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La mayoría de los lectores de la Biblia pronto se dan cuenta de que existe una tensión muy extraña entre la ética sexual de las Escrituras y las perversiones sexuales casi groseras de muchos de los personajes principales del Antiguo Testamento. Quizás el ejemplo más obvio involucra la ocurrencia algo frecuente de poligamia en el Antiguo Testamento, aun entre santos fieles como Abraham y David.

Los escépticos modernos a veces señalan estos ejemplos como los casos en que la Biblia respalda la poligamia o, al menos, se muestra una complicidad poco crítica de las Escrituras con las prácticas culturales polígamas del antiguo Medio Oriente. Pero, ¿es este realmente el caso?

Dados estos desafíos apologéticos y considerando el ritmo vertiginoso con el que la sociedad occidental se esfuerza por normalizar las relaciones poliamorosas, los cristianos deben comprender cómo las Escrituras promueven la normatividad de la monogamia y cómo esto encaja con los muchos santos polígamos que se encuentran en las páginas del Antiguo Testamento.

Cómo las Escrituras hacen afirmaciones éticas 

En ninguna parte de las Escrituras se presentan la poligamia y el concubinato como parte del diseño de Dios para la creación o como moralmente lícitos. Si bien los escépticos modernos pueden sugerir que las Escrituras abrazan de una forma no crítica las prácticas polígamas y poliamorosas de las culturas antiguas, las enseñanzas reales de las Escrituras sugieren lo contrario. Lejos de ser cómplices de la desviación sexual de las culturas antiguas, desviación que dañaba y oprimía a mujeres y niños, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento defienden estrictamente la monogamia como norma.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento defienden estrictamente la monogamia como norma

El centro de esta discusión es la manera en que derivamos los principios éticos de las Escrituras. Sí, las Escrituras registran actos de poligamia y concubinato entre los santos del Antiguo Testamento. Pero describir no es lo mismo que prescribir. Registrar una acción, aun la acción de alguien que es considerado en otros sentidos un “héroe” en la narrativa bíblica, no es en sí mismo un elogio a esa acción. Pocos personajes de las Escrituras se presentan tan heroicamente como los apóstoles, pero nadie sugiere que los escritores de los Evangelios quieren que imitemos la negación que Pedro hizo de Jesús.

La Biblia no ofrece un código ético a través de historias aisladas de individuos ejemplares. Por el contrario, proporciona una historia completa que establece los propósitos de Dios para la humanidad en la creación, la forma en que la humanidad se ha rebelado contra esas normas y cómo Cristo restaura a la humanidad y, por su Espíritu, da nueva vida a los redimidos para que obedezcan la ley de Dios. Este enfoque en toda la Biblia del razonamiento ético no solo nos dice lo que Dios quiere de nosotros, sino que también proporciona el lente a través del cual podemos interpretar si debemos entender las acciones de los santos registradas en las Escrituras como virtuosas o malvadas.

Jesús mismo modela este tipo de razonamiento ético bajo un enfoque holístico de la Biblia con respecto al sexo y el matrimonio.

“Se acercaron algunos fariseos, y para poner a prueba a Jesús, le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer. ‘¿Qué les mandó Moisés?’, les dijo Jesús. Ellos respondieron: ‘Moisés permitió al hombre escribir carta de divorcio y repudiarla’. Entonces Jesús les dijo: ‘Por la dureza del corazón de ustedes, Moisés les escribió este mandamiento. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe’” (Marcos 10:2-9).

Cristianos fieles y bien intencionados difieren exactamente acerca de lo que Jesús enseña sobre las condiciones legítimas de divorcio y nuevo matrimonio. No obstante, lo que es importante que veamos en este momento no es lo que Jesús está argumentando, sino cómo lo hace. Los fariseos quieren debatir acerca de la jurisprudencia mosaica. Sin embargo, Jesús pasa por alto a Deuteronomio y en su lugar cita el relato de la creación en Génesis 2:24, enfatizando el papel normativo que juega el relato de la creación en el establecimiento de la ética y en la interpretación de las Escrituras posteriores. Jesús no ignora las leyes mosaicas; está feliz de comentarlas (Mr 10:5). Pero lo hace leyéndolas a la luz de toda la trama bíblica. Modela un enfoque bíblico exhaustivo del razonamiento ético.

La monogamia en la trama bíblica

En Génesis 1, Dios entrelaza pares complementarios en el tejido de la creación: cielo y tierra, mar y tierras secas, luz y oscuridad. Aun la secuencia de los días de la creación ofrece un par complementario: en los días uno al tres, Dios forma el cielo y la tierra, y en los días cuatro al seis, Él los llena. La complementariedad de la creación culmina con la creación de los portadores de la imagen de Dios como pareja complementaria: un hombre y una mujer.

