Éxodo 4 – 6 y Marcos 13 – 14
“Y os tomaré por pueblo mío, y yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, que os sacó de debajo de las cargas de los egipcios.” Y os traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré por heredad. Yo soy el SEÑOR. ” De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moisés a causa del desaliento y de la dura servidumbre”, Éxodo 6:7-9
¿Quién no conoce las Leyes de Murphy? Son frases delicadamente escritas con un sentido de humor teñido de negro azabache. Por ejemplo, la Ley de Ronald dice: “La velocidad del viento aumenta en proporción directa al costo del peinado”, o La Ley de Nelson: “Cuanto mejor sea el vehículo Todo Terreno, más remoto será el lugar donde se averíe”. Estas frases irónicas son tan conocidas porque todos nosotros hemos experimentado más de una vez la frustración de ver cómo las cosas no resultan como quisiéramos, o porque sentimos la impotencia de no poder sortear los problemas. Moisés había llegado a Egipto con la firme intención de proclamar la liberación de Israel por parte de Dios, pero bastó que anunciara su intención a Faraón para que las cosas se pongan color de hormiga: “Y mandó Faraón aquel mismo día (en que Moisés se presentó a él) a los cuadrilleros del pueblo… diciendo: De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y recojan por sí mismos la paja… Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas” (Éx. 5:6,7,9). Cada vez que acometamos por el logro de una causa, siempre sentiremos el viento en la cara poniendo freno a nuestro avance. Así son los obstáculos como señales en el camino para todos aquellos que quieren lograr la realización de sus objetivos en la vida.
Moisés cuando llegó a Egipto se entrevistó con sus hermanos. Al escuchar las palabras de liberación de Dios, sus corazones se llenaron de gratitud, “y el pueblo creyó. Y al oír que el SEÑOR había visitado a los hijos de Israel y había visto su aflicción, se postraron y adoraron (Éx. 4:31). Pero en cuanto el plan se puso en ejecución, los obstáculos y la oposición se pusieron de manifiesto. El Señor nunca dijo que las cosas serían fáciles, justamente su intervención sobrenatural responde al grado de esclavitud a la que su pueblo estaba sometido. Lamentablemente, como a nadie le gustan las dificultades, el pueblo de Dios rápidamente sintió la pegada: “Y al salir de la presencia de Faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que los estaban esperando. Y les dijeron: Mire el SEÑOR sobre vosotros y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante los ojos de Faraón y ante los ojos de sus siervos, poniéndoles una espada en la mano para que nos maten” (Éx. 5:20-21). La adoración se convirtió en amargura tan rápido como empezaron a sentir la firme oposición a que se haga la Voluntad de Dios. No mis queridos amigos, nunca ninguna empresa que ha sido de profundo valor para la humanidad ha caminado sobre rieles. Preguntémosle a Colón, a Bolívar, a Lutero y a un sinnúmero de hombres y mujeres que imprimieron grandes cambios de toda índole a nuestra sociedad pero luego de vencer un tenaz antagonismo.
Muchas personas con sueños y grandes ideales nunca pasaron (ni pasarán) el umbral de la ilusión porque sucumbieron ante el peso de la resistencia. Moisés no fue ajeno a la obstrucción destructiva que se originó en su contra: “Entonces se volvió Moisés al SEÑOR, y dijo: Oh Señor, ¿por qué has hecho mal a este pueblo? ¿Por qué me enviaste? Pues desde que vine a Faraón a hablar en tu nombre, él ha hecho mal a este pueblo, y tú no has hecho nada por librar a tu pueblo” (Éx. 5:22-23). La sinceridad del futuro estadista es evidente; está percibiendo el duro enfrentamiento frontal y está sucumbiendo ante el conflicto. Esta es la primera señal de victoria de los obstáculos sobre nuestro ideal, cuando perdemos de vista el propósito que nos llevó a presentar batalla. “¿De qué sirve lo que estoy haciendo?” o “No vale la pena tanto esfuerzo” son las frases destructivas ante la amenaza de tormenta que impida seguir el camino trazado. La gran mayoría dará vuelta aquí para volver a los cuarteles de invierno y soñar despiertos con un ideal que “por razones ajenas” nunca se pudo concretar.
Pero Dios interviene y arenga a sus siervos. Oliverio Cronwell antes de la batalla de Dunbar en 1650 arengó a sus tropas con las siguientes palabras: “Put your trust in God my boys, and keep your powder dry” (Confiad en Dios, muchachos, y procuren que no se les moje la pólvora). Solo una fuerte confianza en un Dios que está comprometido con nuestros proyectos puede mantenernos en pie ante las tormentas en medio del camino. Ante la congoja de Moisés, el Señor reaccionó diciéndole: “…Yo soy el SEÑOR… También establecí mi pacto con ellos… Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel… y me he acordado de mi pacto” (´Ex. 6:2b,4a,5a,c). El Señor le recuerda a su siervo que Él es primer comprometido con la victoria, y esto mucho antes que cualquiera. Si después que empezamos a percibir que las cosas no eran tan fáciles como parecían y, producto de los obstáculos ,recién intentamos comprometer al Señor en nuestro proyecto, entonces significa que nuestro plan empezó al revés.
Si somos cristianos debemos poner todo delante del Señor y esperar de Él la aprobación y la señal de partida. Nuestro Señor Jesucristo en los momentos más difíciles del cumplimiento de su plan sobre la tierra se atrevió a decir: “¡Abba, Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras” (Mr. 14:36). La verdadera confianza en Dios se demuestra cuando nos ponemos a disposición de Dios antes de la puesta en marcha de nuestros planes, y no cuando traemos las piezas rotas de una maniobra deshecha porque no tuvimos la fuerza espiritual para vencer el despropósito.
En el mismo sentido, mantener con mucha claridad el propósito de nuestro esfuerzo y el compromiso de Dios en nuestro apoyo nos permitirá sortear los obstáculos que se nos presenten. Moisés había preguntado la razón de su presencia en Egipto y Dios se lo responde: “Y os tomaré por pueblo mío, y yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, que os sacó de debajo de las cargas de los egipcios.” Y os traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré por heredad. Yo soy el SEÑOR” (Éx. 6:7,8). Solo la claridad meridiana del propósito de nuestra lucha, y la seguridad previa de contar con el auxilio y la bendición de Dios no darán las fuerzas para vencer cualquier obstáculo que se nos presente en el camino. Fe y Propósito son las partes de la armadura que defienden contra los ataques inmisericordes de la oposición y el desaliento.