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Me ha tocado hablar con mujeres recién casadas que comparten sus frustraciones con su nuevo esposo. Hay algunas áreas en las que generalmente las mujeres desean que sus esposos mejoren, y están cansadas de esperar. Normalmente llegamos a la misma conclusión: puede que sus esposos necesiten madurar, pero probablemente las esposas están luchando con la critica y el legalismo. Podemos ver a nuestro hombre, ver pecado en él y ser muy rápidas e impacientes en señalarlo.

‪Puedo identifcarme. Esa era yo.

‪Recuerdo mi boda como si fuera ayer. Era un frío pero hermoso día de Diciembre. Toda nuestra decoración era roja, blanca y verde para reflejar la estación. Fue todo lo que soñamos y más.

‪Después de la luna de miel, regresamos a nuestra casa ansiosos de comenzar nuestras nuevas vidas juntos como uno. Pero pronto el cuento de hadas terminó y la vida real comenzó. No lucía como me había imaginado. No había problemas evidentes. No habían problemas de pecados profundos. Pero yo estaba extremadamente consciente de las carencias de mi esposo y contenía mis pensamientos.

‪Yo era rápida en señalar el pecado e impaciente en compartir “observaciones” sobre cómo él podría cambiar y crecer como líder, todo bajo el pretexto de ser su compañera. Juzgué a mi esposo severamente nuestro primer año de matrimonio. Yo era crítica. Pensaba que siempre tenía la razón y jugué el rol de ser su “espíritu santo”. Como mencioné, lo cubría con el hecho de ser su ayuda idónea. ¡Error!

¿Acaso no lo ayudaba al compartir mi sabiduría y mis percepciones en cada área de su vida? Seguramente él necesitaba mi ayuda para ser un hombre piadoso. (Obviamente estoy bromeando). Estaba llena de arrogancia y legalismo. “¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?”, Mateo 7:3.

‪Lengua para bendecir y maldecir

‪Santiago puso atención al problema de la santurronería. “Con [la lengua] bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios; de la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”, Santiago 3:9-10. Con mi lengua bendigo al Señor y maldigo a mi esposo hecho a la imagen de Dios. Aunque Dios ve a mi esposo vestido con la justicia de Cristo, hubo momentos en que todo lo que yo veía eran trapos de inmundicia.

‪La mayoría de mis correcciones surgieron más de un deseo de llenar alguna necesidad que de desear su santificación. Mi deseo era que él cambiara para mí, no para complacer y glorificar a Dios. Mis observaciones fueron generalmente (no siempre) egoístas.

‪De nuevo Santiago nos ayuda a ver por qué podemos pelear por motivaciones egoístas. Él escribe, “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra. No tienen, porque no piden”, Santiago 4:1-2. A pesar de que no siempre peleamos por fuera, en mi corazón estaba a menudo cometiendo asesinato. Yo estaba enojada y violenta. Mis “necesidades” no se estaban cumpliendo y por lo que yo iba a luchar.

‪Creciendo en gracia

‪Sé que no estoy sola. No todas estamos esperando pacientemente a que nuestros esposos cambien y crezcan. Podemos ser críticas, llenas de ira y acusadoras. Cuando nos obsesionamos con pequeñas preferencias, el resultado puede ser extremadamente dañino. Podemos llegar a estar insatisfechas, amargadas, e incluso a desear tener otro hombre. Las mujeres pueden ser duras con sus hombres. Tenemos que recordar que no hay una talla única de piedad que sirva para todos.

‪Sobre todo, debemos orar por ellos. Nuestro trabajo no es ser su “espíritu santo”, llamándoles la atención por cada pecado que notamos. Gracias a Dios, nuestro Padre celestial no nos trata así. Dios es gentil y amable, lento para la ira y lleno de amor. Dios puede ayudarnos a aprender a amar a nuestro esposo con un amor que es tierno, amable y lleno de afecto y gracia.

‪Hoy, nueve años después, todavía estoy aprendiendo a ayudar amorosamente a mi esposo, pero sobre todo estoy aprendiendo a disfrutarlo. He crecido en la búsqueda de áreas de gracia y virtudes. Dios me ha ayudado a usar mi lengua para animar, edificar y alabarle por cómo Dios lo ha creado, en lugar de humillarlo por cómo Dios no lo creó.

‪Y así como yo no estoy sorprendida por mi pecado, tampoco estoy sorprendida de que Dios me ayude a crecer en esta área. Dios hace que todas las cosas cooperen para bien para aquellos que le aman (Romanos 8:28). Él ofrece la vía de escape para nuestra santurronería pecaminosa  (1 Corintios 10:13). Promete terminar la buena obra que ha comenzado en ti y en mí (Filipenses 1:6). ¡Estas son buenas noticias para nosotras! Dios es fiel.

‪Sorprendentemente, aun cuando fallo en la tentación de juzgar a mi esposo, Dios permanece comprometido en perdonarme por mis pecados; no solo en parte sino completamente. Mi pecado está cubierto en la sangre de Cristo Jesús. Y hermana, el tuyo también.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition.
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