Tal y como Jesús enseña en Marcos 10, el relato de Dios creando a Eva y dándosela a Adán establece lo que es normativo para la sexualidad humana y el matrimonio. En el centro de la definición de matrimonio está la relación monógama entre un hombre y una mujer. Como escribe Moisés: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn 2:24).

Este patrón de matrimonio establecido en la creación, un hombre y una mujer en un compromiso monógamo, es tanto ordenado como elogiado en el resto de las Escrituras. El séptimo mandamiento prohíbe el adulterio, es decir, la actividad sexual fuera de los límites del matrimonio (Éx 20:14). Deuteronomio le prohíbe al futuro rey de Israel, el israelita ideal y el nuevo Adán (cp. Sal 8), tener muchas esposas (Dt 17:17). El Cantar de los Cantares despliega poéticamente la gloria del matrimonio y el sexo de una manera que alaba la monogamia complementaria.

El Nuevo Testamento sigue el mismo patrón. Jesús, como hemos visto, afirma la bondad del diseño de Dios para la monogamia en Marcos 10. De manera similar, los ancianos de la iglesia, cuyas vidas deben servir como ejemplos de fidelidad para todos los cristianos (1 P 5:3), deben ser hombres de una sola mujer (1 Ti 3:2).

Finalmente, en Efesios 5, Pablo muestra la lógica detrás del diseño de Dios para el matrimonio. Dios no instituyó de manera arbitraria la complementariedad y la monogamia en la creación. En cambio, estas características reflejan realidades celestiales, es decir, la relación de Cristo con su pueblo. Así como Cristo tiene una sola esposa, el matrimonio en la tierra testifica esa verdad.

Cuatro retratos de poligamia

Si las enseñanzas de la Biblia sobre la monogamia son tan claras, ¿por qué entonces son tantos los santos de Dios del Antiguo Testamento que practicaban la polígamia? La razón por la que las Escrituras registran tantos casos de poligamia y concubinato no es para respaldar estas acciones, sino para condenarlas y mostrar cuán destructiva resultó ser tal perversidad sexual. Considera los resultados de cuatro de las relaciones polígamas más notables de las Escrituras.

LAMEC

“Y conoció Caín a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc. Caín edificó una ciudad y la llamó Enoc, como el nombre de su hijo. A Enoc le nació Irad. Irad fue padre de Mehujael, Mehujael fue padre de Metusael, y Metusael fue padre de Lamec. Lamec tomó para sí dos mujeres. El nombre de una era Ada, y el nombre de la otra, Zila… 

Lamec dijo a sus mujeres:

‘Ada y Zila, oigan mi voz;

Mujeres de Lamec,

Presten oído a mis palabras,

Pues he dado muerte a un hombre por haberme herido,

Y a un muchacho por haberme pegado.

Si siete veces es vengado Caín,

Entonces Lamec lo será setenta veces siete’” (Génesis 4:17-19, 23-24).

El primer polígamo de las Escrituras es Lamec, un hijo del linaje de Caín. Lamec no es un personaje ejemplar. Por el contrario, Moisés lo retrata como el típico representante del hombre malo del mundo prediluviano. En la línea de la simiente de la serpiente, Lamec es el epítome de la maldad humana, un hombre cuya sed de sangre y violencia son exponencialmente peores que las de Caín.

Así como Cristo tiene una sola esposa, el matrimonio en la tierra testifica esa verdad

La mención de Moisés de las dos esposas de Lamec establece un marcado contraste entre el buen diseño de Dios en el jardín y la vida lejos de la presencia de Dios, al este del Edén (Gn 4:16). Esta historia del primer polígamo en las Escrituras establece que aquellos que siguen los caminos polígamos de Lamec no lo hacen por su rectitud, sino porque han abrazado de forma pecaminosa los caminos de la serpiente y han seguido el modelo de la simiente malvada de Caín (al menos en el área de la ética sexual).

ABRAHAM

“Sarai, mujer de Abram, no le había dado a luz hijo alguno. Pero ella tenía una sierva egipcia que se llamaba Agar. Entonces Sarai dijo a Abram: ‘Mira, el Señor me ha impedido tener hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos’. Y Abram escuchó la voz de Sarai. Después de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer. Y Abram se llegó a Agar, y ella concibió. Cuando ella vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora” (Génesis 16:1-4).

