Lynda y su marido habían estado casados durante 12 años cuando ella comenzó a darse cuenta de que había algo realmente mal en su matrimonio. No se imaginaba que su marido podía tener una aventura porque no podía creer que él, un cristiano practicante, violaría sus votos matrimoniales. Él era médico y con frecuencia trabajaba hasta tarde, pero una noche de Navidad, no volvió a regresar a casa.
Esa Navidad fue el comienzo de años de infidelidad, separaciones, e intentos de reconciliación. El marido de Linda mentía sobre sus infidelidades, lo que hacía casi imposible decir cuándo, si alguna vez, su arrepentimiento era real. Linda recuerda vívidamente estar sentada con él en una cafetería mientras él pedía que lo perdonara por su infidelidad, sabiendo todo el tiempo que su plan después de salir de allí era ir a dormir con otra mujer.
Ella le rogó a su marido que se arrepintiera. Pasaron cientos de horas en sesiones de consejería. Linda pudo haberse divorciado de él desde el principio, pero el deseo de su corazón era que su relación fuese restaurada, y su familia era su prioridad. Ella no solo quería que Él dejara de tener amantes y comenzara a vivir una vida recta. Ella anhelaba conocer su corazón. Pero él no quería ser conocido. En cambio, él la traicionó una y otra vez.
Parábola del cónyuge pródigo
El hijo pródigo no es la única historia de un pródigo en las Escrituras. Toda la vida del profeta Oseas fue una parábola del amor de Dios para el infiel pueblo de Israel. Dios le dijo a Oseas que se casara con una prostituta. Oseas se la llevó lejos de los hombres que la habían utilizado, le dio una casa, y tuvo hijos con ella. Sin embargo, ella no se quedó con él: se escapó a su antigua vida, la vida de la que él la había rescatado.
Dios no permitiría que Oseas dejara ir a su esposa. Él dirigió Oseas para ir y traerla de vuelta. Imagínate lo doloroso que debió haber sido para un esposo que su esposa haya huido de su provisión amorosa y él haya tenido que comprarla de otro hombre. Pero Oseas lo hizo porque Dios ha hecho eso por nosotros. A pesar de que ella no lo quería, él sí lo hacía.
A través de la historia de Oseas, Dios envió un poderoso mensaje a su pueblo. A pesar de que ellos habían servido a otros dioses y habían huido de su amor, Él no había terminado con ellos. Él los amaba y los redimiría para que pudieran regresar en la seguridad de su amor: “Yo sanaré su apostasía, Los amaré generosamente, pues mi ira se ha apartado de ellos” (Os.14:4).
Si has sido abandonada por tu esposo o tu esposo ha abandonado a Dios, al igual que Linda, conoces algo del dolor experimentado por Oseas, y conoces algo del dolor que Dios experimenta cada vez que uno de sus hijos abandona su gran amor por algún placer momentáneo que el mundo puede ofrecer. Él no solo está buscando buena conducta; Él está buscando intimidad.
Satanás y sus múltiples ataques
Cuando Satanás va detrás de nuestra familia, él también va detrás de nosotras. Le encanta matar dos pájaros de un tiro. Cuando tu hijo o cónyuge se encuentra atrapado en la incredulidad o el pecado, es tentador hacer de esa persona el centro de tu fe. Tu caminar espiritual puede convertirse no sobre tu salvación, sino en una campaña desesperada para salvar al pródigo que amas. Y a medida que pasa el tiempo, si no ves una respuesta a tus oraciones por tu pródigo, puedes verte tentada a dudar.
En otro sentido, también puedes verte tentada a endurecer tu corazón como lo hizo el hermano mayor en Lucas 15. Incluso mientras estás orando por el arrepentimiento de tu pródigo, es posible que te veas comparando tu propio camino de vida y te encuentres sintiéndote bastante satisfecha contigo misma. Yo nunca haría lo que él ha hecho, puedes llegar a pensar, a pesar de que no lo dirías en voz alta.
Ten mucho cuidado con la auto-justicia. Es tan destructiva para el alma como la promiscuidad o la duda, y mucho más engañosa.
