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Cuando Nicodemo se encontró a solas con Jesús (Jn. 3:1-6), le dijo que todos estaban impresionados con las señales y milagros que Él realizaba. Jesús le contestó que lo realmente importante no eran las señales y milagros, sino el cambio radical en la vida de una persona que solo se podría describir como un nuevo nacimiento.

Esta expresión, “nacer de nuevo”, seguro tenía más sentido para los primeros lectores del Nuevo Testamento que para nosotros hoy. El comentarista bíblico, William Barclay, dice que los judíos usaban esta expresión al hablar de aquellos que procedían del paganismo y aceptaban el judaísmo mediante la oración, el sacrificio, el bautismo, y la circuncisión. El prosélito que abraza el judaísmo, decían los rabinos, es como un niño recién nacido.[1]

La concepción judía del nuevo nacimiento era tan radical en aquellos días que incluso se llegaba a creer que todos los pecados que hubiera cometido una persona se le habían perdonado porque ahora era alguien diferente. Y no solo eso, sino que llegaban al extremo no bíblico de afirmar (¡aunque no se esperaba que procedieran así!) que el hombre “nacido de nuevo” se podía casar con su madre o su hermana porque todos sus lazos familiares anteriores quedaban anulados al entrar a la nueva vida.

Probablemente muchos leerán esto y se escandalizarán al ver la manera extremista en que estas personas concebían el nuevo nacimiento. Sin embargo, esa concepción está más cerca de la verdad bíblica de lo que pudiéramos imaginar.

De muerte a vida: radical y necesario

El nuevo nacimiento según la Biblia es tan radical como pasar de muerte a vida (ver Ef. 2:1; Ro. 6:4). No hay punto intermedio o variedad de niveles cuando hablamos de la nueva vida en Cristo. En la Biblia hay evidencia de una transformación que se nos da por la obra de Cristo a nuestro favor y en nuestro lugar.

En palabras de Pablo, esta novedad de vida es profunda y marca un contraste:

“Despójense del viejo hombre […] y vístanse del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad. Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablen la verdad cada uno con su prójimo. […] El que robaba no robe más…”, Efesios 4:22-23, 25, 28 RVA.

El nuevo nacimiento implica un estilo de vida renovado que obedece al evangelio.

El nuevo nacimiento implica un estilo de vida renovado que obedece al evangelio. A pesar de los esfuerzos por encontrar un paralelo o referencia histórica de la comprensión de esta expresión, la realidad es que ninguna le hace justicia a la profundidad y el efecto del nuevo nacimiento según lo vemos en la Biblia.

Asimismo, el nuevo nacimiento, además de ser radical, también es necesario. Juan Calvino, al comentar sobre el encuentro entre Jesús y Nicodemo, escribió: “Por el término ‘nacer de nuevo’ Jesús no se refiere a la enmienda de una parte sino a la renovación de toda la naturaleza. De ahí se deduce que no hay nada en nosotros que no sea defectuoso”.[2]

En este relato, Jesús revela varias verdades importantes, pero hay una que quiero resaltar aquí. En Juan 3:3, él dice: “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios” (énfasis añadido).

Nuestro estado espiritual, como resultado de la Caída, tiene un impacto devastador sobre el mundo entero (Ro. 5:12). Por naturaleza somos hijos de ira y estamos apartados de la gloria de Dios (Ef. 2:3; Ro. 3:23). Este estado de separación no solo nos impide ver el reino de Dios, sino que pone en evidencia nuestra mayor necesidad.

La necesidad del nuevo nacimiento surge de la incapacidad del ser humano, en su estado natural, para “ver” o “entrar en” el reino de Dios. Por muy dotado, moral, o refinado que sea, en su condición natural está totalmente ciego a la verdad espiritual y no puede entrar en el reino de Dios y ser llamado hijo de Dios. Esto es lo que Jesús le muestra a Nicodemo y, por extensión, a todos nosotros hoy.

De arriba: divino y eterno

En su comentario al Evangelio de Juan, D. A. Carson señala algo importante:

“Si Nicodemo, con su conocimiento, dones, comprensión, posición e integridad, no puede entrar al reino prometido en virtud de su posición y obras, ¿qué esperanza hay para cualquiera que busque la salvación en ese sentido? Incluso para un Nicodemo, debe haber una transformación radical, la generación de una nueva vida, comparable con el nacimiento físico”.[3]

Este cambio tan radical y necesario jamás podrá nacer del corazón del hombre. De hecho, entre los estudiosos de la Biblia existe discusión acerca de la expresión “de nuevo” (del griego, anōthen, en “nacer de nuevo”), pues podría significar tanto “de arriba” como “de nuevo”.

El nuevo nacimiento no ocurre por esfuerzo humano, sino más bien por una obra divina.

En su conversación con Jesús, Nicodemo lo entendió como “de nuevo” (o “por segunda vez”, en Juan 3:4). Pero al mismo tiempo, Jesús enseña que este nacimiento no ocurre por esfuerzo humano, sino más bien por una obra divina, como escribe Juan:

“Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el derecho (el poder) de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”, Juan 1:12-13.

En otros pasajes bíblicos vemos que el nuevo nacimiento es obrado por Dios en nosotros mediante su Palabra. Por ejemplo, 1 Pedro 1:23 dice: “Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece”.

¿Y qué es la palabra de Dios en ese contexto? Es el evangelio (1 Pe. 1:25). Es la narración de los eventos históricos (la vida y obra redentora) de Cristo que revelan su gloria. Esta narración, por el Espíritu Santo, produce el nuevo nacimiento y despierta la fe, porque “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17).

Conclusión

¿Cómo ha sido tu vida desde que naciste de nuevo? ¿Experimentaste un cambio radical y profundo? ¿Fue una transformación evidentemente divina o más bien se trató de un resultado de esfuerzos humanos y todavía necesitas nacer de nuevo?

El nuevo nacimiento es un cambio radical y necesario. Es efectuado y otorgado por Dios para que por medio de la fe podamos abrazar de forma consciente a la persona de Jesucristo como el Salvador, Señor, y el Tesoro de nuestra vida por siempre.

Examinemos nuestras vidas a la luz de esta verdad, y vivamos como hombres y mujeres que han nacido de Dios, que vencen al mundo, y que traen gloria al Padre (1 Jn. 5:5).


[1] William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento: Mateo (Vol. 1), Editorial CLIE (2012), p. 56.

[2] Citado en D. A. Carson, “The Gospel According to John”, p. 795.

[3] Ibíd.


Imagen: Lightstock.
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