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Él era un pastor joven y sonriente, recién salido del seminario, con visión e ideas. Su predicación era clara, fiel a las Escrituras y práctica. La iglesia se sentía bendecida por tenerlo. Pero había un problema. Sus hijos estaban fuera de control y todo el mundo lo sabía. Algunos de los ancianos trataron de decir algo, pero él no escuchó ninguna sugerencia. «Los niños son niños», decía. La iglesia se dio cuenta de que nunca habían examinado su vida familiar. Lamentaron este descuido cuando inevitablemente salieron a la luz otros problemas de liderazgo.  

En 1 Timoteo 3, Pablo enumera las cualidades de los líderes de la iglesia. No se centra en los talentos, sino en las cualidades de carácter. En esta lista, encontramos estas palabras: «Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad; (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?)» (1 Ti 3:4-5). Esta misma cualidad es necesaria para los diáconos (1 Ti 3:12), y cuando examinamos las cualidades de los ancianos en Tito 1, la administración de la casa ocupa un lugar destacado. 

Sin embargo, cuando examino a pastores jóvenes y les pregunto «¿Administras bien tu casa?», escucho respuestas como: «No lo sé» o «Eso espero». ¿Por qué esta desconexión entre lo que la Escritura establece claramente y nuestra propia comprensión? ¿Toleraríamos la misma confusión sobre otras cualidades como ser pendenciero, borracho o avaricioso? Recuperar la importancia de estos pasajes mejorará nuestros hogares y nuestras iglesias. 

Desafío desde el principio 

Es fácil pasar por alto 1 Timoteo 3 si no eres pastor o aspirante a pastor. Sin embargo, estas cualidades son para todos.

Es fácil pasar por alto este texto si no eres pastor o aspirante a pastor. Sin embargo, estas cualidades son para todos

Cada cristiano debe procurar cada cualidad de carácter que Pablo describe. Eso incluye administrar bien nuestras casas. Los líderes actuales, los aspirantes a líderes e incluso las mujeres jóvenes (1 Ti 5:14) deben velar por sus familias. ¿Por qué Pablo haría del liderazgo del hogar un aspecto de la piedad? 

La idea de gobernar bien fue inaugurada al principio de los tiempos. Adán y Eva fueron creados para dirigir y gobernar la creación (Gn 1:28). Nosotros, como sus descendientes y portadores de la imagen de Dios, también recibimos ese mandato. Este gobierno y supervisión no se detendrán, sino que continuarán por toda la eternidad en la nueva creación: los redimidos «reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22:5). Desde el primer capítulo de la Biblia hasta el último, Dios hizo a hombres y mujeres para gobernar y administrar. Parte de nuestra santificación es crecer en esa capacidad.  

El primer ámbito que debemos supervisar es nuestro hogar.  

Lo que gobernar bien no significa

Dejemos claro lo que no implica gobernar bien nuestros hogares. 

Esta frase no significa que nuestros hogares sean siempre serenos y libres de problemas. Cualquiera que dirija personas debe esperar complicaciones. Los pecadores que lideran a otros pecadores siempre tienen problemas.  

Tampoco significa que todos los hijos de un líder deban ser creyentes. Muchos han argumentado esto basándose en un mal entendimiento de Tito 1:6, pero este entendimiento erróneo añade sal a la herida del padre con un hijo pródigo, y debe ser rechazado. Tito 1:6 es una reafirmación de 1 Timoteo 3:4-5; la mejor traducción no es hijos creyentes sino hijos fieles. El poder de cambiar los corazones pertenece al Espíritu Santo y ningún padre puede dar fe salvadora a su hijo.

Lo que gobernar bien significa

Centrémonos ahora en lo que significa esta cualidad. Pablo se centra en un aspecto de la paternidad: «teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad». 

¿Mantener a sus hijos sujetos? Esto es ciertamente ofensivo para los oídos del siglo XXI. ¿Debemos pasar por alto la visión poco ilustrada y retrógrada de Pablo sobre la crianza de los hijos?  

El padre supervisor no es un dictador opresivo que usa el miedo para controlar a sus hijos, sino que dirige con autoridad y afecto

Al contrario, somos nosotros quienes no entendemos. En Efesios 6:1-3, Dios ordena a los hijos que obedezcan y honren a sus padres. Instruir en la obediencia no reprime a nuestros hijos, sino que esto agrada al Señor (Col 3:20) y hará que les vaya bien en la vida. Tito 1:6 declara el mismo principio con diferentes palabras. El anciano debe tener hijos fieles que no sean rebeldes ni desobedientes. A diferencia de Elí o David, toma medidas para corregir a sus hijos (1 S 3:13; 1 R 1:6).    

Pero Pablo declara no solo el resultado del liderazgo sino también la manera: «con toda dignidad». Quizá esto se traduzca mejor como «sin perder la dignidad». O como lo traduce la NVI, «con el debido respeto». En otras palabras, el padre supervisor tiene a sus hijos sujetos sin perder la calma. Se siente cómodo ejerciendo su autoridad, pero no es un dictador opresivo que usa el miedo para controlar a sus hijos, sino que dirige con autoridad y afecto.

Como escribe John Stott: «Aunque el ministerio pastoral es un ministerio de servicio caracterizado por la mansedumbre, también lleva consigo cierta autoridad. No se puede esperar disciplina en una iglesia local si los pastores no han aprendido a ejercer la disciplina en su hogar». 

Un padre que lidera de esta manera es evidente. A sus hijos les encanta estar con él y a él le encanta estar con ellos. Aún así, sigue siendo su padre. Adecuado a la edad de sus hijos, es consciente de que Dios le ha encomendado entrenarlos e instruirlos hasta la madurez. Toma la iniciativa para asegurarse de que obedecen las directrices de sus padres.  

Crece en tus habilidades 

¿Cómo podemos crecer en este aspecto de nuestra santificación? 

  1. Pregunta a tu esposa. Empieza por incluir a tu colaboradora en el cuadro. ¿Ella cree que lideras bien? ¿Le gustaría que fueras menos pasivo? ¿O le preocupa que seas autoritario y que controles hasta lo mínimo?
  2. Pregunta a tus hijos. Los niños mayores pueden ser brutalmente honestos. Observan y opinan. Pregúntales si hay formas en las que puedes crecer. 
  3. No esperes perfección. Más bien, evalúa si tus hijos están en una trayectoria hacia la obediencia. Como líderes, somos responsables de la atmósfera del hogar. Debemos esperar que nuestros hijos nos obedezcan porque Dios lo manda. Pero no nos sorprendemos cuando nuestros hijos nos desobedecen porque son pecadores. Puesto que hay pecado en cada corazón, un padre piadoso recibirá los problemas en el hogar como asignaciones de entrenamiento personal de parte del Señor.

Si recuperamos la importancia de esta cualidad, recuperaremos la prioridad de la vida piadosa en el hogar. De igual importancia es el hecho de que estaremos formando líderes ministeriales con una cualidad vital que se echa mucho de menos: la sabiduría experiencial. ¿Cuántos pastores jóvenes se gradúan del seminario con una carga de conocimiento bíblico, pero solo con un poco de sabiduría relacional? Ambas cosas son necesarias para liderar la casa de Dios. El hogar es donde aprendemos la sabiduría del liderazgo relacional, y es el primer lugar donde la mostramos para la gloria de Dios. 


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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