Cuando Satanás ataca a alguien que amas, ataca su fe al mismo tiempo, ya sea por la duda o por el orgullo. No tienes que ser víctima de su régimen. Por la gracia de Dios, esperar por un pródigo puede fortalecer tu fe. Una mujer cuyo marido se apartó de la fe en el medio de su matrimonio me dijo que los eventos de dolor que tuvo que vivir la llevaron a alcanzar un punto de no retorno en su fe. Se dio cuenta incluso que las crisis de fe de su marido era algo que Dios podría usar para su bien. Dios quería que su fe creciera a pesar de la pérdida de la fe de su marido. Ella no podía quedarse ahogándose mientras esperaba que él volviera. Ella creció y floreció, llegando a ser aún más dependiente de Dios después de que su marido ya no estaba con ella espiritualmente.
Linda tuvo un punto de inflexión similar cuando comenzó a asistir a una iglesia que hizo hincapié en la soberanía de Dios: “Recuerdo muchas veces haber pensado que si Dios hubiese querido que las cosas fueran diferentes en nuestro matrimonio, Él pudo haberlas cambiado en un santiamén. Pero eso no era lo que Él quería hacer”. En lugar de vertir su amargura hacia Dios, este reconocimiento la llevó a descansar. Esto la ayudó a darse cuenta de que aun la infidelidad de su marido era algo que el Todopoderoso podría usar para el bien en su vida.
Lo mejor que puedes hacer por el hijo pródigo de tu vida es crecer en tu fe. Él o ella necesitan que seas una guerrera de oración, y los guerreros necesitan nutrirse. Si buscas a Dios con todo tu corazón, alma y fuerzas mientras esperas el regreso de tu pródigo, una de las estrategias favoritas de Satanás se verá frustrada.
La Biblia llama a Satanás “el acusador”. Si has sido abandonada por tu esposo, el acusador atacará tu autoestima. Él puede decirte que no eres lo suficientemente bonita o inteligente. Él te recordará todas las formas en las que no diste la talla. Tú debes luchar contra estos ataques encontrando tu valor e identidad en el hecho de que eres una hija redimida de Dios. Eres tan preciosa para Dios que Jesús murió por ti. Él no hizo esto porque eras bonita o inteligente: lo hizo porque quería que le pertenecieras.
Parábola del amor de Dios
El dolor por la ruptura de la relación con el pródigo en tu vida te dará una visión del dolor que siente Dios cuando huimos de Él. Las cosas que serías capaz de hacer para restaurar a tu pródigo reflejan la constancia del buen pastor que busca a sus ovejas. Observando y esperando por el regreso de su pródigo, estás viviendo una parábola del amor inmerecido de Dios.
Pero, mientras tu dolor es una imagen del gran dolor de Dios sobre los perdidos, tu amor, tan fuerte como lo puede ser, solo refleja débilmente el de Él. Nuestro amor a menudo está mezclado con egoísmo y orgullo. Tal vez tú estás furiosa con tu pródigo por haber destruido tu reputación. Tal vez hay momentos en los que deseas que sufra por lo que te ha hecho.
Si respondes pecaminosamente a tu pródigo, deja que ese pecado te envíe corriendo de vuelta a tu Padre. Incluso mientras aceptas tu llamado a ser esposa o madre de un pródigo, debemos recordar que en relación con Dios, todos somos hijos pródigos. Él está tan dispuesto a perdonar la manera imperfecta en la que amas a tu pródigo como el padre lo estuvo al perdonar a su hijo por desperdiciar su herencia.
Nada ilustra mejor la gracia de Dios que su amor por los pródigos. Ellos no trabajan su camino de regreso a su favor. Él no espera a que ellos se limpien antes de entrar a su presencia; Él lava sus pies y les viste de la mejor ropa.
Si amas a un pródigo, eres una encarnación viva del amor de Dios por los perdidos. El pródigo puede haber hecho todo lo posible por destruir tu confianza y buena voluntad, pero lo amas de todos modos. Tú no lo amas porque se lo merece, sino porque es tuyo. Y así es como Dios te ama.
Nota del editor: Este es un extracto adaptado del nuevo libro de Betsy Childs Howard Seasons of Waiting: Walking by Faith When Dreams Are Delayed (Estaciones de espera: el caminar por fe cuando los sueños se retrasan) (Crossway, 2016).