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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Los diáconos: Cómo sirven y fortalecen a la iglesia (Poiema Publicaciones, 2022), por Matt Smethurst.

En el nivel más amplio, creo que el trabajo diaconal abarca dos cosas en la vida de una iglesia.

1. Detectar y satisfacer las necesidades tangibles

Una iglesia sin diáconos que funcionen bíblicamente se distraerá constantemente de su misión central de hacer discípulos (Mt 28:18-20). Este era el ímpetu aparente detrás de la decisión de los apóstoles de establecer a los siete diáconos en Hechos 6: la distribución desigual de alimentos había evocado una queja seria y expuesto un punto débil en la iglesia.

Resolver la tensión era importante, incluso urgente. Pero los apóstoles tenían tanto la convicción como los medios para divisar una amenaza incluso más grande: abordar ellos mismos todos los problemas a corto plazo solo prepararía el camino para un desastre a largo plazo. Descuidar el ministerio de la enseñanza y la oración acabaría destruyendo el corazón de la iglesia.

Los apóstoles dirigieron, pues, a la congregación para que apartaran a siete hombres, conocidos por su piedad y sabiduría, para coordinar una solución. Basándose en este precedente, el trabajo diaconal a lo largo de los siglos se ha enfocado principalmente en las necesidades tangibles, especialmente en el cuidado de los pobres y los vulnerables. De hecho, el trabajo diaconal nunca debería implicar menos que ese cuidado de benevolencia o ministerio de misericordia.

El trabajo diaconal a lo largo de los siglos se ha enfocado principalmente en las necesidades tangibles, especialmente en el cuidado de los pobres y los vulnerables

Sin embargo, el principio más amplio del rol del diácono incluye todo lo que en la vida de una iglesia amenace con distraer y descarrilar a los ancianos de sus responsabilidades principales. Todo esto sugiere que un diácono debe ser hábil para detectar las necesidades prácticas y luego tomar la iniciativa de suplirlas eficazmente.

Pero los mejores diáconos no se limitan a reaccionar ante los problemas actuales; sino que también se anticipan a los futuros.1 Les encanta pensar en soluciones creativas para cualquier cosa que pueda impedir el trabajo de los ancianos y el crecimiento de la Palabra.

Por tanto, los diáconos bíblicos son como la primera línea defensiva de una congregación, cuyo trabajo es proteger al mariscal de campo. Rara vez se les presta atención, mucho menos reciben los créditos, pero su trabajo es completamente indispensable tanto para proteger como para hacer avanzar el ministerio de la Palabra. Sin diáconos eficaces, los ancianos sufrirán una distracción incesante y se verán afectados por una avalancha de exigencias prácticas.

Pastor, al observar a los futuros diáconos, busca santos piadosos que vean y suplan las necesidades con discreción (no necesitan ni quieren ser reconocidos), a sus propias expensas (se sacrifican), y sin que se les pida (toman la iniciativa para solucionar los problemas).2 Las señales de advertencia en un candidato a diácono, entonces, incluirán no solo la tendencia a ser conflictivo, sino también la tendencia a ser desorganizado o poco confiable. Por eso dije antes que el carácter, aunque es lo principal, no lo es todo. Un miembro piadoso que regularmente se ausenta, que nunca responde los correos electrónicos, o que siempre necesita que le digan lo que tiene que hacer, no es todavía un buen candidato para el oficio. Un diácono debe ser confiable, no debe aspirar a la autoridad ni necesitar que lo cuiden. En esencia, un diácono debe ser «un par de manos seguras».

Muéstrame una iglesia con pastores distraídos y una misión descarrilada, y te mostraré una iglesia sin diáconos eficaces.

2. Proteger y promover la unidad de la iglesia

El diaconado está diseñado para salvaguardar la armonía de la iglesia. Así como los siete tenían la tarea de salvar la unidad de la iglesia en Jerusalén, los diáconos en la actualidad (como hemos visto) están destinados a desempeñar un rol crucial como «amortiguadores» en la vida de la congregación.

Un cristiano contencioso, por tanto, será un mal diácono. Entonces, ¿qué debería caracterizar a un diácono? Una humildad palpable. Un espíritu de mansedumbre. La disposición a ser flexible. La capacidad de mantener sus convicciones sin ser combativo.

Muéstrame una iglesia con pastores distraídos y una misión descarrilada, y te mostraré una iglesia sin diáconos eficaces

Una manera de discernir si un candidato a diácono está «preparado» para el rol es simplemente considerar si su reflejo se ve fácilmente en versículos como los siguientes:

  • «Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5:9).

