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Seguramente estás ocupada y hoy tienes demasiadas cosas por hacer. Tienes un informe que redactar, pañales que cambiar, correos que responder, lecciones que estudiar, ropa que lavar, personas que atender. Leer es quizá lo último en tu lista de pendientes. Es más, probablemente ni siquiera está en tu lista.

Entre nuestras muchas responsabilidades, la lectura es lo último que viene a nuestras mentes. “De verdad quisiera poder leer, pero no tengo tiempo”, solemos decir.

Pero debes saberlo: si has nacido de nuevo, la lectura no es una opción. Toda mujer cristiana debe ser una mujer que lee. Y decir “no tengo tiempo de leer” es tan absurdo como decir “no tengo tiempo de orar”. Si esto es verdad, nuestras prioridades están muy mal.

Necesitas leer más; aquí tres razones de por qué.

1. Dios se reveló en un libro.

Dios es Dios. Él es poderoso para hacer lo que quiera, de la manera que quiera. Y Él decidió revelarse de manera especial a su pueblo a través de un libro. Un libro que el mundo ha intentado destruir, pero jamás ha logrado eliminar. Un libro que el enemigo ha intentado mantener lejos de los hombres, pero que Dios ha permitido que se convierta en el más distribuido en la historia.

Dios se reveló en un libro. Si quieres saber cómo es Él, debes ir a ese libro. Si quieres saber lo que Él hizo por ti, debes ir a ese libro. Si quieres saber lo que Él espera de ti, debes ir a ese libro.

Y ese libro, la Biblia, no es incomprensible para los hijos de Dios. No está escrito de manera oscura, para que solo los “más espirituales” puedan entenderlo. ¡Todo lo contrario! Su mensaje es accesible para todo aquel que cree.

El Espíritu de Dios mora en los que han nacido de nuevo. Él es el que abrió tus ojos para salvación, y es el que los abrirá cada vez más para que puedas conocerle en la Palabra. Y para eso, necesitamos leer.

2. No puedes sola (ni deberías intentarlo).

Tú y yo somos parte de un cuerpo: la Iglesia. No estamos diseñadas para caminar solas. La vida en este mundo caído trae muchos retos, y en las Escrituras hay muchas cosas que aprender. No deberíamos intentar navegar a través de todo esto como “llaneras solitarias”.

Si somos humildes, reconoceremos que hay muchas personas de las que podemos aprender. El Señor ha puesto maestros y maestras en la Iglesia para que nos enseñen más acerca de las verdades de Dios y su evangelio. Muchos de esos maestros están a nuestro alrededor, en nuestras iglesias y nuestros entornos. Pero muchos han muerto ya, o están en otros países. Nosotras podemos ser edificadas con los dones que Dios ha otorgado a sus hijos a lo largo de toda la historia. Y para eso, necesitamos leer.

3. Eres llamada a adorar con tu mente.

Es evidente el deseo generalizado de nuestra generación de entumecer nuestras mentes. ¿Lo has notado? Parece que nadie es capaz de pasar un minuto a solas. Siempre queremos tener música, una serie de televisión, notificaciones, o una película haciendo ruido en el fondo. El silencio nos incomoda.

Nos encanta ser bombardeadas con información cada segundo, pero nos da una gran pereza procesarla. Cuando se trata de conocimiento, preferimos la comida rápida y los caramelos. No queremos el plato nutritivo, aquel que nos obligará a sentarnos, masticar, y digerir.

Leer ejercitará tu mente como pocas cosas pueden hacerlo. Te obligará a detenerte y pensar. A cuestionar y analizar.

Seamos honestas; perdemos demasiado tiempo en tonterías que adormecen nuestra mente, en lugar de llevarnos a adorar a Dios con ella. Necesitamos cuidar y ejercitar nuestras mentes; necesitamos que sean llenas de la Palabra. Y para eso, necesitamos leer.

Lee y vive

Los cristianos leemos para la gloria de Dios y el bien de los demás. Por supuesto: el Señor no nos ha llamado a vivir todo el día con la nariz pegada en un libro. Hay muchas necesidades que atender y personas a quienes servir. Es claro que debemos practicar lo que Dios nos enseña a través de la lectura. Pero no podemos practicarlo sin haberlo aprendido primero. Y para eso, sí, necesitamos leer.

Hoy contamos con la mayor cantidad de recursos en la historia. Estás a un click de la Biblia en cualquier idioma y de todo tipo de libros saturados de la Palabra de Dios. Pero también estás a un click de la basura que el mundo ofrece. Nutrir o entumecer. Adorar o idolatrar.  

Así que considera la lectura como una prioridad. No como una obligación, sino como un regalo. Ejercita tu mente para la gloria de Dios y el bien de los demás. Pronto descubrirás que a través de la Palabra tu entendimiento será renovado y tu vida transformada. Para el cristiano, la lectura jamás se tratará solamente de leer.

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