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El concepto del “llamado” es uno de los más usados pero quizá menos entendidos entre los cristianos. Dave Harvey, autor de ¿Soy llamado?: Características indispensables del ministerio pastoral, respondió para nosotros algunas preguntas sobre este importante tema.

En esta entrevista, Harvey nos habla de a qué nos referimos normalmente cuando hablamos del llamado y cuáles son algunos de los peligros de no entender este concepto de manera bíblica.

1. Usualmente ¿qué quiere decir alguien cuando dice que se siente llamado al ministerio? ¿Es esto consistente con el concepto bíblico del llamado? ¿Por qué o por qué no?

Cuando las personas dicen que se “sienten llamadas” al ministerio, generalmente significa que tienen un sentir subjetivo de que Dios los está atrayendo hacia un rol ministerial. Este “sentir” de llamado no debería ser mal juzgado o desalentado. Cuando habla del llamado, Pablo parece enfocarse en la aspiración y el deseo cuando dice: “Si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer” (1 Ti. 3:1).

El error es asumir que este llamado interno constituye el llamado entero. Los teólogos y pastores a través de la historia han enseñado que cualquier sentir interno debe ir acompañado de un “llamado externo”, el cual es otorgado por líderes con credibilidad en una iglesia local. Juntos, el llamado interno y el externo completan el llamado de Dios.

El concepto bíblico del llamado no es meramente elegir una profesión. Involucra una disposición dada por Dios para entregar tu vida por las ovejas, así como Jesús lo hizo por nosotros. Requerirá de tiempo, energía, mente, y corazón. Traerá dolor. Muchos, cuando piensan del llamado, se imaginan un ministerio de fruto continuo. Y aunque hay gozosas temporadas de crecimiento, también hay tiempos de sequía. Ser verdaderamente llamado es tener un balance saludable y estar dispuesto a dirigir a través de los altos y bajos para ver a las personas acercarse a Jesús a través de tu liderazgo.

2. ¿Cuáles son algunos de los peligros de no entender correctamente lo que significa ser llamado?

Hay varios. Yo diría que el primero y quizá el más grande peligro de no entender el llamado correctamente es que los hombres equivocados terminan procurándolo. Esto acarrea condenación para el hombre y confusión para la iglesia donde ha sido llamado a servir. Spurgeon dijo una vez:

“¿Cómo puede saber un hombre joven si ha sido llamado o no? Esa es una pregunta de peso, y deseo tratarla con mucha solemnidad. ¡Oh, necesitamos guianza divina al hacerlo! Que cientos han perdido su camino y tropezaron con un púlpito es penosamente evidente en los ministerios infructuosos y en las iglesias en decadencia que nos rodean. Es una calamidad espantosa para un hombre perder su vocación, y para la iglesia sobre la cual se impone a sí mismo, su error envuelve una aflicción de la más penosa naturaleza”.

El segundo peligro es el “pastor profesional”. El peligro no es ser profesional; el ministerio debe caracterizarse por una búsqueda saludable de la excelencia en la vida y el cuidado de las ovejas. Más bien estoy hablando de una manera de abordar el llamado que lo reduce a un mero trabajo o fuente de ingreso, en lugar de a un llamado para gastar lo nuestro y a nosotros mismos por las almas (2 Co. 12:15). Para una persona que ve el ministerio solo como una profesión, los sacrificios y las aflicciones del ministerio se convierten en puertas para el cinismo, el agotamiento, las tendencias abusivas de liderazgo, los problemas matrimoniales y familiares, y para desviarse del amor cada vez más profundo por la persona y la obra de Jesucristo.

He llegado a conocer a muchos jóvenes que están apasionados y llenos de entusiasmo por el ministerio. Este celo, aunque es algo maravilloso, puede mover a los hombres hacia el camino más conveniente: uno que evita la formación del carácter y la salud del alma. Por eso es tan importante que la iglesia local esté involucrada en la formación de futuros pastores. Los pastores pueden ayudar a crear una visión de la vida ministerial balanceada y, al hacerlo, ayudar a discernir el llamado de un individuo, para que pueda prepararse adecuadamente.

3. Usted escribe: “Dios llama a todos los pastores a estudiar y a algunos a una educación formal”. ¿Cómo puede alguien sin acceso a la educación formal prepararse para el ministerio pastoral?

Comprometiéndose con el estudio.

Pablo le dice a Timoteo que sea diligente al utilizar la Palabra de Dios (2 Ti. 2:15). Para manejarla con precisión, debemos estudiarla bien. El llamado al ministerio pone el estudio en lo más alto de la lista de tareas del aspirante a líder o pastor, independientemente de si tendrá o no educación formal.

Elige cuidadosamente lo que lees, dando preferencia a aquellas cosas que han pasado la prueba del tiempo. Cualquier pastor que cree que tiene todo lo que necesita para manejar la Biblia, eventualmente se encontrará a sí mismo “avergonzado”, que es esa categoría de la que Pablo advierte a Timoteo. Por eso siempre le digo a los aspirantes a pastores: para dirigir tienes que leer.

Uno de los últimos mandatos de Pablo a Timoteo fue este: “Cuando vengas, trae… los libros, especialmente los pergaminos” (2 Ti. 4:13). Cuando las últimas palabras de un hombre incluyen algo acerca del estudio, te das cuenta de que el estudio es algo bastante importante. Si te sientes llamado al ministerio, será importante para ti también.

