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Me gusta conocer diferentes lugares, países, y culturas, así como la historia detrás de ellos. Puesto que tengo recursos limitados para viajar por el mundo, la mejor forma que tengo de ir a esos sitios es de forma virtual, gracias al Internet.

En uno de mis “viajes electrónicos” me topé con la historia de una de las estructuras más famosas del planeta. Cuando se construyó para una exposición internacional en 1889, fue catalogada como monstruosa por los ciudadanos de la ciudad. Demandaron que fuera derribada cuando se terminara la exposición. Pero desde el momento en que el ingeniero Gustave Eiffel la concibió, él se enorgulleció de ella y la defendió de sus detractores. Él sabía que estaba destinada a la grandeza.

Hoy es una de las maravillas del mundo moderno y se levanta como el lugar más destacado de París. ¿Quién podría imaginar la fama que iba a tener esa estructura, llegando a ser un ícono para identificar a todo un país? Solo su creador tenía la convicción de lo que esa estructura podría llegar a ser.

De igual forma, nos asombramos en la Biblia por la lealtad de nuestro Señor a otra estructura, la Iglesia. Él se encarnó y entregó su vida por ella. Luego, al resucitar, confió dicha estructura a un grupo ordinario de discípulos, a quienes defendió, por quienes oró, y a quienes preparó para difundir el evangelio.

Para los de afuera, ellos y nosotros pudiéramos parecer un grupo de incapaces, débiles, y desatinados. Pero Jesús, el arquitecto, sabe que esta estructura es relevante, como vemos en el texto del apóstol Pablo en 1 Timoteo 3:14-16:

“Te escribo estas cosas, esperando ir a verte pronto, pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad. E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne, vindicado en el Espíritu, contemplado por ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.

¿Por qué darle tanta importancia a la iglesia?

Para entender un poco más lo que Pablo enseña en 1 Timoteo 3:14-16, debemos saber que ese texto pertenece a una carta escrita a Timoteo, su hijo en la fe, cuando este último estaba a cargo de pastorear la iglesia en Éfeso.

La situación del momento era retadora para el joven Timoteo, ya que falsos maestros se habían infiltrado las puertas de la iglesia (1:6-7). En los primeros capítulos de la carta, Pablo motiva a Timoteo a confrontar a estos engañadores (1:3, 18-20) y a poner orden en la iglesia y sus reuniones (3:15), definiendo el rol de los hombres (2:8), mujeres (2:9-15), obispos (3:1-7), y los diáconos y diaconisas que la conforman (3:8-13).

Los creyentes pertenecemos a Dios porque Él nos compró con la sangre de su Hijo.

Al ver la importancia que Pablo le da a los detalles, cualquiera podría preguntarse: ¿por qué es tan celoso con lo que pasa en el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:27)? ¿Por qué detenerse a explicar los límites de las mujeres en la Iglesia, el rol de los hombres, y detallar los requisitos de sus líderes?

Nosotros tal vez resumiríamos estas preguntas en una sola: ¿por qué es la iglesia relevante? Teniendo tantos medios para escuchar sermones, conferencias, y leer libros de hombres muy preparados, ¿por qué la iglesia sigue siendo importante? El pasaje muestra al menos tres razones.

1. La Iglesia es relevante por su identidad

Pablo le escribe a Timoteo: “para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo” (v.15b). En otras palabras, Pablo da sus instrucciones debido a la identidad que Dios le dio a su pueblo.

La iglesia es identificada como la “casa de Dios” (v. 15). La palabra usada para “casa” en griego es “oikos”, que puede traducirse como la edificación donde viven las personas mismas, o sea la familia. La mayoría de los estudiosos entienden que Pablo se refiere a la familia de Dios.[1] En otras palabras, la iglesia está formada por sus hijos e hijas, y Él es Señor y cabeza de esa comunidad. Esto implica que la iglesia es el lugar donde aprendemos a vivir, como en el hogar, y debemos enfatizar las relaciones de sus miembros.