Observa que Jesús elogia a los que hacen la paz, no a los que simplemente la mantienen. No basta con abstenerse de las disputas; de hecho, esto puede indicar incluso un temor debilitante al hombre. En cambio, Proverbios nos enseña que «hay gozo para los que promueven la paz» (Pr 12:20, NVI). Diácono, ¿te limitas a afirmar la belleza de la paz o la promueves? ¿Te describirían otros como alguien que «busca la paz y [la sigue]» (Sal 34:14)?

  • «La discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa» (Pr 19:11).

Diácono, ¿puedes dejar pasar por alto las cosas? ¿El dominio propio caracteriza tus respuestas a los desacuerdos inevitables que tienes con otros? No estoy hablando de la autoridad de las Escrituras o de la deidad de Cristo. Me refiero a asuntos más pequeños, cosas en las que mentes razonables pueden diferir. ¿O tiendes a tratar cada asunto como si fuera una emergencia eclesial?

  • «Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer» (1 Co 1:10-11).

Como ejemplos para el rebaño, los diáconos deben ser especialmente tardos para perpetuar cualquier tipo de espíritu partidista. A Satanás le encanta ver cómo el faccionalismo expande sus tentáculos y asfixia lentamente a una iglesia. Diácono, ¿estás atento a sus artimañas (2 Co 2:11)? Evitar las divisiones es bueno; anticiparlas y frustrarlas en otros es aún mejor.

  • «Ruego a Evodia y a Síntique, que vivan en armonía en el Señor» (Fil 4:2).

Este versículo, al igual que el resto, ciertamente no está dirigido solo a los diáconos. Sin embargo, los diáconos de una congregación deberían estar entre los primeros en modelar este tipo de estímulo para vivir en armonía. Para que quede claro, este llamado a vivir en armonía no tiene que ver con la uniformidad. No se trata de suprimir lo que Dios te ha hecho ser, ni de evitar todo desacuerdo, ni de fomentar esencialmente una congregación de clones. Eso se llama uniformidad, y es la esencia de las sectas. Lo que caracteriza a las iglesias sanas es la unidad, que es a la vez más desordenada y hermosa que la mera uniformidad.

Los diáconos deben estar en primera línea para facilitar esta clase de acuerdo «en el Señor» que tanto cuesta conseguir.

Un último pasaje para reflexionar es 1 Corintios 13. Este famoso «capítulo del amor» no existe porque Pablo haya archivado mal un antiguo sermón de boda. No está diseñado para hacer que una pareja con ojos resplandecientes se sienta empalagosa, sino para hacer que una iglesia dividida se sienta avergonzada.

Un diácono calificado se asemejará cada vez más a la clase de amor forjador de la unidad que la Biblia ordena tan claramente

Si eres diácono, aquí tienes un desafío: revisa 1 Corintios 13 pronto. Léelo despacio y considera honestamente cómo es tu vida estos días, incluyendo tu comportamiento como diácono. Pero no te detengas allí. Busca a alguien que te conozca bien, preferiblemente un líder de tu iglesia e invítale a una evaluación honesta. ¿Dónde ve que tu conducta y actitud reflejan el amor descrito en 1 Corintios 13? ¿Dónde le cuesta ver ese reflejo?

La clase de amor que vale la pena, dice Pablo: «Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13:7). ¿Estás en primera fila, diácono, para invitar a tus hermanos miembros de la iglesia a que supongan lo mejor de los demás, a que den el beneficio de la duda, y sean fáciles de complacer y difíciles de ofender?

Considera la perspectiva de Mark Dever:

No quieres a personas que sirvan como diáconos que no estén contentas con tu iglesia. Los diáconos nunca deberían ser los que se quejan más fuerte o los que sacuden a la iglesia con sus acciones o actitudes. ¡Todo lo contrario!… No quieres nominar a diáconos que no reconozcan la importancia del ministerio de la predicación y la enseñanza, sino a personas que estén ansiosas por protegerlo. En términos generales, quieres que los diáconos sean las personas que más apoyan en la iglesia. Por tanto, cuando consideres quién podría servir como diácono, busca personas con el don de alentar.3

Un diácono calificado se asemejará cada vez más a la clase de amor forjador de la unidad que la Biblia ordena tan claramente.


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1. Como dice William Godfrey: «El diaconado no debe contentarse con ocuparse solamente de las necesidades obvias que caen en sus manos… Los diáconos que no dedican tiempo a conocer a los miembros de la congregación no tendrán la posibilidad de descubrir las necesidades que requieren su atención e intervención. Por tanto, el ministerio de los diáconos… debe ser proactivo» (William Godfrey, «Conocer las necesidades de la congregación» en «Fieles y fructíferos: Ensayos para ancianos y diáconos» (Middleville, MI: Reformed Fellowship, 2019), pp. 138-139.
2. Estoy en deuda con Jeff Wiesner por este texto.
3. Mark Dever, El liderazgo de la iglesia, pp. 13-14.
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