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La mañana del domingo 3 de junio se reportó la segunda erupción del año del volcán de Fuego en Guatemala, localizado a unos 50 kilómetros de la capital del país. El estratovolcán, situado entre los departamentos de Sacatepéquez, Escuintla, y Chimaltenango, se encuentra entre los más activos de Centro América. En los boletines informativos más recientes, las autoridades informan que el domo volcánico continúa generando fuertes explosiones, provocando columnas de ceniza que alcanzan hasta los 10 mil metros de altura.

Aunque el volcán ya había tenido actividad en febrero de 2018, las autoridades informan que la reciente erupción ha sido la más violenta en décadas.

Las erupciones han generado peligrosos flujos piroclásticos, que son una especie de avalancha compuesta de gases ardientes y sólidos que descienden del volcán de Fuego. Según United States Geological Survey, estos materiales pueden superar los 800 °C y pueden ser “extremadamente destructivos y mortales debido a su alta temperatura y movilidad”.

El último reporte de la Conred (Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres) informa que la explosión del 3 de junio ha provocado el fallecimiento de 25 personas, mientras que al menos 20 individuos se reportan heridos. Hasta el momento el gobierno ha evacuado a un total de 3,265 personas; sin embargo, los afectados por la actividad volcánica alcanzan las 1,702,130 personas.

El aeropuerto de la Ciudad de Guatemala suspendió temporalmente sus actividades debido a la arena volcánica depositada en su única pista de aterrizaje. Se reportó que las operaciones se reanudaron después de que las actividades de limpieza concluyeran la mañana del lunes.

En varios municipios del país las alertas se han incrementado a nivel rojo:

“Derivado de la segunda erupción del volcán de Fuego, las alertas se han incrementado a nivel rojo en Escuintla, Alotenango, Sacatepéquez, Yepocapa y Chimaltenango, mientras que a nivel institucional se ha incrementado a nivel Anaranjado”.

¿Qué podemos hacer como creyentes?

Los desastres naturales como este nos recuerdan lo frágiles que son nuestras vidas y lo impredecible de nuestras circunstancias. No dejemos de orar por Guatemala, por las personas afectadas, y por las autoridades responsables de hacer el bien a sus ciudadanos en medio de esta tragedia (Ro. 13:4).

Evitemos compartir información poco confiable a través de nuestras redes sociales y mantengámonos atentos a las indicaciones de canales oficiales, como la Conred. Si estás cerca del área afectada, infórmate acerca de las recomendaciones de seguridad para las erupciones volcánicas. Distintas iglesias y organizaciones se han levantado como centros de acopio y refugios; también se ha convocado a la limpieza de la arena volcánica que continúa cayendo en la región. Seamos sabios para ayudar sin obstaculizar las actividades de rescate.

No olvidemos que nuestra intercesión y ayuda no solo deben ser hoy. La restauración de las comunidades afectadas tomará tiempo. Seamos sensibles para continuar atentos a las necesidades de nuestro prójimo durante el tiempo que sea necesario.

Justin Burkholder, uno de los pastores en Iglesia Reforma, en la ciudad de Guatemala, nos recuerda cuál debe ser nuestra respuesta como Cuerpo de Cristo cuando nos enfrentamos a situaciones devastadoras como esta:

Estos momentos son oportunidades para que los seguidores de Jesús lloren con los que lloran. Reconocemos el dolor causado por este tipo de desastre, y no podemos simplemente responder con clichés como “todo estará bien” o “Dios está en control”. Aunque creemos estas cosas, no podemos minimizar el impacto sobre las personas afectadas. Ciertamente vemos cómo la creación gime para la revelación de los hijos de Dios (Ro. 8).

Al mismo tiempo, estas son oportunidades para que el seguidor de Jesús sirva tal y como nuestro Rey Jesús. El no vino para ser servido sino para servir. Y nosotros, como ciudadanos de su reino, con nuestras manos y nuestros recursos cuidamos y protegemos del vulnerable. Servir de esa forma es una imagen de evangelio, donde nosotros quienes éramos los vulnerables fuimos rescatados por Jesús.

Aunque la tierra se estremezca, nuestro Dios sigue gobernando con poder sobre todas las cosas (Sal. 75:3). Que Él nos use para mostrar su amor a los necesitados con nuestras manos y oraciones, y para proclamar con valor su evangelio en cada rincón de Guatemala.


Imagen: Al Jazeera
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