El contenido esencial de la predicación cristiana, dice Pablo, es el misterio del evangelio. Él escribió que la predicación de la palabra de Dios es vista en “el misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Co. 1:26). ¿Un misterio? Alrededor de Asia Menor y en el mundo antiguo en ese tiempo, había religiones de misterio y cultos de misterio, y algunos enseñaban, especialmente desde la perspectiva romana, que el cristianismo era otra religión similar. Después de todo, tenía su misterio. Y Pablo dijo: “Tienen razón». Sin embargo, no es un misterio de conocimiento esotérico. No es el gnosticismo de los intelectuales elitistas. No, es un misterio escondido por Dios hasta que pudiera ser públicamente revelado en la encarnación de Jesucristo, en su muerte, entierro, y resurrección. ¡Ese es un misterio!
Hay algo profundamente misterioso sobre la predicación cristiana, en términos de su comunicación y su contenido. Después de todo, lo que predicamos no es lo que el mundo espera escuchar. No es un mensaje que escucharán en ningún otro lugar. No hay sabiduría humana, escuela de filosofía, vendedor ambulante, o presentador de televisión vendiendo CDs que pudiera inventar algo así por su propia cuenta. Mira bien lo que se vende en las librerías y en las grandes conferencias. Te darás cuenta que si puedes decirle a la gente cómo comprar propiedades y sacarles provecho al renovarlas, podrás vender tus mensajes. Si puedes decirle a la gente cómo perder peso, puedes vender casi cualquier cosa. Si puedes decirle a la gente cómo ser guapo y sabio, criar hijos que se porten bien, y tener mascotas buenas, te convertirás en un orador popular. Puedes hacer DVDs y CDs y escribir libros que serán vendidos en librerías y en la televisión.
Pero si predicas el evangelio, quizá descubras que no es tan popular. Pero es poderoso y es misterioso. ¿Por qué? Porque era un misterio escondido por Dios a las generaciones previas para que fuera públicamente mostrado en el tiempo de nuestro Señor Jesucristo.
Mira lo que dice Pablo en los versículos 26-27: “El misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos. A éstos Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los Gentiles, que es Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria”. Como lo sabía Pablo personalmente, la predicación verdadera frecuentemente termina es un alboroto. Pero la verdadera predicación del evangelio es la predicación del misterio de Dios. Estaba escondido, pero ahora es revelado a los gentiles. Los gentiles habían entendido el camino de Dios tan mal como lo haría una persona usando una tabla Ouija. Pero de esa oscuridad, de esa confusión, de esa depravación pecadora, de esa mentalidad retrógrada, y de esa ignorancia, vino la luz brillante del evangelio, que es un misterio. Es el misterio de misterios: Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.
Hay gloria, y esta gloria puede venir a nosotros, pero no es nuestra. Hay una gloria que debemos buscar, pero no es gloria para nosotros, sino la gloria de Cristo. Y esa gloria es más evidente no solo cuando Cristo es predicado como una verdad abstracta y objetiva, sino cuando Cristo se convierte en nosotros la esperanza de gloria. La preocupación de Pablo era no solamente que sus escuchas entendieran correcta y cognitivamente el evangelio, aunque eso era esencial. Su preocupación era que el evangelio fuera recibido por fe, y que vidas fueran transformadas. La hermosa presentación sinfónica del evangelio en el libro de Romanos nos ayuda a entender cómo pecadores se convierten en santos, cómo somos justificados por fe, y cómo somos adoptados hijos e hijas del altísimo Dios.
La hermosa presentación sinfónica del evangelio en el libro de Romanos nos ayuda a entender cómo pecadores se convierten en santos, cómo somos justificados por fe, y cómo somos adoptados hijos e hijas del altísimo Dios.
Pablo entendió que esto era un misterio. Y si es un misterio a los judíos, es aún más un misterio a los gentiles. Es por eso que en esos pasajes centrales en Romanos, Pablo nos ayuda explicando cómo es que una rama de un olivo silvestre ha sido injertada a Israel. Es un misterio, y si no te emociona predicar esto, ¡no sé qué podrá emocionarte! El evangelio es simplemente el mensaje más transformador, poderoso, y explosivo que existe. Si tienes problemas en encontrar algo qué predicar, te garantizo que no estás predicando el evangelio.