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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Hacia la meta: Una guía para el crecimiento espiritual (B&H Español, 2016), por Otto Sánchez.

¿Te has preguntado cómo podemos orar correctamente? Dios quiere que lo hagamos, y Él nos dice cómo.

Para ver esto, tomemos dos pasajes del Nuevo Testamento: Mateo 6:9-15 y Filipenses 4:6-7. El primero es el comúnmente llamado padrenuestro. Esta fue una enseñanza más que una oración de Jesús, como sí lo es la de Juan 17.

El padrenuestro es un modelo de oración que enseñó a sus discípulos. De todas maneras, es conocida como una oración de nuestro Señor y se enseñó dentro del marco de las enseñanzas del Sermón del monte (Mt. 5–7). Del padrenuestro se han hecho canciones y, en algunos grupos religiosos, es común repetirlo en medio de sus servicios.

En lo particular, no tengo nada en contra de estas prácticas, pero Jesús, más que enseñarnos una oración para que la repitamos como parte de nuestras liturgias, nos presenta un modelo de cómo orar. El texto es muy claro: “Ustedes, pues, oren de esta manera” (Mat. 6:9a)

“Oren de esta manera” no se refiere a una fórmula o a repetir al pie de la letra lo que dice el texto, sino a tomar en cuenta el contenido o bosquejo que debe tener nuestra oración. En marcado contraste con las oraciones complicadas, vanas, y repetitivas de los escribas y los fariseos, el padrenuestro tiene un esquema sencillo, breve, auténtico, natural, y sincero.

Esta oración modelo comienza como debe empezar toda oración al estar dirigida a Dios: invocándolo. “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Nuestra oración va dirigida a Él. No va dirigida a ninguna entidad, ni a una imagen hecha por el hombre, ni a un pastor o sacerdote. Apunta única y exclusivamente a la persona de Dios.

Toda oración debe comenzar con la persona de Dios, reconocer lo que Él es y representa.

El padrenuestro tiene un orden que comienza con Dios. Toda oración debe comenzar con la persona de Dios, reconocer lo que Él es y representa. Nunca comiences tu tiempo de oración pidiendo; por el contrario, alaba al Señor y reconoce su grandeza, su poder, y su majestad. Dios y su gloria son siempre lo más importante. Por eso, lo decimos una vez más: la oración comienza con la persona de Dios.

En otras palabras, nuestras oraciones siempre deben tener estos elementos: (1) Dios: su persona, su reino, y su voluntad; (2) nosotros: las provisiones materiales, el perdón de nuestros pecados, y la victoria sobre el mal.

Otro texto a considerar tiene que ver con la exhortación que el apóstol Pablo hace a los hermanos de Filipos. Ellos estaban pasando por situaciones difíciles relacionadas con persecución, ciertos conflictos entre ellos, y amenazas de personas que querían introducir falsas enseñanzas. Ante todas estas presiones, el apóstol les hace la siguiente exhortación:

“Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús”, Filipenses 4:6-7.

Como ya hemos dicho, en el padrenuestro, Cristo enseña la guía de una oración que está dividida en dos grandes partes: la parte que tiene que ver con Dios y la parte de las peticiones humanas. En este texto de Filipenses 4:6-7, el apóstol abunda sobre cómo debe ser la oración cuando pedimos.

Soy padre y una de las cosas que he aprendido es que los hijos, al ver a sus padres llegar a la casa, lo primero que hacen suele ser pedir o reclamar. Creo que, como hijos de Dios, no podemos caer en lo mismo. Por eso, con el padrenuestro, el Señor quiere que primero nos deleitemos en Dios Padre, ese Dios grande, majestuoso, y poderoso que es nuestro y que está en los cielos. Pero ese Padre nuestro también quiere que le pidamos.


Imagen: Lightstock.
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