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Los pastores son maestros y los maestros pueden ser conversadores. No todos los maestros, pero muchos. A los buenos maestros les encanta leer y pensar; amasan conocimientos y tienen opiniones. Con el tiempo, aprenden a formular pensamientos y elegir palabras con mayor facilidad. Puede resultar demasiado fácil para ellos decir algo, cuando la sabiduría conllevaría ser más cauteloso con las palabras.

La tentación de los pastores de ser conversadores y ser absorbidos por trivialidades y frivolidades sin fin no es una trampa nueva. Hace dos milenios, el apóstol Pablo lo entendió y habló al respecto una y otra vez. Los pastores debemos «ser ejemplos del rebaño» (1 P 5:3), tanto en nuestro comportamiento como en nuestro discurso, incluyendo los temas que elegimos abordar con nuestras energías y palabras limitadas.

Hacer este tipo de filtro siempre ha sido una lucha, ya que el manejo de palabras suele ser muy fácil para hombres cuya vida y vocación se centran en enseñar a través de ellas. Sumado a eso, ahora nos encontramos en tiempos cada vez más politizados, con nuevas tecnologías para publicar palabras de manera instantánea para que el mundo las vea. En muchas áreas, la idea de «permanecer en tu carril» se está volviendo un arte perdido.

Sin embargo, dado que muchos parecen ceder ante la locura, ¿podría haber al menos un grupo de hombres respetables a los que podamos acudir para mantener una medida de cordura autocontrolada?

Controversias tontas e ignorantes 

La antigua Éfeso tenía algo similar a nuestro problema moderno. Timoteo, a quien Pablo le asignó poner en orden la casa de Dios en esta gran ciudad, tuvo que luchar contra la tentación de caer en toda clase de conversaciones sin sentido. Había conversadores en la ciudad y estos se infiltraron en la iglesia. Si Timoteo hubiera perdido la sobriedad, pudo haber sido arrastrado por controversias pasajeras tontas que fingen ser importantes en el momento. Pudo haber permitido que esos problemas se convirtieran en desvíos dolorosos del trabajo real de proteger y proveer para las almas de manera genuina.

Como maestros de la iglesia, le debemos a nuestra gente no perder nuestro testimonio al abordar controversias triviales

De manera muy directa, Pablo dice sobre esto: «Rechaza los razonamientos necios e ignorantes, sabiendo que producen rencillas» (2 Ti 2:23). Evitar las rencillas, las disputas inmaduras sobre temas que actualmente no merecen una atención y energía maduras, es un tema recurrente en Pablo (p. ej., Ro 13:13; 14:1; 1 Co 1:11; 2 Co 12:20; 1 Ti 2:8; 6:4).

Pablo llama a Timoteo, y a todos los pastores con él, a ser mayordomos de la fe —prontos para oír, lentos para hablar, hombres que aman a los demás y buscan la paz— en lugar de especuladores que son prontos para hablar y listos para entrar en la siguiente vana discusión. «Evita las palabrerías vacías» (1 Ti 6:20). Primero es una instrucción para Timoteo, pero luego para todos los creyentes a través de él:

«Encargándoles solemnemente en la presencia de Dios, que no discutan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha y lleva a los oyentes a la ruina. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad. Evita las palabrerías vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad, y su palabra se extenderá como gangrena» (2 Timoteo 2:14-17).

Entre las advertencias de los versículos 14 y 16 («no discutan sobre palabras» y «evita las palabrerías vacías y profanas»), Pablo le indica a Timoteo que sea diligente y cuidadoso con sus palabras, que maneje «la palabra de verdad» con precisión. El Cristo resucitado llama a Timoteo y a los pastores de hoy a alimentar y formar a las personas, a prepararlas para que disciernan no solo de manera reactiva sino proactiva, no solo evitando la vanidad, sino poniendo sus mentes y corazones (¡y bocas!) en la verdad de manera positiva.

Esto no significa que los ancianos evitan todas las batallas, sino que aprenden a elegirlas bien. La energía predeterminada y principal se destina al trabajo más arduo de hacer las paces a través de la enseñanza fiel. Ciertamente, los ancianos deben ser aquellos que puedan exponer el error que contradice la sana doctrina sin temor (Tit 1:9), mientras que al mismo tiempo deben ser hombres que saben cómo no ser contenciosos (Tit 3:2) y que evitan las «controversias necias, genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley, porque son sin provecho y sin valor» (Tit 3:9).

Las fábulas profanas

En otros versos de la carta a Timoteo, Pablo exhorta a los pastores a mantenerse alejados de las peleas tontas: «Nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas» (1 Ti 4:7). El comentario de Bob Yarbrough sobre esto es particularmente esclarecedor:

«Algunas ideas o propuestas están tan lejos de lo plausible que un pastor no tiene tiempo ni le incumbe brindarles la dignidad de una atención extensa. Esto no significa descartar a la gente de forma cruda. Pero en general, el punto de vista (y el ejemplo) de Pablo es enfocarse y promulgar las verdades de Cristo y la fe, no ser distraído prestando atención innecesaria a creencias aberrantes. Por ejemplo, existen analogías contemporáneas como las teorías de conspiración, las llamadas leyendas urbanas y un sinfín de blogs y sitios web orientados a temas (a menudo polémicos) de los que la mayoría de los pastores deberían sabiamente recusarse» (Pastoral Epistles, 238).

