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A primera vista, es raro que el Hijo de Dios se llame a sí mismo el Hijo del Hombre. Este es el título que más usa para referirse a sí mismo en los Evangelios. Puede parecer que es un nombre que nos habla de la humildad de Jesús, de cómo Él se hizo humano, ¿cierto?

Esto tiene mucho sentido, pero el resto de la Biblia nos muestra también que este título es nada menos que una de las declaraciones más explícitas e importantes de la dignidad y grandeza de Jesús. 

Jesús se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre para señalar que Él es el “Hijo del Hombre” de la profecía de Daniel, a quien el Anciano de Días (Dios) le da todo poder y autoridad en la tierra y en el cielo. Así escribió el profeta:

“Seguí mirando en las visiones nocturnas,
y en las nubes del cielo
Venía uno como un Hijo de Hombre,
que se dirigió al Anciano de Días
y fue presentado ante Él.
Y le fue dado dominio,
gloria y reino,
para que todos los pueblos, naciones y lenguas
le sirvieran.
Su dominio es un dominio eterno
que nunca pasará,
y Su reino uno
que no será destruido” (Daniel 7:13-14, énfasis añadido).

Podemos estar seguros de que Jesús se refiere a esta profecía, gracias a sus palabras en su discurso sobre los últimos tiempos. Allí habla de su segunda venida señalándose como aquel de quien de Daniel escribió: “Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en las nubes con gran poder y gloria…” (Mr 13:26).

Este título habla entonces de la autoridad y poder de Jesús. Habla de quién es Él y su soberanía. Fue por usar este título para sí mismo que muchos judíos y fariseos se opusieron a Él, pues no veían en Jesús a un líder militar que los liberaría de la opresión del Imperio romano y gobernaría en todo el mundo. ¿Cómo podría Jesús aplicarse ese título cuando parecía evidente que no tenía poderío para gobernarlo todo? Los judíos no podían responder esto y por eso se escandalizaban.

Como si eso fuera poco, Jesús llegó a implicar que el Hijo del Hombre es igual a Dios, elevando aún más el significado del título (ver Lc 5:21-24), mientras en otra ocasión rechazó la oportunidad de ser hecho rey por las personas (Jn 6:15). Lo primero fue visto como nada menos que blasfemia para los judíos mientras lo segundo fue una decepción y los dejó confundidos.

Para entender más la importancia y el significado de este título en la Biblia, vale la pena señalar que aparece también en el Salmo 8, donde la frase “hijo del hombre” es asociada al Mesías y Su reino. El salmista escribe:

“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que Tú has establecido,
Digo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
y el hijo del hombre para que lo cuides?
¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles,
y lo coronas de gloria y majestad!
Tú le haces señorear sobre las obras de tus manos;
todo lo has puesto bajo sus pies:
Todas las ovejas y los bueyes,
y también las bestias del campo,
las aves de los cielos y los peces del mar,
cuanto atraviesa las sendas de los mares” (vv. 3-8, énfasis añadido).

Aunque parece que el salmo habla primeramente de la dignidad que Dios le ha dado al hombre, el Nuevo Testamento despliega más aún el significado de este salmo al mostrarnos que, en última instancia, se trata de Jesús. El autor de Hebreos cita textualmente el salmo para hablar de Jesús (cap. 2:6-8) y añade: “Pero vemos a Aquel que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios probara la muerte por todos” (v. 9).

De hecho, otro de los temas de este salmo es que nos presenta a Dios (y por implicación al hijo del hombre) conquistando y venciendo sobre sus enemigos por medio de lo que aparentemente es débil y menospreciado (v. 2). Esto nos apunta a la humillación del Mesías por nosotros. Como explica el teólogo G. K. Beale:

La respuesta a la pregunta de cómo Jesús podría verse a sí mismo como el verdadero Hijo del Hombre se encuentra en el tema que ya se halla en el Salmo 8, donde el Hijo del Hombre debía conquistar las fuerzas satánicas a través de una aparente debilidad y no a través del poder físico y militar. Los judíos de la época de Jesús cometieron el error de no identificar la figura del Salmo 8 con la de Daniel 7.[1]

Algo más impresionante aún es que la misma profecía de Daniel nos invita a hacer esa conexión con el Salmo 8, pues nos da pistas de que el Hijo del Hombre hereda su reino solo luego de pasar por sufrimiento: por ejemplo, se habla de los creyentes recibiendo este mismo reino luego de sufrir (Dn 7:21-22), por lo que pudiéramos pensar que el Hijo del Hombre también ha de sufrir. Más adelante se profetiza que el “Mesías Príncipe” será muerto y no tendrá nada (9:26); si este “Mesías Príncipe” es el mismo Hijo del hombre, entonces es de suponer que su humillación y dolor preceden a Su exaltación. Todo esto es reafirmado y revelado con mayor amplitud en el evangelio.

Sin duda, esto nos ejemplifica cómo toda la Escritura habla de Cristo, lo cual debe cambiar la forma en que nos acercamos a la Biblia.

Así que cuando vuelvas a leer a Jesús llamándose a sí mismo el “Hijo del hombre”, te animo a pensar en todo este significado y trasfondo. Como puedes ver, ¡estas tres palabras contienen nada menos que el evangelio resumido!


[1] K. Beale, Redemptive Reversals and the Ironic Overturning of Human Wisdom (Short Studies in Biblical Theology) (Crossway, 2019), loc 1381.
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