El relato de Moisés en el que cuenta que Abram tomó a Agar como esposa (Gn 16:3) enfatiza la condena de la poligamia en las Escrituras. En esta historia, describe a Abram imitando la maldad del faraón que antes llevó a Sarai a su harén (Gn 12:10-20). En aquella historia, el faraón “tomó” a Sarai (Gn 12:15) mientras ella y Abram “pasaban un tiempo” en Egipto (Gn 12:10). En Génesis 16, estos mismos elementos resurgen, pero ahora Abram ocupa el lugar de Faraón. Así como el Faraón “tomó” a Sarai mientras ellos estaban en Egipto, ahora Abraham y Sarai “toman” a Agar la egipcia (un nombre que significa “forastera”) en la tierra de Canaán.

Aún más, Moisés describe el pecado de Abram como una repetición del fracaso inicial de Adán en el jardín. Así como Adán escuchó la voz de su esposa (Gn 3:17) y cayó en pecado, también Abram “escuchó la voz de Sarai” (Gn 16:2). Cuando leemos esta historia a la luz de relatos anteriores, la descripción de Moisés de la poligamia de Abram claramente arroja juicio sobre sus acciones. En este momento, Abram no es mejor que el faraón pagano o el rebelde Adán.

JACOB

El relato de las esposas de Jacob (Lea y Raquel) y concubinas (Bilha y Zilpa) se encuentra en Génesis 29-50. Una vez más, existe abundante evidencia dentro del texto mismo de que Moisés quiere que sus lectores vean las acciones polígamas de Jacob como conducentes al dolor y la miseria. Solo necesitamos leer el relato del nombramiento de los hijos de Jacob en Génesis 30 para descubrir que la amargura y los celos entre las esposas rivales, así como su dolor, están contenidos en los mismos nombres de sus hijos.

Estas rivalidades y el favoritismo de Jacob hacia Raquel y sus hijos siembran semillas de división que casi destruyen a la familia y al propio Jacob. Las consecuencias para la poligamia y el favoritismo de Jacob culminan con las acciones de los hijos de las esposas desfavorecidas, acciones similares a las de Caín, quienes casi matan a José (el hijo de la esposa favorecida) y finalmente lo venden como esclavo. Una vez más, Moisés describe la desviación de Jacob de la norma bíblica establecida en la creación como un camino de ruina, un pecado con consecuencias tan severas que resuenan a lo largo de las generaciones.

DAVID 

Los relatos de la poligamia de David están contenidos entre 1 y 2 de Samuel. El narrador menciona a las nuevas esposas de David con total naturalidad (1 S 25:42-43; 2 S 3:2-5), pero eso no significa que sea indiferente hacia sus acciones. Deuteronomio 17, un pasaje al que el autor de 1 y 2 Samuel alude regularmente, prohíbe al rey de Israel tener varias esposas. Leído a la luz de ese pasaje, cada referencia a David tomando otra esposa tiene una nota siniestra, una que anticipa la próxima caída de David con Betsabé.

Los autores bíblicos nunca elogian a los polígamos del Antiguo Testamento, ni son indiferentes a ellos

En la narración de Betsabé, los pecados de poligamia de David (y el asesinato que surgió de su lujuria) finalmente lo alcanzan. Natán profetiza que la espada no se apartará de su casa (2 S 12:10), una descripción adecuada del conflicto y la violencia que caracterizan a su familia por el resto de su vida. Su primer hijo con Betsabé muere, su hijo Amnón viola a su hija Tamar, su hijo Absalón asesina a Amnón y, finalmente, Absalón le da un golpe de estado.

Una vez más, la descripción no significa prescripción. Al mismo tiempo, la forma en que los autores bíblicos eligen describir los eventos revela con frecuencia sus juicios sobre esas acciones. Los estudios de caso anteriores muestran que los autores bíblicos nunca elogian a los polígamos en el Antiguo Testamento, ni son indiferentes a ellos. En cambio, a menudo se esfuerzan por mostrar las consecuencias devastadoras al desviarse del patrón de monogamia establecido por Dios. El mismo patrón se aplica a otros polígamos, como Elcana, cuya poligamia conduce a la división y la lucha dentro de su familia (1 S 1:1-7), y Salomón, cuyas muchas esposas y concubinas lo llevan a la idolatría (1 R 11:1-8).

¿Qué debemos imitar?

Las Escrituras presentan a los santos del Antiguo y Nuevo Testamento como modelos que debemos imitar (1 Co 11: 1; Stg 5:10-18). Dados los pecados sexuales indignantes de hombres como Abraham y David, nos preguntamos ¿cómo puede ser esto? Después de todo, una cosa es que los predicadores desafíen a los cristianos a “atreverse a ser un Daniel”, pero apuesto a que nunca te han animado a “esforzarte por ser un Sansón”.