Solemos cometer el error de tratar a la iglesia como si fuera un club social donde se desarrollan actividades para entretenernos y servirnos, o como una compañía donde se deben cumplir metas, según sus programas y estrategias. En realidad, en una familia lo más importante es el trato y el desarrollo de las relaciones entre los miembros. Asimismo, Dios está interesado en que nuestras relaciones lleven la prioridad sobre los esquemas y las estructuras. No podemos olvidar que “la gente” es la meta del plan de Dios y no las actividades en sí mismas.[2]

También debemos resaltar que esta familia tiene un apellido: es la familia “de Dios”. Le pertenecemos a Él porque Él nos compró con la sangre de su Hijo (Hch. 20:28, Ap. 5:9). Esto tiene muchas implicaciones en nuestro día a día. Nos regimos por sus estándares, no por los nuestros ni los del mundo. Vivimos para la gloria de Dios (1 Co. 10:31).

Notemos además que la palabra para iglesia es ekklesia, que hace referencia a una asamblea o congregación. Así que la iglesia es la congregación de quienes han sido separados para el Dios vivo, uno que no es como los ídolos que se adoraban en Éfeso. Él es un Dios que habla, obra, y se relaciona con los suyos. Nuestra identidad como ekklesia implica el llamado a mantenernos separados de aquel lugar de donde fuimos sacados si queremos honrar a nuestro Redentor.

Los cristianos poseemos una identidad dada por Dios que no ha cambiado y portamos un mensaje que debe ser proclamado.

2. La Iglesia es relevante por su misión

Tenemos una tarea: ser “columna y sostén de la verdad”. Solemos entender que una columna es donde reposa la carga de una edificación. Sin embargo, en los tiempos de Timoteo en Éfeso, esta tenía una función muy particular, como explica William Barclay:

“En la ciudad de Éfeso […] la palabra columna tenía un significado especial. La mayor gloria de Éfeso era el templo de Diana o Artemisa […]. Era una de las siete maravillas del mundo. Una de sus excelencias eran sus columnas. Contenía ciento veintisiete columnas, cada una de ellas había sido el regalo de un rey. Todas estaban hechas de mármol y algunas estaban adornadas con joyas y recubiertas de oro.

La gente de Éfeso sabía muy bien cuán hermosa podía ser una columna. A menudo, la estatua de una persona famosa se colocaba en la parte superior de una columna para que se destacara sobre todas las cosas ordinarias y así se pudiera ver claramente, incluso desde la distancia. La idea aquí en el texto es que el deber de la Iglesia es mantener bien alta la verdad de tal manera que todos puedan verla”.[3]

Al mismo tiempo, la frase “sostén de la verdad” se refiere a un fundamento o estructura de apoyo. El fin de ella es mantener en pie, en este caso, la verdad de Dios.

En un mundo que no quiere enfrentarse con la realidad más importante y que con frecuencia desea eliminarla, la Iglesia está llamada a sostener la verdad y defenderla frente a todos los que quieran suprimirla. En los siguientes versos entendemos que Pablo se refiere específicamente al mensaje sobre la vida de Cristo y Su evangelio.

3. La Iglesia es relevante por su mensaje

En el verso 16 tenemos un himno que contiene la verdad del evangelio de forma condensada para que pueda ser fácilmente recordada y confesada en la congregación:

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne, vindicado en el Espíritu, contemplado por ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.

Este himno resume la historia de la salvación, y habla de la encarnación de Jesús, el obrar del Espíritu para probar que Jesús era el Hijo de Dios, la participación de los ángeles en su ministerio, la proclamación mundial de su vida y sacrificio, la fe que proviene como resultado de esta proclamación y, por último, la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado al ascender a los cielos y sentarse a la diestra de Dios en gloria.

Al conocer todo esto, podemos afirmar que la iglesia sigue siendo relevante hoy por las mismas razones por las que Pablo instruye a Timoteo: poseemos una identidad dada por Dios que no ha cambiado, tenemos una misión que nos ha sido encomendada, y portamos un mensaje que debe ser proclamado.

Entonces, ¿puedes ver la importancia de la iglesia? Ella todavía no es perfecta, pero allí es donde aprendemos a vivir, formando parte de una estructura infinitamente más hermosa que la torre Eiffel. Una estructura que fue comprada por la sangre de Cristo y diseñada por Él.


[1] Philip H. Towner, The Letters to Timothy and Titus (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2006), 273.

[2] Miguel Núñez, Una iglesia conforme al corazón de Dios (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2011), 22.

[3] William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento 17 tomos en 1 (Viladecavalls: CLIE, 2008), 823.


Imagen: Lightstock.

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