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La muerte es un agente unificador de la experiencia humana, pues todos vamos a morir. No importa lo poderoso que seamos, lo indestructible que podamos sentirnos en algunos momentos, la muerte llegará a cada ser humano.

Esta realidad debe mantenernos humildes sabiendo que nuestros días en esta tierra están contados. La Biblia dice: “Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).

Es sabio entender que la vida es frágil, que un día estamos y al otro día puede que no. Necesitamos vivir entendiendo que nuestra vida es finita, con una expectativa clara de cuánto tiempo viviremos y lo que enfrentaremos el día que muramos. 

“Los días de nuestra vida llegan a setenta años;
Y en caso de mayor vigor, a ochenta años.
Con todo, su orgullo es solo trabajo y pesar,
Porque pronto pasa, y volamos.
¿Quién conoce el poder de Tu ira,
Y Tu furor conforme al temor que se debe a Ti?”, Salmo 90:10-11.

Aquí aprendemos que nuestra expectativa de vida es de 70 a 80 años. Algunos morirán antes, mientras que otros vivirán más años, pero la mayoría experimentará este tiempo de vida.

La muerte de la jueza Ruth Bader Ginsberg me ha recordado estas verdades.

Contemos bien nuestros días

RBG tenía 87 años y fue una jueza influyente en la historia reciente de los Estados Unidos. Sobrevivió a cuatro batallas contra el cáncer durante su vida, incluyendo cáncer de páncreas. Según algunos, este fue su anhelo final: “Mi deseo más ferviente es no ser reemplazada hasta que un nuevo presidente sea instalado”. Con todo el respeto que ella merece como persona, veo que no contó sus días con sabiduría.

Esto me recuerda que cada día veo a menos gente consciente de que la muerte se acerca y debemos tomar decisiones según esta verdad. Veo a personas cerca de 70 y 80 años pensando en autos, comida, y cómo disfrutar el retiro, cuando deberían estar llenando sus vidas con el evangelio y estar listos para ver al Redentor. John Piper habló de esto en su famoso sermón sobre “no desperdiciar nuestras vidas; no vamos a mostrarle nada a Dios de las cosas vanas que hicimos en esta tierra”.

Lo que enfrentaremos al morir

El versículo 11 del salmo 90 nos enseña lo que enfrentaremos luego de esta vida: “¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu furor conforme al temor que se debe a ti?”. No tenemos idea de la realidad de la ira de Dios y no la conocemos. El salmista quiere dejarnos saber que no queremos experimentarla. Si somos conscientes de esta verdad, ella dictará nuestros deseos finales.

Es triste pensar que alguien a punto de morir esté dando prioridad a asuntos terrenales. Más bien debemos enfocarnos en la vida que está por venir.

Vale la pena contrastar las palabras de RBG con las del teólogo John Gresham Machen: “Estoy tan agradecido por la obediencia activa de Cristo. No hay esperanza sin ella”. Machen se refiere a que la obediencia perfecta de Jesús le da esperanza de ser perfecto delante de Dios (Ro. 5:19).

Este hombre no podía esperar a ver a Aquel que obedeció en su lugar. Esta es una declaración de adoración a Aquel que logró por su ministerio darnos el privilegio de no enfrentar la ira de Dios. Todo el que pone su esperanza en la obediencia de Cristo no experimentará el juicio de Dios porque ya Jesús lo experimentó en su lugar.

¿Estás preparado?

Tengo 46 años, y este año tuve un incidente de salud que me hizo pensar seriamente en mi fragilidad. Llevo años meditando en el salmo 90 pero este año, por primera vez en mi vida, percibí la posibilidad de enfrentar pronto a mi Creador. En esa cama de hospital y solo, porque no podía tener visitas debido a la pandemia, pensé que Dios cuidaría de mi familia y cuidaría de mí si era mi momento. Sinceramente, estaba listo para ver a Jesús.

Meses después, estoy terminando un comentario del libro de Lucas. Uno de los énfasis de ese Evangelio es la importancia de estar preparados para cuando llegue el día en que regrese el Hijo del Hombre, y que la pregunta más importante en tu vida no es cuál será tu legado material. La pregunta más importante es: ¿estás preparado?

Solo en la meditación del evangelio estamos preparados. Nuestra única esperanza es que Jesús vino a salvar lo que se había perdido. Que Dios tenga misericordia de nuestras almas en nuestro día, y que en aquel momento nuestro mayor deseo sea ver a Cristo.

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