Estás sentado en otra clase de la universidad, escuchando la voz monótona que suelta palabras cultas en el aire. Sientes que estás en una sala de espera, mientras llega ese día en el que, vestido de birrete y toga, por fin llamarán tu nombre, y con mucha expectativa pasarás de ser estudiante a un adulto maduro y listo para enfrentar la vida de hombre. Solo entonces, todo el esfuerzo, tiempo y dinero habrán valido la pena.
Muchas veces de jóvenes tenemos esta mentalidad en cuanto a la vida estudiantil. Parece que ser estudiante se trata de acostumbrarte al «todavía no».
El problema con esta perspectiva es que menospreciamos el tiempo de estudiante como un mal necesario para llegar a algo más. Pero, joven cristiano, Dios no quiere que desperdicies tu tiempo de estudiante de esa manera.
3 consejos para estudiar como un hombre cristiano:
1. Recuerda que tu meta va más allá de graduarte
Como un hombre que ha decidido seguir a Cristo, tus años de estudiante deben dejar de ser un proceso tedioso para alcanzar tus objetivos, para convertirse en un capítulo necesario detrás los pasos de Jesús. Mientras estudias, la meta de graduarse y ser profesional está constantemente por delante, pero debes tener cuidado de que esta meta terrenal no opaque tu vista espiritual.
Mientras estudias puedes darle mucha gloria a Dios, al mismo tiempo que participas en dar a conocer el reino de Dios aquí en la tierra y crecer en santidad. Estas metas son trascendentales y perfectamente compatibles con tu vida estudiantil (Col 3:17).
Joven, aunque la meta de graduarse existe, debes recordar que tienes otro objetivo que sobrepasa cualquier fin terrenal, y esa meta es Jesús
Ante la tentación de minimizar el proceso, o desesperarte en el «durante», recuerda que tu masculinidad como seguidor de Cristo no se encuentra en tus logros, sino en tu fe hecha realidad por medio de seguir a Jesús en tus palabras, atención, tiempo y relaciones. Con tu título colgado en la pared, probablemente tendrás más responsabilidades y oportunidades, pero Dios te ha puesto como mayordomo de cosas extraordinarias en tu vida estudiantil ahora. Aunque la meta de graduarse existe, debes recordarte que tienes otro objetivo que sobrepasa cualquier fin terrenal, y esa meta es Jesús.
Sentado frente a tu computadora o caminando por los pasillos, necesitas aprender que tu vida estudiantil no se trata de ti. Aunque estás en un proceso formativo individual, como hijo de Dios Él te ha ubicado en un lugar a propósito para ser sal y luz (Mt 5:13-16). Cuando elevas tu vista más allá de tus tareas y estudios, verás que estás interactuando con almas que tienen sed del evangelio que te salvó.
2. Recuerda que crecer en tu masculinidad bíblica es parte de tu santificación
Crecer en una masculinidad bíblica durante la vida estudiantil forma parte de tu proceso de santificación. Estás siendo formado por el Obrero maestro que desea ver lo mejor de Su pueblo (cp. Fil 1:9-10). En otras palabras, tu Padre celestial desea ver más de Jesús en ti.
Mientras estudias, la tentación de vivir bajo el temor al hombre es muy real, pues estás escribiendo, desarrollando proyectos y dando presentaciones para que una persona te califique. Si no tienes tu identidad clara en el Señor, esta aprobación (o falta de) puede convertirse en el termómetro para medir tu valor. Ante esa tentación, un hombre que sigue a Cristo necesita crecer en el temor a Dios cuando el mundo halla sus indicadores en el temor al hombre.
Además, como hombre, tu trabajo de cuidar, proteger, amar y servir no comienza cuando recibes un título o al casarte, sino que es una parte esencial de tu vida cotidiana en el lugar donde estés. Por ejemplo, cuando los demás normalizan el plagio o el uso erróneo de la inteligencia artificial, el hombre que sigue a Cristo recuerda que la integridad es una muestra de la gracia que lo ha hecho nacer de nuevo con otra manera de ver al mundo.
Los hombres jóvenes que crecen en santidad están conscientes de sus luchas y tentaciones, así que procuran no caer en los pecados silenciosos que son comunes para los estudiantes. Posiblemente nadie se enterará de tu falta de integridad al hacer un proyecto o entregar una tarea, pero debes recordar que, también con tus estudios, estás sirviendo al Señor.
3. Recuerda que un título no cambiará tu valor o identidad
Por último, quisiera recordarte que nuestro corazón puede engañarnos como estudiantes al hacernos pensar que el título que un día tendremos será un medio para convertirnos en algo más grande e importante. La dinámica de este mundo puede convencernos de que una licenciatura nos elevará de nivel y, por lo tanto, que debemos alejarnos de quienes no tienen estudios similares. Sin embargo, Cristo goza del título más glorioso que puede existir y, aún así, no lo consideró un impedimento para acercarse y servir humildemente a los pecadores (Fil 2:5-8).
Cristo goza del título más glorioso que puede existir y, aún así, no lo consideró un impedimento para acercarse y servir humildemente a los pecadores
Recuerdo que cuando recibí el diploma del doctorado, una parte de mí quería que ese reconocimiento me ascendiera de «categoría social» para ser más relevante e importante. Mi carne gritaba por la admiración pasajera de este mundo, mientras el Espíritu Santo me mostraba un camino mejor.
Ganar un título dado por este mundo puede afectar el corazón y trastornar nuestra autopercepción. Sin embargo, los hijos de Dios entienden que todo equipamiento y preparación se convierte en una herramienta para amarlo a Él y a nuestro prójimo. Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para crecer como hombres de Dios, de modo que unas letras que adornen nuestro nombre no pueden agregar valor a nuestro ser, porque en Cristo ya lo tenemos todo.
Estudia para la gloria de Dios
La vida estudiantil está llena de situaciones únicas en la vida, pero como joven necesitas recordar que Dios te ha puesto en el lugar donde estás con un propósito. No estás en una sala de espera. Estás viviendo la escena del capítulo que Dios ha escrito para tu vida.
Cuando cambias la perspectiva de ver tus estudios como un mal necesario, para verlos como una oportunidad divina para servir al Señor, verás tus tareas con otros ojos. Aunque sea tedioso, darle gloria a Dios en las cosas pequeñas es algo muy grande en el reino de Dios (Mt 25:23).
Cuando los demás buscan atajos en los estudios, el hombre que sigue a Cristo muestra su integridad. Cuando los demás ven su calendario como algo que tienen que aguantar, el hijo de Dios ve las oportunidades para servir a Dios y amar como Jesús. Cuando nuestro corazón busca deleitarse en la posibilidad de ser más grandes e importantes, el siervo de Cristo se postra en humildad para reconocer que, en Cristo, tenemos todo lo que necesitamos para ser los hombres que Dios quiere que seamos.