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«Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres» (Mateo 5:13).

Pocas cosas en la creación son tan comunes como la sal.

La mayoría de nosotros hemos interactuado con esta en las últimas horas, nos hayamos dado cuenta o no. La usamos para fabricar cuero, cerámica, jabón, detergentes, caucho, ropa, papel, productos de limpieza, vidrio, plásticos y productos farmacéuticos. Pasa desapercibida en cientos de millones de cafeterías y restaurantes de todo el mundo.

A diferencia de la pimienta, que suele estar a su lado, la sal es esencial para nuestra salud y siempre ha sido consumida por los seres humanos sin importar donde nos hayamos asentado. La agregamos a tantos de nuestros platos que muchos idiomas simplemente distinguen entre sabores dulces y salados. La esparcimos por las carreteras cuando nieva. Más de la mitad de los productos químicos que fabricamos llevan sal en algún momento de su elaboración. Esto sin mencionar los trillones de toneladas que se encuentran en los océanos, los cuales cubren el 70% de la superficie de nuestro planeta.

La sal está en todas partes.

La ilustración de Jesús

Su carácter común y su uso en todas las culturas convierten a la sal en una candidata obvia para que Jesús la use como ilustración. Como sabemos, a Jesús le encantaba usar elementos cotidianos para comunicar verdades sobre Dios y su pueblo. Su descripción de los discípulos como «la sal de la tierra» (Mt 5:13) es, con toda probabilidad, el ejemplo más conocido. Hasta el día de hoy, las personas usan la frase para describir a personas buenas, honestas y humildes. En una forma menos predecible, también aparece como el nombre de una canción de los Rolling Stones, un poema de D. H. Lawrence y una variedad intrigante de productos que incluyen desodorantes, suavizantes de agua y (de manera muy desconcertante) el vino.

Sin embargo, esto es lo extraño en realidad: una gran cantidad de discípulos de Jesús, las mismas personas a quienes él identificó como la sal de la tierra, todavía no tienen del todo claro lo que Él quiso decir. Muchos de nosotros hemos escuchado explicaciones al respecto (nuestro trabajo es hacer que el mundo tenga mejor sabor o evitar que se pudra), pero estas explicaciones a menudo entran en conflicto entre sí y sufren varios problemas. Jesús estaba hablando de la sal en relación con la tierra, no con la comida. Salar la tierra era algo que la gente hacía después de destruir a sus enemigos, en lugar de bendecirlos. En otra parte de los Evangelios, Jesús relaciona la sal con el fuego y con vivir juntos en paz (Mr 9:49-50), ninguno de los cuales parece encajar con la idea de sabor o conservación. Técnicamente, el cloruro de sodio no pierde su sabor de todos modos. Entonces, ¿de qué está hablando Jesús?

Estamos destinados a extendernos por todo el mundo y mejorarlo… mostrando las bendiciones de lo que es bueno y brindando un contraste al ser bien definidos y diferentes

La sal tenía varios propósitos en el mundo antiguo, razón por la cual es confuso. Al menos cinco de ellos son relevantes para las palabras de Jesús sobre sus discípulos: la sal se usaba para condimentar, conservar, sacrificar, destruir y fertilizar. En lugar de asumir que la declaración de Jesús es confusa y luego debatir qué uso particular de la sal tenía en mente, es mejor asumir que sabía lo que estaba haciendo y que las metáforas pueden funcionar de múltiples maneras. Los seguidores de Jesús son como la sal: aunque somos comunes, estamos en todas partes y nos involucramos en casi todo, ya sea que otros lo noten o no. También tenemos una variedad de roles que desempeñar a medida que el reino de Dios viene a la tierra.

Consideremos cada uno de estos cinco propósitos.

1. Condimentar

La sal hace que la comida tenga mejor sabor, ya sea agregando mayor sabor a algo que de otro modo sería insípido (papas fritas), intensificando los sabores que ya están allí (verduras) o proporcionando un contraste con un tipo de sabor muy diferente (mmm, caramelo salado). Con toda probabilidad, este es el uso de la sal en el que la mayoría de nosotros pensamos porque es el único de los cinco que aún se aplica en la actualidad. Sin importar si la audiencia original de Jesús también lo habría pensado primero (y es posible que no lo hayan hecho), es una ilustración poderosa de la forma en que los cristianos deben servir al mundo. Estamos destinados a extendernos por todo el mundo y mejorarlo, agregando sabor a las cosas que serían insípidas, mostrando las bendiciones de lo que es bueno y brindando un contraste al ser bien definidos y diferentes. Este es el tipo de cosas que Pablo tiene en mente cuando nos dice que nos aseguremos de que nuestra conversación sea «sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona» (Col 4:6).

2. Conservar 

La sal era el equivalente antiguo a la refrigeración. Si deseas evitar que la carne o el pescado se pudran, puedes frotarlos con sal y aumentar su tiempo de consumo. Esta era la razón principal por la que la sal era tan valiosa. A veces a los soldados romanos se les pagaba con sal, que (como una nota aparte) es el origen de nuestra palabra «salario».