4. ¿Cómo pueden las esposas de los hombres que aspiran a ser pastores ayudar a sus esposos en su preparación?

Inmediatamente pienso en varias cosas.

Primero, el llamado es de él, no tuyo.

No hay oficio de “esposa del pastor” o “ayuda idónea del plantador” en la Escritura. Esto significa que es el hombre el que puede ser llamado a gobernar la iglesia, no su esposa. Recordar eso pone el llamado del esposo en perspectiva. Cuando me sentí llamado al ministerio por primera vez, mi esposa luchó contra la idea de si realmente podría hacerlo debido al estereotipo de cómo luce una buena esposa de pastor. Entender la distinción entre mi rol y su rol no solo fue un gran alivio, sino que la liberó para pensar con más claridad en las cosas que ella podía hacer para ayudar y servir.

Segundo, este llamado demanda algo de la mujer.

Lo siento, pero las damas no se escapan del todo. La Palabra de Dios demanda algo de ellas. El liderazgo del esposo en el matrimonio y el hogar será examinado (1 Ti. 3:4-5; Tito 1:6 y 8). Él también es llamado a ser “hospitalario” (1 Tim. 3:2; Tit. 1:8), y a invitar a su casa a creyentes y no creyentes. Eso es difícil de hacer sin la esposa. También podemos inferir que si la esposa de un diácono es responsable de cumplir ciertos requisitos (1 Ti. 3:11), la esposa de un pastor también debería.

Finalmente, confía en Dios en el proceso.

Dios quiere guiar a las esposas en un maravilloso viaje para hacer equipo con sus esposos para descubrir Su voluntad. El camino por el que anden puede ser tanto frustrante como emocionante. Pero nuestro buen Dios ha hecho la invitación. Sí, Dios dará a conocer su voluntad. Pero eso vendrá a través de tiempos juntos de charla transparente mientras confiamos en nuestro Padre, quien “recompensa a los que Lo buscan” (He. 11:6).

5. ¿Cuál sería su consejo para un joven que se siente inclinado a servir en el ministerio pastoral? ¿Qué le animaría a hacer?

Aquí hay algunos puntos sobre el camino que trazo en el libro, ¿Soy llamado?.

1. Sé honesto acerca de tus deseos. Si “aspiras al cargo de obispo”, dícelo a tu pastor. Si no tienes un pastor, busca una buena iglesia y consíguete un pastor. No es humilde permanecer en silencio acerca de tus sueños. No eres como María, atesorando “todas estas cosas en [tu] corazón” (Lc. 2:51). Es mucho más provechoso compartir tus sueños. La evaluación de otros sucederá en algún momento; ¿por qué no empezar ahora?

Un paso práctico: Reúnete con tu pastor y comparte tu sentir de llamado y tu deseo por el ministerio. Invítalo a comer para discutir su retroalimentación.

2. Ora. ¿Estás orando consistentemente acerca de tu llamado?

Un paso práctico: Programa tiempos regulares de oración, quizá incluso retiros personales, donde seas capaz tanto de alimentar tu sentir de llamado como de ponerlo en el altar delante de Dios.

3. Empieza a servir. El llamado se revela en el servicio. Un hombre jóven y llamado frecuentemente quiere encontrar un rol ahora mismo que encaje con sus dones. Pero, en esta etapa, la convocatoria no es una garantía para ejercer tus dones; es una invitación para ser un siervo donde sea que se te necesite. ¿Te sientes llamado a predicar a las masas? Genial. Ve y enseña en el ministerio de niños. Es un excelente lugar para empezar.

Un paso práctico: Ve con tus líderes y pregunta: “¿Dónde hay más necesidad en nuestra iglesia?”. Luego haz lo que sea que necesites hacer. Servir en la oscuridad puede hacer más para moldear a un futuro líder que una docena de años de buscar la posición perfecta.

4. Busca consejo y evaluación. ¿Estás buscando activa y constantemente la sabiduría de hombres que te conocen y saben de tu sentir de llamado?

Un paso práctico: Sigue invitando a comer a tu pastor; invita su perspectiva continua en tu vida personal. También cultiva comunión y rendición de cuentas con hombres sabios de tu edad y mayores.

5. Estudia. ¿Estás haciendo más profundo tu pozo teológico a través de un estudio sistemático de sana doctrina y teología bíblica?

Un paso práctico: Pídele a tu pastor una lista de libros para estudiar. Luego haz un plan para cómo y cuándo completarás ese estudio, y dáselo a tu pastor para que pueda darte seguimiento.

6. Madura. ¿Cómo se alinea tu vida ahora mismo con las características de un anciano que se encuentran en 1 Timoteo y Tito? ¿Dónde necesitas crecer?

Un paso práctico: Busca rendir cuentas regularmente y ser corregido por aquellos que son más cercanos a ti. Si estás casado, comienza con tu esposa. Como dice Wayne Grudem: “No es opcional que la vida [de los pastores] sea un ejemplo para que otros imiten; es un requisito”.

7. Persevera con paciencia. ¿Estás comprometido a esperar que Dios te lleve al ministerio en lugar de negociar ansiosamente tus propias oportunidades?

Un paso práctico: Procura una vocación de la que puedas vivir y crecer. Desarrolla habilidades empleables para que no dependas del ministerio para sobrevivir.


Imagen: Lightstock
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