó a no pasar por alto el valor de un encuentro sagrado, «el momento inconmensurable» y el «poder duradero y transformador de un momento de entendimiento.

Piper usó la lectura como ejemplo: «No recuerdo el noventa y nueve por ciento de lo que leo», les dijo. «No recuerdo libros enteros». Luego añadió:

Son las frases las que cambian tu vida, no los libros… Lo que cambia una vida es un nuevo vistazo a la realidad o a la verdad, o algún poderoso estímulo que se nos presenta, o la resolución de un antiguo dilema que hemos tenido. La mayoría de esas cosas —el descubrimiento, el reto o la resolución— suelen plasmarse en un espacio muy breve. Un párrafo o una frase y ¡bum! Nos llega al corazón, lo recordamos y nos afecta para toda la vida.

Recordar todo lo que lees no es el punto. El poder de una frase bien elaborada que maravilla al lector es la bendición que, según Piper, hace que merezca la pena sufrir el noventa y nueve por ciento restante de la lectura. Pero creo que también debemos tener en cuenta los efectos de ese noventa y nueve por ciento, aunque no nos encontremos con una idea nueva que nos cambie la vida.

El poder del otro noventa y nueve por ciento 

A veces los pastores se desaniman cuando la mayoría de los asistentes no recuerdan los puntos principales del sermón del domingo. Pero ¿acaso el objetivo es recordar el resumen? Incluso si un solo pensamiento, afirmación o historia llama la atención de un miembro de la iglesia, ¿no hace eso que el sermón sea memorable?

Además, ¿deberíamos pensar que las partes del sermón que un miembro de la iglesia no recuerda no tienen ningún efecto formativo en la congregación? Sin duda, las partes «olvidables» siguen siendo importantes. La manera en que el pastor trata el texto, explicando cuidadosamente su significado, adornándolo con buenas ilustraciones, viéndolo a la luz del mundo más amplio de la enseñanza cristiana, conduciendo hacia un encuentro con Dios, todas estas prácticas forman al oyente de maneras imperceptibles.

Lo mismo ocurre con los libros que no recuerdas. Austin Carty afirma (en inglés) que «cargar información a nuestro cerebro no es la razón principal de la lectura», y recurre a una brillante analogía para demostrarlo: los filtros en la aplicación de fotos de tu teléfono. Los teléfonos antiguos solo tenían la imagen y nada más, ninguna otra lente a través de la cual ver. Pero la variedad de filtros disponibles hoy en día permite ver la imagen de formas que realzan su riqueza. Carty escribe:

El punto es el siguiente: El objetivo principal de la lectura no es recordar conscientemente lo que hemos leído, sino refinar constantemente los lentes a través de los que vemos la realidad. Aunque no recordemos el noventa por ciento de lo que hemos leído, la información entra en nuestro interior de maneras que desconocemos y a profundidades que no sabemos que tenemos. Sigue enriqueciendo nuestro filtro, aunque no nos demos cuenta.

CS. Lewis hizo una observación similar sobre la lectura y cómo amplía nuestra visión y comprensión:

Los que hemos sido verdaderos lectores toda la vida rara vez nos damos cuenta plenamente de la enorme extensión de nuestro ser que debemos a los autores… El hombre que se contenta con ser solo él mismo, y por tanto menos él mismo, está en prisión. Mis propios ojos no me bastan, voy a ver a través de los de los demás.

Esta es la razón por la que lees

Recordar todo lo que lees no es el punto.

Los efectos de la lectura van mucho más allá de los detalles que recuerdas o las frases que resaltas

Sí, puedes leer con la esperanza de encontrar una frase que te impacte y te cambie la vida. Pero todos los demás párrafos y capítulos que no sobresalen siguen moldeando y formando tu perspectiva, de maneras que no ves ni comprendes del todo.

Los efectos de la lectura van mucho más allá de los detalles que recuerdas o las frases que resaltas. La lectura mejora tu filtro, te aporta conocimientos y percepciones que resonarán en tu mente de formas que no puedes percibir, ofreciéndote una medida de sabiduría y amplitud que de otro modo no tendrías.

Es por eso que lees. Incluso los libros que no recuerdas son importantes.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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