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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Un líder de convicciones: 25 principios para un liderazgo relevante (B&H Español, 2017), de Albert Mohler.

El liderazgo es el mayor desafío intelectual que se pueda imaginar. Seamos sinceros: el liderazgo sería mucho más fácil si los seres humanos fuéramos menos complejos, pero así es como somos. Hasta el mundo de nuestros pensamientos es más complicado de lo que solemos darnos cuenta.

Las cosmovisiones operan organizando las ideas. En el ámbito más básico de nuestro pensamiento, cada uno de nosotros opera basado en una comprensión unificada del mundo. Como dice Sowell, estas cosmovisiones son “las formadoras silenciosas de nuestros pensamientos”. Hasta podría decirse que son conjuntos de ideas que hacen que el mundo sea operativo para nosotros. Si no creyéramos estas ideas, no sabríamos cómo interpretar el mundo. No podemos reevaluar nuestra comprensión básica de la realidad cada vez que nos despertamos. Los juicios morales básicos forman parte sustancial de nuestra cosmovisión. 

Una cosmovisión centrada en Dios lleva todo problema, asunto, o preocupación cultural a someterse a lo que la Biblia revela, enmarcando toda comprensión dentro del propósito supremo de traer mayor gloria para Dios. Esta tarea de traer todo pensamiento cautivo a Cristo requiere más que un pensamiento cristiano aleatorio y debe entenderse como la tarea de la Iglesia, y no como la mera preocupación de los creyentes en forma individual. La recuperación de la mente cristiana y del desarrollo de una cosmovisión cristiana integradora requerirá la más profunda reflexión teológica, la más consagrada aplicación de la erudición, el compromiso más sensible con la compasión, y el valor necesario para enfrentar todas las preguntas sin temor.

El cristianismo le trae al mundo una comprensión única del tiempo, de la historia, y del significado de la vida.

El cristianismo le trae al mundo una comprensión única del tiempo, de la historia, y del significado de la vida. La cosmovisión cristiana contribuye con una comprensión del universo y de todo lo que hay en él, señalando algo muy superior a un mundo material que entró en existencia solo a través del tiempo y del azar. Los cristianos comprenden que toda la creación se dignifica por el solo hecho de que fue Dios quien la creó. Al mismo tiempo, comprendemos que debemos ser mayordomos de esta creación y que no debemos adorar lo que Dios ha creado. Comprendemos que cada ser humano ha sido hecho a imagen de Dios y que Él es el Señor de la vida en cada etapa del desarrollo humano. Honramos la santidad de la vida humana porque adoramos al Creador. 

Todo cristiano tiene la responsabilidad de desarrollar una cosmovisión auténticamente cristiana, pero los líderes se enfrentan a ese deber de un modo que es aún más urgente. Debemos ser fieles en el discipulado de la mente antes de poder esperar fidelidad y madurez en aquellos a quienes guiamos.

El liderazgo es el arte humano consumado. Requiere nada menos que los líderes moldeen la manera en que sus seguidores ven el mundo. El líder debe moldear la manera en que los seguidores piensan sobre lo que es real, lo que es verdad, lo que es correcto y lo que es importante. Los cristianos saben que toda verdad está unificada y, por ende, estas cuestiones también lo están. Los líderes apuntan a lograr un cambio duradero y un alineamiento común respecto a estos asuntos. 

Richard Weaver tenía razón cuando afirmó sin rodeos que “las ideas tienen consecuencias”. Sin duda, es así. Las ideas impulsan la historia y moldean otras ideas. Por eso, la realidad de la cosmovisión es tan importante. El líder eficaz cambia la manera de pensar de sus seguidores respecto al mundo.


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Imagen: Lightstock.
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