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No puedo olvidar esa mañana de abril en la que amanecimos sin comida. Un millón de pensamientos cruzaron mi mente. Teníamos pocos años de casados y nos encontrábamos en la batalla como cualquier otro matrimonio joven, tratando de progresar en medio de la economía inestable de un país latinoamericano.

Seré honesto: nuestra fe tambaleó en aquella ocasión. Pero, aún en medio de nuestras dudas, fuimos beneficiarios de una de esas sorpresas maravillosas que Dios da para mostrar el cuidado que tiene de sus hijos.

Cuando pasamos por experiencias así nos preguntamos: ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Hay diferentes razones por las que Dios permite las dificultades económicas en la vida de sus hijos. Estas son seis de ellas:

1) Para fortalecer nuestra fe

La fe puede ser comparada con uno de los músculos del cuerpo. Los biólogos indican que si alguna parte de nuestro organismo no se utiliza como es debido, se atrofia y llega el momento en que no aporta beneficio alguno. Algo similar sucede en nuestra vida espiritual. El “músculo” de la fe necesita ser ejercitado.

A menos que nuestra fe sea puesta a prueba, esta no será ejercitada ni fortalecida. Consciente de que las pruebas son una realidad en la vida del creyente, el apóstol Pedro nos anima diciendo:

“Aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, sean afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo” (1 Pedro 1:6‭-‬7).

Las limitaciones o la pérdida total de ingresos económicos pueden constituir un escenario orquestado por Dios en la vida de sus elegidos, con el fin de ayudarnos a administrar bien nuestros ingresos y fortalecer nuestra fe.

2) Para enseñarnos sabiduría

Tener dominio del área financiera requiere de práctica. Hay lecciones que vamos aprendiendo con la experiencia, como cuando tenemos que discernir entre una necesidad y un capricho, distinguir cuánto ofrendar o donar, ajustar los ingresos percibidos para evitar las deudas o dar prioridad a los gastos principales del presupuesto, entre otras decisiones.

El Señor permite las crisis económicas para hacernos entender que el dinero no debe ser el rey de nuestros corazones. ¡Cristo lo es!

Cuando nuestros recursos son limitados se reducen las opciones y, en ocasiones, solo bajo esa tensión aprendemos verdades financieras. Por tanto, las crisis financieras son un buen escenario para corregir comportamientos, aprender a realizar presupuestos y priorizar la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Si nos decidimos por el camino de la sabiduría bíblica tendremos un futuro provechoso, evitando diversos pesares producto de malas decisiones. Quizá necesites buscar asesoría, leer un libro o escuchar un podcast acerca de finanzas. En medio de la prueba económica, esto es lo que recomiendo: “Da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento” (Pr 2:2).

3) Para mostrarnos que el dinero no debe gobernarnos

Existe una sensación de alivio y comodidad cuando nos encontramos en etapas de la vida donde nuestras necesidades están cubiertas. Esto es más evidente cuando los ingresos nos permiten tener cierta holgura financiera.

Desafortunadamente, esa sensación podría conducirnos hacia la idolatría al dinero, de la comodidad o el placer, dioses populares de este mundo. Aceptar e imitar ese comportamiento nos coloca en un escenario en el que podríamos vivir bajo su yugo, donde el dinero se convierte en el objeto de nuestra devoción y pecamos contra Dios.

El Señor permite las crisis económicas para hacernos entender que el dinero no debe ser el rey de nuestros corazones. ¡Cristo lo es!

Encontramos una clara advertencia ante el peligro de idolatrar el dinero cuando Pablo escribe a los efesios diciéndoles que ni siquiera se mencione la avaricia entre ellos, “porque con certeza ustedes saben esto: que ningún inmoral, impuro o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Ef 5:3, 5, énfasis añadido).

4) Para enseñarnos el valor del contentamiento

Nacer en un hogar con carencias económicas no nos libra de la influencia del materialismo. Uno de sus efectos es que dejamos de apreciar en su justa medida otras riquezas intangibles, como la vida y las bendiciones espirituales que gozamos en Cristo. Cuando esto pasa, somos arrastrados fácilmente hacia el pecado del descontento.

Buscando contrarrestar esa manera de pensar en los creyentes, el autor de Hebreos nos recuerda que debemos vivir contentos con lo que tenemos hoy “porque Él dijo: Nunca te dejaré, nunca te desampararé” (He 13:5).

A pesar de nuestros sufrimientos por situaciones económicas, podemos crecer en una correcta actitud de contentamiento. Pablo es un ejemplo de que es posible aprender a estar contentos —independientemente de las circunstancias— porque tenemos a Cristo (Fil 4:11).

5) Para enseñarnos a consolar a otros

El ser humano suele apreciar más el apoyo y consuelo de alguien que superó la misma aflicción que está sufriendo. La pasión de Cristo es una ilustración de esa identificación, al hacerse hombre y padecer (He 4:15). Nuestro Señor experimentó los dolores de vivir en un mundo caído. Todo lo hizo por causa de nuestros pecados. Por tanto, Él brinda aliento por medio de su Santo Espíritu a las almas de aquellos que han sido transformados por el evangelio.

Las crisis financieras son un buen escenario para corregir comportamientos y priorizar la voluntad de Dios en nuestras vidas

Los cristianos pueden también alentar a otros luego de haber experimentado ese consuelo. Ambas ideas son consideradas por Pablo cuando escribe que Dios “nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Co 1:4). Cuando atravesamos períodos de escasez y experimentamos el consuelo de Dios, podemos tener la convicción, el testimonio y la disposición para consolar a quienes experimentan las consecuencias de sus carencias.

6) Para la gloria de Cristo y el avance del evangelio

Dios está obrando para mostrar su gloria en las limitaciones económicas. Esto es verdad no solo porque forja nuestro carácter para que sea cada vez más como el de Cristo, sino también porque permite que seamos testigos de Cristo ante los que no lo conocen y puede generar una oportunidad para evangelizar.

Cuando un cristiano reacciona apropiadamente ante esas circunstancias, los inconversos pueden notar que la identidad de un individuo no se encuentra en el vehículo de buena marca que conduzca. Muchos comprobarán que el gozo verdadero no está en la buena ropa y zapatos que luzcan; que la paz no se halla en una vivienda suntuosa; que el secreto de la seguridad no son las prominentes posiciones de trabajo o una alta preparación académica. Con mesura y honra a Dios, todo lo anterior puede tener su lugar en la vida del creyente, pero la búsqueda de plenitud termina en la tierra solo cuando el ser humano encuentra a Cristo.

Los cristianos son luz para el mundo porque demuestran que su ciudadanía está en los cielos (Fil 3:20). Su expectativa final no se encuentra en la tierra. Ciertamente nuestro Padre expone a sus hijos a distintas aflicciones, incluyendo las crisis económicas. Pero hay propósitos mayores que está logrando mediante esas dificultades. Al final, todo resulta en la gloria de Su nombre, la expansión del evangelio y la madurez de Sus hijos (Fil 4:6-7).

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