Es necesario aclarar que este no es un llamado reduccionista para que los pastores se mantengan alejados de las redes sociales (aunque muchos lo encuentran sabio). Más bien, de manera más integral, en nuestra predicación y enseñanza, nuestras conversaciones y correos electrónicos, nuestros mensajes de texto y comentarios en línea, ¿nos enfocamos y promulgamos las verdades de Cristo y la fe? Después de todo lo que hemos visto en el último año, con teorías de conspiración, leyendas urbanas y polémicas interminables, no puedo evitar resonar de nuevo con la exhortación de Yarbrough de que «la mayoría de los pastores deberían sabiamente recusarse» del exceso de fábulas profanas y palabrerías vacías que circulan en la actualidad.

¿Quién establece la agenda?

De manera práctica, una pregunta que debemos hacernos como pastores sobre nuestro horario de predicación, nuestras agendas de reuniones y nuestras conversaciones es: ¿Quién establece la agenda? ¿Es el mundo? ¿Es lo que está de moda en Twitter? ¿Es el flujo interminable de noticias diarias lo que nos impide prestar nuestra atención limitada a lo que es más importante y perdurable? ¿Es el último error del que te has enterado en una iglesia famosa o en portavoces cristianos muy, muy lejanos? ¿O son las voces más fuertes e inmaduras de nuestra propia iglesia?

Cuando Yarbrough menciona el «ejemplo» de Pablo en la cita anterior, agrega esta importante nota al pie de página:

«El hecho de que Pablo no sea más específico sobre los nombres y puntos de vista de sus oponentes es una fuente continua de frustración académica. Él se enfoca en lo que es considerado verdadero y redentor en lugar de permitir que los detractores del evangelio establezcan la agenda de sus comentarios o drenen sus energías al desahogarse haciendo una descripción de su perfil».

Se enfoca en lo que considera verdadero y redentor y no permite «que los detractores del evangelio establezcan la agenda». Qué consejo para los pastores en la era de la información. Yarbrough no dice que los detractores del evangelio no informan el ministerio de Pablo. Sí lo hacen. Tenemos trece cartas de Pablo que dan evidencia de que estuvo seriamente informado y consciente de una gran cantidad de errores graves en su época. Sin embargo, ser consciente del error y responder al error a través de un «enfoque en lo que es considerado verdadero y redentor» está muy lejos de permitir que el error establezca la agenda.

La cadena de texto de nuestros pastores

Una gracia que hemos encontrado como equipo de ancianos en Cities Church es lo que llamamos cariñosamente «la cadena de texto de los pastores». Es un hilo de mensajes de texto con solo nosotros nueve. Se mantiene ocupado (algunos días más que otros). Por un lado, nos mantiene al día con la vida de los demás (cuatro trabajamos para la iglesia y cinco de nosotros trabajamos en otros lugares). Es un gran lugar para enviar al equipo actualizaciones personales o solicitudes de oración.

Estamos llamados, como pastores, a ser heraldos de las glorias divinas

También nos ayuda a evitar publicar cosas estúpidas en línea. Todos tenemos pensamientos tontos y nuestros momentos débiles de ceder a las palabrerías vacías y sin sentido, mientras tratamos de discernir qué es necio (por ahora) y qué no. Es mejor mantener esas conversaciones en privado y en un lugar seguro (bajo la rendición de cuentas de nuestra comunidad de pastores), que publicarlas en línea para el mundo o decirlas, sin probarlas, desde el púlpito de la iglesia.

El hilo de texto también nos ayuda, junto con nuestras reuniones presenciales cada dos semanas, a discernir qué tipo de errores podemos exponer en nuestra enseñanza. ¿Qué peligros se relacionan con nuestro rebaño, no solo con una iglesia en las noticias en otro estado? ¿Qué tendencias más importantes tocan una fibra sensible en nuestra iglesia? ¿Qué controversias en el resto del mundo son solo fábulas profanas y palabrerías vacías, las cuales debemos ignorar en el precioso tiempo de enseñanza que tenemos los domingos por la mañana?

Hermanos, consideren su vocación

Dentro de nuestro equipo de nueve, tenemos todo tipo de opiniones personales sobre: mascarillas y mandatos gubernamentales, la historia de los EE. UU. y el béisbol de los Twins, Hamilton y Harry Potter, Dabo Swinney y la Comisión de bolsas y valores de Estados Unidos. Pero como pastores, tenemos un llamamiento único y de peso como portavoces del evangelio. Como maestros en la iglesia, le debemos a nuestro pueblo y al nombre de Cristo no perder nuestro testimonio abordando controversias triviales en público que se sienten emocionantes en el momento, pero que devoran nuestro espacio e influencia para enfocarnos en el verdadero y redentor.

Hermanos, estamos llamados, como pastores, a ser heraldos de las glorias divinas. Nuestro encargo, como dijo Martyn Lloyd-Jones, es «el tema más interesante, emocionante y absorbente del universo» (La predicación y los predicadores). Hablamos de Dios, Cristo, del pecado humano, de la ira justa, de la cruz odiosa, de la resurrección triunfante y de la ayuda siempre presente del Espíritu. Así que hacemos bien en ser economistas cuidadosos de nuestras palabras, para que nuestras palabras tengan valor y nuestra gente esté lista para escuchar cuando vayamos a hablar. Es una triste realidad cuando una iglesia sabe que su pastor es un conversador que vive hablando sobre cualquier tendencia, en vez de ser un predicador de las glorias antiguas y atemporales y de aquella vieja historia. Tenemos un libro de parte de Dios y una esquina en el mercado de lo «verdadero y redentor».

Los pastores sabios que se abstienen de la locura y la frivolidad modernas no se apartan de la emoción del ministerio, sino que administran el poder de sus palabras precisamente para lo que es más real, duradero y emocionante.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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