Los discípulos de Jesús, en este sentido, son enviados al mundo para evitar que se deteriore, preservar su bondad y evitar que se corrompa o se arruine, lo cual es algo útil a tener en cuenta cuando vamos a trabajar todos los días.

La sal no solo condimenta. Preserva.

3. Sacrificar

Esto bien puede estar relacionado con las dos funciones anteriores de la sal, aunque es posible sea menos familiar para nosotros. Al principio de la historia de Israel, Moisés explicó cómo Israel iba a ofrecer sacrificios al Señor: «Además, toda ofrenda de cereal tuya sazonarás con sal, para que la sal del pacto de tu Dios no falte de tu ofrenda de cereal; con todas tus ofrendas ofrecerás sal» (Lev. 2:13). Quizás porque daba sabor a la comida y evitaba que la carne se pudriera, la sal era una parte necesaria de todos los sacrificios de los israelitas e incluso representaba el pacto de Dios con ellos.

Peter Leithart escribe: «Los discípulos son sal en este sentido también. El mundo es un altar. La humanidad y el mundo deben convertirse en una gran ofrenda única a Dios. Al ofrecernos como un sacrificio personal obediente y sufriente, nos convertimos en el condimento de un sacrificio cósmico que es agradable a Dios».

4. Destruir

Hay más referencias bíblicas al uso de la sal en juicio o destrucción que a cualquiera de los otros propósitos

Este es uno de los propósitos que encontramos mucho menos atractivo, pero que no podemos obviar: hay más referencias bíblicas para el uso de la sal en juicio o destrucción que para cualquiera de los otros propósitos.

Cuando la esposa de Lot se vuelve para mirar la ciudad de Sodoma, se convierte en una columna de sal (Gn 19:26), una historia a la que Jesús se refiere cuando describe el día de su venida (Lc 17:32). Moisés advierte a los israelitas que si rompen el pacto de Dios, toda su tierra sería calcinada con azufre y sal, nada se sembraría ni germinaría (Dt 29:23). Cuando Abimelec, el hijo de Gedeón, trata de erigirse en rey de Israel, los hombres de Siquem se rebelan contra él, y él responde arrasando la ciudad y sembrándola con sal (Jue 9:45). El salmista describe a Dios convirtiendo «la tierra fértil en salinas, por la maldad de los que moran en ella» (Sal 107:34). El mismo Jesús, en uno de los párrafos de juicio más feroces de los Evangelios, dice simplemente que «todos serán salados con fuego» (Mr 9:49). La sal, en el antiguo Medio Oriente, se usaba para expresar juicio sobre el mal.

En cierto sentido, los discípulos tienen el mismo propósito. Dios esparce cristianos salados por el mundo como una forma de juzgar el mal, destruir la maldad y evitar que la lujuria, la codicia, el asesinato o la injusticia echen raíces. La misma existencia de la iglesia, predicando y viviendo el evangelio, proclama el juicio contra los enemigos de Dios y sirve como lo que Pablo llama una «señal de perdición para ellos» (Fil 1:28). Esta puede ser la razón por la que Jesús dice que somos la sal de la tierra justo después de describir la persecución que enfrentaremos si lo seguimos. Con frecuencia, por supuesto, la iglesia no ha logrado vivir de esta manera y ha sido un acelerador del mal mundano, no un freno. Pero Jesús sabía que eso sucedería.

Es por eso que casi todas sus palabras de juicio están dirigidas al pueblo de Dios y no al mundo incrédulo. Nosotros también necesitamos estar salados.

5. Fertilización

Varias civilizaciones antiguas utilizaron la sal como fertilizante para el suelo y, según las condiciones, podría ayudar a la tierra a retener agua, hacer que los campos sean más fáciles de arar, liberar minerales para las plantas, eliminar las malas hierbas, proteger los cultivos de enfermedades, estimular el crecimiento y aumentar los rendimientos. La razón por la que esto importa es que Jesús describe a su pueblo, de manera específica, como la sal de la tierra, lo que en una cultura agrícola rural habría sido importante.

Los discípulos son fertilizantes. Estamos destinados a estar en aquellos lugares donde las condiciones son desafiantes y la vida es dura. Somos enviados a enriquecer el suelo, matar las malas hierbas, proteger de enfermedades y estimular el crecimiento, y mientras nos dispersamos, la vida brota en lugares inesperados. Las tierras estériles se vuelven fructíferas. Cuando el pueblo de Dios sea redimido, como dice el profeta: «El desierto y el lugar desolado se alegrarán, y se regocijará el Arabá y florecerá; como el azafrán» (Is 35:1).

Entonces, cuando Jesús dijo que somos la sal de la tierra, ¿qué quiso decir? ¿Quería decir que Dios nos usará para condimentar, preservar, sacrificar, destruir o fertilizar? En una palabra, sí. Si alguien te dice que se trata solo de una de esas funciones, por supuesto, escúchalo. Pero hazlo con reservas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Nota del editor: 

Esto es una adaptación del libro de Andrew Wilson: God of All Things: Rediscovering the Sacred in an Everyday World (Dios de todas las cosas: Redescubriendo lo sagrado en nuestro diario vivir) (Zondervan, 2021).

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