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Nota del editor: 

Este artículo aparece en nuestra Revista Coalición: Las promesas del evangelio (Abril 2021). Puedes descargar GRATIS la revista aquí.

Una de las cosas que más llamó mi atención cuando nos mudamos a Guatemala fue la cantidad de negocios con nombres relacionados al cristianismo. A donde sea que mirábamos nos encontrábamos con algún taller mecánico “La bendición”, una tienda “El Señor proveerá”, un consultorio médico “Levántate y anda” o algo por el estilo.1

Desafortunadamente, en el país es bien sabido que un establecimiento con un nombre relacionado con la fe cristiana no significa necesariamente que el servicio vaya a ser justo (¡y mucho menos excelente!).

La idea de que podemos honrar a Dios con solo “cristianizar” alguna parte de nuestras labores es prevalente y peligrosa. Tenemos el pecaminoso deseo de manipular a Dios para obtener su favor, como si Él nos debiera algo por poner cierto nombre a nuestro establecimiento. Este deseo de tratar de agradarle o ganar su favor de manera externa nos recuerda la exhortación bíblica a cuidarnos de honrar “de labios” mientras nuestro corazón está lejos de Él. Aunque no hay nada inherentemente malo en colocar elementos cristianos en nuestros productos o negocios, de nada sirve que lo externo profese honra al Señor si la manera en que trabajamos no lo hace.

Los cristianos somos llamados a trabajar porque Dios trabaja. Es una de las maneras en las que Él nos concede el privilegio de reflejar su carácter: haciendo florecer la creación como sus embajadores… como mayordomos de lo que Él ha creado (Gn 1:27-28). Ya sea en la oficina, la escuela, el hogar o en donde sea que nos encontremos, cuando nos esforzamos con diligencia en hacer florecer y mantener el orden de la creación, y servimos a las personas en amor como Dios nos ha servido a nosotros, estamos cumpliendo parte de la misión que Él ha entregado a los seres humanos.

El devoto y el hábil

Es fácil perder de vista el verdadero propósito de nuestras labores cotidianas. Dos formas en que lo hacemos son las que he denominado “el devoto” y “el hábil”.

El “devoto” no es verdaderamente devoto, aunque lo aparenta. Es ese mecánico que coloca versículos en las paredes de su taller, pero entrega un trabajo incompleto y el cliente tiene que regresar en un mes. Es el oficinista que envía sus reportes dos semanas tarde porque siempre está ocupado evangelizando a sus compañeros. Es la chica de la alabanza que llora en cada servicio de adoración, pero se salta las clases de canto (clases que nadie se atreve a decirle que realmente necesita). 

El “hábil” no es verdaderamente hábil, aunque lo aparenta. Es aquel que sobresale en la firma de abogados resolviendo cientos de casos de manera favorable, pero que no puede ordenar su vida familiar con la misma maestría que ordena sus archivos en la oficina. Es la ama de casa cuyo hogar está siempre impecable y sus hijos son exquisitamente educados, pero que lleva ocho meses sin abrir su Biblia y sin compartir el evangelio con alguien. Es el estudiante que obtiene las mejores notas y participa con excelencia en todas las actividades extracurriculares que su campus ofrece, pero que maneja su estrés viendo pornografía y ha descubierto que no puede controlarse.

Si estás en Cristo, puedes dejar de correr hacia la devoción a medias o la habilidad externa y correr a los pies de tu Señor

El “devoto” es consagrado pero no dedicado, mientras que el “hábil” es justamente lo contrario. Ambos se esfuerzan de manera equivocada. Ambos han fallado en cumplir su misión.

La devoción y la habilidad son buenas, pero por sí solas no son suficientes. Para trabajar como a Dios le agrada necesitamos tanto devoción como habilidad. Para trabajar como a Dios le agrada necesitamos sabiduría.

Un camino mejor

No podemos conformarnos con honrar al Señor con nuestros labios mientras nuestras manos están ociosas. Dios nos llama a ser mayordomos buenos. No podemos conformarnos con ofrecer un trabajo excelente mientras nuestros corazones están apartados del Señor (Mt 15:8-9). Dios nos llama a ser mayordomos fieles.

Existe un camino mejor que la devoción a medias y la habilidad externa: el camino de la sabiduría. La sabiduría que Dios ofrece es una que otorga conocimiento e inteligencia, y que también nos impulsa a huir de la maldad (mira Proverbios 2). Es una sabiduría que nos hace diestros y diligentes, y que también nos hace piadosos porque el principio de la sabiduría es el temor del Señor (Pr 1:7). Es una sabiduría que nos hace mayordomos buenos y fieles de la creación del Señor y de nuestro prójimo.

Si estás en Cristo, puedes dejar de correr hacia la devoción a medias o la habilidad externa y correr a los pies de tu Señor. Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, tienes acceso libre a la fuente de toda sabiduría. Puedes ir delante del Dios de todo entendimiento —el omnisciente Creador de los cielos y la tierra— y pedirle que te conceda entendimiento y un corazón puro para cumplir con tus responsabilidades de manera que le agrade. Si pedimos con fe, nuestra súplica jamás será en vano. Él promete darnos toda la sabiduría que necesitamos (Stg 1:5).

Cada tarea cotidiana es una oportunidad para honrar a tu Señor, siendo un mayordomo bueno y fiel de los recursos que le pertenecen

Si estás en Cristo, puedes trabajar duro y hacerlo con un corazón cuyo deseo más grande es agradarle. Puedes preparar esa hoja de cálculo con excelencia —como si la fueras a enviar al Señor y no a tu jefe (Col 3:23-24)— y usar la hora del almuerzo para hablar de Jesús a tu compañero. Puedes invitar a una amiga a leer la Biblia aunque tu casa no esté inmaculada, y lavar juntas la cocina al terminar. Puedes ser verdaderamente devoto y verdaderamente hábil.

Cada tarea cotidiana es una oportunidad para honrar a tu Señor, siendo un mayordomo bueno y fiel de los recursos que le pertenecen. Procura ser ese mayordomo bueno y fiel que el sacrificio de Cristo te permite ser. Primero, ve continuamente a la Fuente de toda sabiduría en su Palabra, clamando por esa sabiduría con fe. Después, sal de tu alcoba y esfuérzate con la mirada en Cristo. Él ya te ha dado la victoria.


1 Estos nombres son ficticios, inspirados en hechos reales. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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