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Nota del editor: 

Este artículo forma parte de una serie semanal para leer durante el Adviento. Es un fragmento adaptado del libro 25 razones por las que nació Jesús (Editorial Autores de Argentina, 2020), por Scott Jackson. Espera un artículo de la serie todos los viernes hasta el 25 de diciembre.

Cuando estuve en los Boy Scouts, pasé una semana completa en el campamento de verano aprendiendo a ser salvavidas. Comencé a nadar desde chico y siempre me sentí como pez en el agua. Sin embargo, aprender a rescatar a una persona que se estaba ahogando no fue nada fácil. Ya pasaron más de 30 años desde aquella clase, pero todavía puedo recordarla porque aprendí información interesante y, además, porque representó un desafío físico para mí.

Aprendí que, para un salvavidas, saltar al agua para salvar a una persona en situación de ahogo es siempre la última opción: solo se debe hacer eso cuando se agotaron todas las demás opciones. Esto explica por qué, normalmente, cuando vas a una piscina pública o al mar, observas diferentes elementos que pueden usar los salvavidas, como esas varas largas con un gancho al final, tubos de rescate, aros salvavidas, etc. Recuerdo que me enseñaron que, si estábamos en un lugar donde no teníamos herramientas para el rescate, debíamos ser ingeniosos y usar lo que hubiera a la mano para tratar de alcanzar a la víctima, incluso, elementos como los pantalones que llevamos puestos, ya que podrían ayudarnos a llegar hasta la víctima y asistirla.

Jesús se encarnó con el fin de llevar a cabo el rescate más maravilloso

Pero ¿por qué saltar al agua y nadar directo hasta la persona ahogada es el último recurso? Bueno, una persona que se está ahogando es una fuerza que debemos tener en cuenta. Por lo general, se trata de alguien que está en pánico, sacudiendo los brazos, buscando de dónde agarrarse y sin poder pensar con claridad. El que se está ahogando puede llegar a hundir a los nadadores más fuertes y habilidosos debajo del agua, hasta provocarles la muerte. Es una tarea de riesgo, y por eso es que el trabajo de un salvavidas es tan noble.

Si nos trasladamos al plano espiritual, podríamos decir que Jesucristo es el más noble de todos los salvavidas. Tal como un salvavidas generalmente se sienta sobre una plataforma para ver a todos los bañistas, Cristo, antes de que naciera, estaba en un lugar perfecto de gloria y amor, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Sin embargo, vio nuestra condición y se dio cuenta de que no podíamos salvarnos.

Juan, en su relato sobre Jesús, dice lo siguiente acerca de Él:

“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios… El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1-2,14).

Es importante recordar que Jesús ya existía antes de Su nacimiento en esta tierra. Jesús se encarnó, estuvo dispuesto a dejar el cielo y enfrentar los peligros de este mundo. ¡Estuvo dispuesto a darlo todo con el fin de llevar a cabo el rescate más maravilloso!

Debido a que no existe nadie que sea completamente justo, todos estamos en la misma situación: necesitamos que alguien nos rescate

Con Dios, no existen las parcialidades; Él demanda lo mismo de cada persona: justicia absoluta. Debido a que no existe nadie que sea completamente justo, todos estamos en la misma situación: nos estamos ahogando y necesitamos que alguien nos rescate. Esa es la mala noticia. No obstante, la buena noticia es que Dios suple Su exigencia. La entrega de Su único Hijo no solo representó un gran sacrificio, sino que también fue la única manera de rescatarnos, la única forma de recibir vida. Si nosotros hubiéramos podido salvarnos por nuestras propias fuerzas y capacidades, entonces Él no habría necesitado rescatarnos. De hecho, ningún salvavidas se tiraría al agua para salvar a una persona si supiera que esta puede llegar a la orilla por su cuenta.

Observa el siguiente pasaje de Efesios:

“Y Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados)” (Efesios 2:1-5).

Antes de obtener la salvación de Jesús, la Biblia dice que estábamos muertos. Esto se debe a que, si Jesús no está en nosotros, estamos separados de Dios y somos esclavos del pecado: el pecado controla nuestra vida. Asimismo, declara que estamos muertos porque una persona muerta no puede hacer nada para cambiar su situación: somos totalmente incapaces de salvarnos. Pablo también se refiere a nuestra incapacidad para salvarnos en Gálatas 2:21: “No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano”.

Si alguna vez me estuviera ahogando en el mar y me rescatara un salvavidas, estoy seguro de que hay algo que haría el resto de mi vida: buscar formas de agradecer y honrar a esa persona. Así es como buscan vivir quienes han sido rescatados por Jesús: en gratitud por lo que Él ha hecho y con el deseo de hacer todo lo posible para honrarlo.

No hay motivo mayor ni más importante por el cual necesitas a Dios que ser salvo de tu propio pecado

Tal vez sientas que nunca aceptaste la salvación ni la vida que ofrece Jesús; puedes reconocer tu situación delante de Él. Reconoce que has pecado y no eres completamente justo, y acepta la provisión que Él te ofrece como Salvador.

Las siguientes palabras de esta canción que mi hija aprendió en la Escuela Bíblica de Vacaciones (VBS, en inglés) el año pasado pueden ser adecuadas para tu oración:

“Señor, aquí estoy. Las olas rugen alrededor de mí.

¡Te necesito, Dios, en este momento! Rescátame;
puedo sentir que el agua sube poco a poco.
Rescátame, Jesús. Rescátame, Señor.

Estoy en las profundidades y no puedo salvarme;
solo Tú puedes ser la ayuda que necesito.
Rescátame. Rescátame. Jesús, rescátame”.
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Espero que esta canción te lleve a hacer una oración similar hoy. Quisiera agregar que en tu oración también le digas al Señor de qué necesitas ser rescatado. Puede que haya muchas cosas en tu vida que te hacen sentir como si te estuvieras ahogando, pero no hay motivo mayor ni más importante por el cual necesitas a Dios que ser salvo de tu propio pecado.

Preguntas para reflexionar

  • ¿Sé que Jesús me rescató o siento que me estoy ahogando en el mar de la vida?
  • ¿Entiendo cuál es el motivo por el cual Jesús me salva?
  • ¿Estoy llevando una vida de gratitud por lo que Jesús hizo por mí?

Lectura para profundizar

Filipenses 2:5-11.


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1 “Rescue Me” Castaway Sing & Play Music CD. Shipwrecked VBS. 2018.
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