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Casi siempre se ha visto a Lea como la “segundona”, la que estropeó el romance entre Jacob y Raquel, pero creo que es injusto tacharla de esa manera. Es más, en mi opinión y a la luz de la Palabra de Dios, creo que Lea fue una mujer utilizada por el Señor que tuvo que sufrir el menosprecio de su propia familia. Veamos un poco de la historia.

Lea es utilizada y menospreciada

Jacob, huyendo de su hermano Esaú y después de varias semanas de camino, llegó a su destino, a donde vivía su tío Labán. Este lo acogió en su casa y al poco tiempo acordaron que Jacob trabajaría durante siete años a fin de casarse con Raquel, la hija pequeña de Labán. Fue un amor casi a primera vista.

Lea era la hermana mayor de Raquel y lo primero que se nos dice de ella es que sus ojos eran delicados; tenía ojos alicaídos, tristes. Quizá pudiera ser por alguna enfermedad que tuviera en la vista, aunque no estamos seguros de eso.

Pasaron los siete años de trabajo de Jacob y llegó el día de su boda con Raquel. Era costumbre, en aquella época, cubrir a la novia la cabeza con un velo. Así que, después de la ceremonia y la fiesta, Labán llevó a Lea en lugar de Raquel al lecho de Jacob, y este no se dio cuenta hasta la mañana siguiente (Gn. 29:23-26).

¡Qué engaño! ¡Qué decepción! ¡Qué fraude! Quizá la primera en sentirse ofendida y utilizada sería la propia Lea. Ella no planeó este engaño con su padre, simplemente le obedeció. 

Cuando Jacob demandó explicaciones a Labán. Este se excusó diciendo que no era costumbre dar a la hija menor en matrimonio antes que a la mayor. ¡Pero eso ya lo podía haber dicho antes! El engañador Jacob fue engañado. Entonces Labán y Jacob llegaron otra vez al acuerdo de trabajar otros siete años por Raquel (v. 27-30).

Jacob amaba más a Raquel y Lea fue menospreciada. Es interesante lo que nos cuenta la narración: “Vio el Señor que Lea era aborrecida, y le concedió hijos” (v. 31). Dios consoló de esa manera a Lea.

Lea es bendecida por Dios

Tendría que ser muy difícil tener a su hermana por rival y, además, saber que Jacob amaba más a Raquel. Sin embargo, vemos cómo Lea fue aprendiendo a tener contentamiento. En los nombres de sus hijos miramos ese proceso en el que ella finalmente descansa en su Dios:

“Y concibió Lea y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Rubén (Vean, un hijo), pues dijo: ‘Por cuanto el Señor ha visto mi aflicción, sin duda ahora mi marido me amará’. Concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Por cuanto el Señor ha oído que soy aborrecida, me ha dado también este hijo’. Así que le puso por nombre Simeón (El que oye). Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Ahora esta vez mi marido se apegará a mí, porque le he dado tres hijos’. Así que le puso por nombre Leví (Apegado). Concibió una vez más y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Esta vez alabaré al Señor’. Así que le puso por nombre Judá (Alabado). Y dejó de dar a luz”, Génesis 29:31-35.

Por su parte, Raquel tuvo envidia de Lea porque le daba hijos a Jacob y ella no podía concebir. Así que le dio a Jacob su criada Bilha y, a través de ella, tuvo dos hijos. Después, Lea le dio a su criada Zilpa a Jacob y concibió dos hijos más:

“Escuchó Dios a Lea, y ella concibió y dio a luz el quinto hijo a Jacob. Entonces Lea dijo: “Dios me ha dado mi recompensa porque di mi sierva a mi marido.” Y le puso por nombre Isacar (Recompensa). Concibió Lea otra vez y dio a luz el sexto hijo a Jacob. Y Lea dijo: “Dios me ha favorecido con una buena dote. Ahora mi marido vivirá conmigo, porque le he dado seis hijos.” Y le puso por nombre Zabulón (Exaltado). Después dio a luz una hija, y le puso por nombre Dina”, Génesis 30:17-21.

Al final, Lea tuvo seis hijos y una hija. Fue una madre piadosa y, en los nombres que le puso a sus hijos podemos ver su relación tan íntima y personal con Dios.

En toda la narración bíblica de estos acontecimientos, podemos ver también que Lea fue una mujer totalmente fiel a su marido Jacob. Ella le amaba y no se cansó de buscar su amor. Aunque Jacob la trató bien y la llegó a amar también, Raquel siempre sería la preferida. Mientras tanto, Lea era una mujer de fe y oración: buscaba y clamaba a Dios por su difícil situación; al fin y al cabo, no fue decisión de ella casarse con Jacob.

Cuando Jacob regresó a Canaán con toda su familia, Raquel murió en el camino y Lea llegó a ser su única esposa. No más rivalidades, no más menosprecios. Más adelante, leemos que de su hijo Judá vino el Mesías, el Salvador; y de su hijo Leví, la tribu dedicada al sacerdocio y al servicio de Dios en el tabernáculo y en el templo, de donde salieron Moisés y Aarón. Sin duda, Dios bendijo grandemente a esta mujer.

La Biblia no nos dice nada más sobre Lea. No sabemos cómo ni cuándo murió, pero lo que sí sabemos es que fue tratada con honor al ser enterrada en la cueva donde sepultaron a Abraham, Sara, Isaac, y Rebeca, y donde el mismo Jacob sería sepultado (Gn. 49:31).

Lecciones que aprendemos de Lea

Hay al menos tres lecciones importantes que aprendemos de la vida de Lea.

En primer lugar, nos recuerda el diseño divino de Dios para el matrimonio: un hombre y una mujer. Esto parece obvio, pero creo que se debe recalcar. La bigamia solo trae problemas y amarguras dentro de la relación familiar. Una esposa es amada y la otra despreciada. Hay celos y envidias. Con razón la enseñanza bíblica sobre el matrimonio plantea un solo marido con una sola mujer. Posteriormente, la ley prohibió el casamiento simultáneo con dos hermanas (Lv. 18:18).

En segundo lugar, Lea nos recuerda el valor de un carácter piadoso. A pesar de las circunstancias adversas que soportó, en ningún lugar se nos dice que Lea era una mujer amargada y quejica. Por el contrario, la vemos llevando siempre su causa delante de Dios.

Por último, Lea nos recuerda la importancia de descansar y confiar en Dios. ¿Cómo actuamos nosotras cuando las circunstancias son adversas? ¿Nos quejamos? ¿Nos deprimimos? ¿Le echamos la culpa a Dios? Lea debe ser un ejemplo y reto para todas. Aprendamos a echar toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotras (1 P. 5:7). El apoyo o amor que Lea no pudo encontrar en su hermana ni en su esposo, lo encontró en Dios. Por medio de Cristo y su obra redentora, nosotras también podemos descansar y estar satisfechas en Él.

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