“Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito”, Romanos 8:28.
En la Biblia tenemos muchas promesas que nos sostienen en medio de cualquier circunstancia. Es cierto que no todo aquel que hace promesas las cumple o es capaz de mantenerlas. Pero cuando Dios es quien promete, sabemos que Él sí cumple y puede llevarlas a cabo.
Este es el caso con la promesa que vemos en Romanos 8:28: Dios promete obrar todo para nuestro bien. Es uno de los versículos mas citados por los creyentes, pero a la vez es uno de los más malentendidos por la iglesia.
Dios no se deleita al ver a sus hijos entendiendo a medias esta promesa. Así que, a continuación, busco ayudarte a entender lo que el Poderoso Dios promete en este versículo con el fin de que tengas una plena convicción en esta palabra que sostenga tu vida. Para esto, quiero dividir el texto en cuatro partes.
1. Y sabemos que…
El apóstol Pablo no dice esta promesa sin un contexto. Si te das cuenta, puedes ver que el versículo 28 comienza con la conjunción “y”, que conecta lo que está por decir con lo que ha dicho antes. No se puede comprender a plenitud esta promesa sin entender, por lo menos, todo el capítulo 8 de Romanos.
Pablo ha venido hablando que el creyente vive en un mundo caído por el pecado. Un mundo fracturado y desalineado del propósito de Dios (v. 18–22). Es decir, sabemos que lo que vemos a nuestro alrededor en su mayoría no es bueno y recto ante Él.
El Espíritu Santo nos conduce a conocer la voluntad de Dios en momentos difíciles y de sufrimiento mientras estamos en la tierra.
Ante esta realidad, Pablo consuela al creyente recordándole que este mal tendrá un fin en la nueva creación. Dios hará todo nuevo y disfrutaremos por el resto de la eternidad la redención que fue comprada por Cristo (v. 23–24). El creyente es consolado al colocar su mirada en la gloria venidera.
Mientras llega esa gloria, Pablo dice que el Espíritu Santo nos ayuda (v. 26). Pero ¿en qué nos ayuda? Vivimos de este lado de la gloria con dificultades y momentos duros. Muchas veces no comprendemos lo que estamos atravesando. En estos tiempos difíciles y de sufrimiento que todos tenemos (v.18), el Espíritu Santo intercede por nosotros.
Dios ha enviado al Espíritu Santo para que nos ayude en nuestra debilidad. Él intercede por ti y por mí, y lo hace con gemidos indecibles conforme a la voluntad del Señor (v. 26-27). En todo creyente debe haber un deseo interno, puesto por Dios, de saber y buscar su voluntad. Cuando no sabemos qué orar, tenemos al Espíritu Santo que nos ayuda.
Ahora es cuando Pablo dice: “Y sabemos…”. Ese saber está conectado con la ayuda del Espíritu Santo en guiar nuestra vida. Él nos conduce a conocer la voluntad de Dios en momentos difíciles y de sufrimiento mientras estamos en la tierra. Ahora, ¿qué es lo que sabemos con confianza y seguridad? Sigamos leyendo.
2. Para los que aman a Dios…
Algunos creyentes piensan que su amor por Dios es lo que sostiene sus vidas y las promesas de Dios. Quizá sea porque cada vez que ven una promesa, inmediatamente piensan en una condición. “Si todo va a obrar para mi bien, entonces primero tengo que amar a Dios”. Pero eso no es exactamente así.
Lo que sostiene la promesa que tienes en Romanos 8:28 no es el amor que sientes por Dios, sino el mismo Dios que es digno de que lo amemos.
Recuerda que el apóstol Juan dice: “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (1 Jn. 4:19). Este amor se ve en cómo Dios envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados (1 Jn. 4:10). Este amor tiene en mente que todas las cosas cooperen para tu bien porque eres hijo de Dios. Así que el apóstol Pablo usa las palabras “para los que aman a Dios” como una forma de identificar a los hijos de Dios. Los que son hijos de Dios lo aman porque hay demasiadas razones para amarle, y todas con forma de cruz.
En otras palabras, es como si Pablo dijera: “sabemos que para los que son cristianos, los que conocen el evangelio, los que saben quién es Dios y por tanto lo aman… todo obra para el bien de ellos”. Lo que sostiene la promesa que tienes en Romanos 8:28 no es el amor que sientes por Dios, sino el mismo Dios que es digno de que lo amemos.
3. Todas las cosas cooperan para bien…
He escuchado a varios predicadores decir que todo obra para que Dios te de algo “mejor” de lo que ya tienes ahora. Esto es común en el movimiento del “evangelio” de la prosperidad, en donde lo mejor es definido como una mejor salud, un mejor carro, una mejor casa, o un mejor trabajo. Déjame mostrarte por qué esto no es lo que Pablo tiene en mente.
Primero, recuerda el tiempo del bien en esta promesa. ¿Cuándo veremos que todo obra para bien? Si seguimos el pensamiento de Pablo, este bien tiene una idea escatológica. Es decir, el bien como tal no tiene su realización plena en lo presente, sino en el porvenir. Mira hacia el futuro para encontrar esperanza y gozo en el ahora. Pablo ya lo explicó en el versículo 18 del mismo capítulo: todo dolor presente no se compara con la gloria venidera.
Eres llamado a atravesar todo lo que pasa en tu vida con tu mirada en Cristo.
Lo segundo a entender es que el bien que se menciona en Romanos 8:28 no es un mejor carro, una mejor salud, o una mejor casa. En cambio, el bien es que seamos más como Cristo en esta tierra, como dicen los siguientes versículos (v. 29-39). Todo lo que obra para bien está para hacernos conforme a la imagen de Jesús (1 Co. 15:49; 2 Co. 3:18; Col. 3:10). Esto es importante para el creyente porque de otra manera, ¿cómo una persona que ha perdido a un ser querido o que tiene una enfermedad terminal puede creer que todo obra para bien?
Por eso eres llamado a atravesar todo lo que pasa en tu vida con tu mirada en Cristo. Tu esperanza consiste en que Dios te ama en Cristo y te ayuda por medio de su Espíritu, y usa todo sufrimiento o prueba para el fin mayor: que seas más como Jesús porque para eso fuiste llamado. Solo allí está la verdadera paz, tranquilidad, y sanidad. El verdadero bien.
4. Esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito.
El peso temporal de nuestro sufrimiento no se compara con el peso eterno de la gloria de Dios para la cual fuimos llamados. El ser más como Cristo es nuestra meta en la vida, el propósito del Señor para nosotros. Es crecer en paciencia, humildad, amor, perdón, gracia, mansedumbre, autocontrol y esperanza en Dios. Esto se desarrolla en el campo de las pruebas y el sufrimiento que involucra nuestro llamado.
El ser más como Cristo es nuestra meta en la vida, el propósito del Señor para nosotros.
El punto de esto no es que todo obra para un bien temporal o terrenal. En cambio, el punto es que todo obra para el bien que nos lleva con seguridad al destino final del creyente: la vida eterna con el Dios de gloria. Como explica el teólogo Douglas Moo:
“La promesa para nosotros es que no hay nada en este mundo que Dios no haya usado para ayudarnos en nuestra peregrinación terrenal y que nos lleve seguros y con certeza al destino glorioso de esa peregrinación”.[1]
Caminamos en la tierra con la mirada en la gloria venidera, sabiendo que nuestro Dios eterno usa todo para nuestro máximo bien, porque nos ama en Cristo y nos ayuda por su Espíritu para hacernos más como Él.
[1] Douglas Moo, The New International Commentary on the New Testament: The Epistle to the Romans, p. 530.