Si bien la Biblia anima a los cristianos a imitar a los santos del Antiguo Testamento, nunca lo hace de una manera no crítica o sin excepción alguna. Muchos de los personajes del Antiguo Testamento se presentan como ejemplos negativos (1 Co 10:6, 11; Heb 12:16). Además, con frecuencia el Nuevo Testamento sostiene la fe de los santos del Antiguo Testamento como la característica principal digna de atención y emulación (Heb 11), no su historial de comportamientos justos.

¿Qué pasa con los supuestos pasajes que respaldan la poligamia?

Los escépticos a veces presentan algunos textos en las Escrituras que ellos sugieren que están respaldando la poligamia. Demos un vistazo breve a dos de los más admisibles.

DEUTERONOMIO 21:15-17

Cuando Moisés enseña la ley de Dios a la generación de israelitas que está a punto de heredar la Tierra Prometida, dice:

“Si un hombre tiene dos mujeres, una amada y otra aborrecida, y tanto la amada como la aborrecida le han dado hijos, si el primogénito es de la aborrecida, el día que reparta lo que tiene entre sus hijos, no puede él hacer primogénito al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito, sino que reconocerá al primogénito, al hijo de la aborrecida, dándole una porción doble de todo lo que tiene, porque él es el principio de su vigor; a él le pertenece el derecho de primogenitura”.

Este mandato asume que los líderes y jueces de Israel se enfrentarán a la poligamia en la nación. Si ese es el caso, ¿este mandato no respalda implícitamente las relaciones polígamas?

No exactamente. Esta legislación, como muchas otras en Éxodo y Deuteronomio, es jurisprudencia. Las leyes de casos no articulan los estándares ideales de rectitud. En cambio, brindan instrucciones para los jueces y líderes políticos de Israel sobre cómo gobernar con justicia a la luz de las situaciones profundamente quebrantadas y pecaminosas con las que probablemente se encontrarán. Ten en cuenta que el pasaje comienza con “Si un hombre tiene dos mujeres…” y no “Ya que un hombre puede tener dos mujeres…”. 

Sobre este mismo punto, consideremos las dos leyes de casos que siguen a esta:

  • “Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre…” (Dt 21:18).
  • “Si un hombre ha cometido pecado digno de muerte…“ (Dt 21:22).

Obviamente, estos casos legales no recomiendan que los niños sean rebeldes o que los israelitas cometan crímenes arbitrarios. De la misma manera, Deuteronomio 21:15 no respalda la poligamia, sino que busca mitigar la división, la rivalidad y el quebrantamiento que surge de las uniones polígamas al proteger a la esposa desfavorecida y a sus hijos del favoritismo del esposo.

2 SAMUEL 12:8

El profeta Natán le dice al rey David en nombre de Dios:

“Yo también entregué a tu cuidado la casa de tu señor y las mujeres de tu señor, y te di la casa de Israel y de Judá; y si eso hubiera sido poco, te hubiera añadido muchas cosas como estas”.

Algunos escépticos han sugerido que este versículo enseña que Dios bendijo a David al darle las esposas de Saúl. Pero esta afirmación es extraordinariamente superficial y se puede resolver con bastante rapidez.

Este capítulo registra la reprensión de Natán a David después de su pecado con Betsabé (¡para nada el momento en que encontraríamos a un profeta respaldando la poligamia!). Mientras Natán repasa la bondad de Dios para con David, recuerda cómo Dios entregó “la casa … y las mujeres” de Saúl en manos de David. La idea que se transmite aquí no es que David tomó a las esposas de Saúl como suyas, sino que la casa real quedó bajo la autoridad de David. Además, aunque el autor de 1 y 2 Samuel no rehuye enumerar a las esposas de David, nunca enumera a ninguna de las esposas de Saúl entre las de David.

Cuando dos se vuelven uno 

Las Escrituras fundamentan la monogamia en el orden de lo creado, ordenado por Dios mismo como una imagen de Cristo y su iglesia. Las descripciones de la poligamia y el concubinato en las Escrituras no anulan ese hecho. En cambio, revelan la fealdad y la angustia que acompañan a la actividad sexual fuera de los límites establecidos por Dios. Lejos de elogiar la poligamia, las narraciones de patriarcas y reyes polígamos en Israel revelan la devastación espiritual y familiar que está indisolublemente ligada a este pecado.

Los autores bíblicos incluyen sus historias, no para inspirar a sus lectores, sino para advertirles. Mientras que los mandatos explícitos en las Escrituras le enseñan al pueblo de Dios que la poligamia está mal, las historias muestran que es desagradable, una espantosa perversión de uno de los mayores dones de Dios. Del fango y el lodo de las familias desintegradas de Abraham, Jacob y David, debemos ver la belleza y la bondad del diseño original de Dios: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn 2:24).


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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