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Nota del editor: 

Aunque desde Coalición por el Evangelio no acostumbramos el nombrar a falsos maestros, las palabras de Jesús en el Sermón del Monte son tan relevantes hoy como lo fueron en el Siglo I: “Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán” (Mt. 7:15-16). Cada lunes estaremos publicando una entrada de esta serie hasta terminar con una entrada escrita originalmente para nuestros contextos, con el propósito de ayudar a la iglesia a entender mejor las enseñanzas que son contrarias a la sana doctrina. Esta es la tercera entrada de la serie Falsos Maestros. Otras entradas: Arrio, Pelagio, Mahoma.

Joseph Smith

Joseph Smith nació el 23 de diciembre 1805 en Sharon, Vermont. Cuando era un niño su familia se trasladó a Palmyra, en el oeste de Nueva York, donde había mucho avivamiento y fervor religioso debido al Segundo Gran Despertar. El entusiasmo salvaje y las muchas denominaciones presentes confundieron a Smith, y él no sabía qué creer y cómo adorar a Dios. Como escribe en La Perla de Gran Precio: “En el transcurso del tiempo llegué a inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero era tanta la confusión y la lucha entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia con los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién estaba equivocado”.

En 1820, en este tiempo de confusión, Smith leyó Santiago 1:5, que instruye a aquellos que carecen de sabiduría a pedirsela a Dios. De inmediato se retiró a una zona boscosa cerca de su casa para orar por sabiduría y fue en este punto que él recuerda haber tenido una visión de un pilar de luz que descendía del cielo y a Dios el Padre y su Hijo Jesús de pie encima de él en el aire. Smith les preguntó cuál de las denominaciones o sectas tenían razón y a cuál debía unirse. Se le dijo que todas las denominaciones eran malvadas y corruptas.

Fue en el momento de esta experiencia que Smith se convenció de que había sido llamado como profeta de Dios. El 21 de septiembre de 1823, mientras oraba en su cuarto, recibió una visitación angelical. Este ángel, llamado Moroni, le dijo que él había sido elegido por Dios para una gran obra. Él le dijo a Smith sobre un libro escrito sobre planchas de oro que había sido enterrado junto al Urim y el Tumim del Antiguo Testamento. Smith encontró inmediatamente este libro, y, mediante el Urim y Tumin, lo tradujo y publicó en 1830 como El Libro de Mormón. Este fue el mismo año en que se organizó formalmente la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Smith se convirtió en una figura importante y comenzó a acumular seguidores. A medida que el movimiento creció, emigró al oeste, en gran parte debido a que su enseñanza no era bienvenida en muchos lugares y a menudo fue opuesta con amenazas de violencia. Smith se mudó primero a Ohio, luego a Missouri y luego a Illinois. A medida que el movimiento crecía, requirió más y más revelaciones, y Smith las recibió a medida surgió la necesidad. Estas revelaciones continuaron hasta su muerte y se compilaron en un libro conocido como Doctrinas y Convenios.

Hubo luchas dentro de la iglesia mormona, y en la primavera de 1844 llevó a amenazas de violencia entre Smith y otros en la ciudad de Nauvoo, Illinois. El gobernador intervino y encarceló a Smith hasta que pudiera ser juzgado. Sin embargo, antes de que esto pudiera suceder, una turba armada asaltó la cárcel donde estaba siendo cuidado, y Smith fue asesinado a tiros mientras trataba de escapar por una ventana.

Su falsa enseñanza

El corazón de la falsa enseñanza de Joseph Smith fué que él puso su propia autoridad sobre la autoridad de las Escrituras. Añadió su propia revelación a la revelación de la Biblia y se encargó de identificar y corregir lo que él decía eran errores en la Escritura.

Smith creía que la Biblia era corrupta e insuficiente, y por esa razón le quitó y añadió a la revelación escrita de Dios. En cuanto a la corrupción de la Biblia, dijo, “Creo en la Biblia tal como se hallaba cuando salió de la pluma de los escritores originales. Los traductores ignorantes, los escribas descuidados, o sacerdotes corruptos han cometido muchos errores”. Estos errores fueron tanto tipográficos como doctrinales. Para hacer frente a las deficiencias de la Biblia, Smith produjo su propia traducción de la Biblia, haciéndole muchas correcciones y adiciones a diversos libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento.

También afirmó que sus revelaciones de Dios son el único punto de acceso al verdadero evangelio que al parecer se había perdido. El historiador mormón Richard Bushman dice que la característica principal de la vida de Smith era “su sentido de ser guiado por revelación”. Se colocó por encima de todas las revelaciones e interpretaciones de la Biblia anteriores: incluso aquellas de Cristo mismo.

Seguidores y adherentes modernos

Joseph Smith ganó muchos seguidores devotos durante su vida. Inmediatamente después de su muerte, sus seguidores se dividieron en dos grupos principales: los que siguieron a Brigham Young a Utah para convertirse en la moderna “Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días,” y los que se unieron bajo el hijo mayor de Smith, Joseph Smith III para convertirse en la moderna “Comunidad de Cristo” (anteriormente conocida como la “Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”).

Estos son los dos grupos principales que siguen a Joseph Smith hoy. Ellos se siguen adhiriendo a sus enseñanzas falsas acerca de la Biblia y un sinnúmero de doctrinas erradas. Ellos siguen negando la infalibilidad y suficiencia de las Escrituras mientras elevan la experiencia personal por encima de la autoridad de la Biblia. En total suman aproximadamente 15 millones y sus filas siguen creciendo a través de proselitismo constante y sistemático.

¿Qué dice la Biblia al respecto?

La Biblia afirma que es la autoritaria, infalible, inerrante, suficiente revelación de Dios. “Probada es toda palabra de Dios; Él es escudo para los que en Él se refugian. No añadas a Sus palabras, No sea que Él te reprenda y seas hallado mentiroso”(Pr. 30: 5-6). Ofrece esta grave advertencia: “Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguien quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro” (Ap. 22:18-19).

No hay evidencia histórica de que a la Biblia le falte información o que había sido corrompida antes de ser compilada en el Antiguo y Nuevo Testamento. El hecho de que Jesús cita el Antiguo Testamento con tanta confianza y sin ningún indicio de que carece o tiene algún error es razón suficiente para aceptarla como la Palabra pura y verdadera de Dios (Jn. 17:17). El Nuevo Testamento también se ha demostrado en repetidas ocasiones sin cambios y sin mancha desde que fue dado por primera vez por Dios.

La diversidad de interpretaciones y sectas entre los que dicen seguir la Biblia, el mismo contexto que confundió tanto a Smith y lo llevó a crear una religión completamente nueva, no significa que la Biblia misma es ambigua o que carece en ninguna manera. Se nos dice que esperemos divisiones y facciones entre el cuerpo, “a fin de que se manifiesten… los que son aprobados” (1 Co. 11:18-19). El mormonismo mismo se ha reducido en un sinfín de peleas y divisiones, demostrando que el problema cuando la iglesia es fracturada no es que las Escrituras estén corrompidas sino corazones corrompidos.


Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies. Traducido por Kevin Lara.
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