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Siempre es emocionante develar un misterio. Mejor aún si somos los primeros en descifrarlo, ¿no? ¿Sientes ese cosquilleo intelectual al escuchar sobre «el extraño caso del bosque de los árboles curvos» o «el pueblo en donde todos desaparecen por las noches»? ¿Bajas la velocidad de tu automóvil para poder ver los detalles de un accidente cuando vas por la carretera?

No importa de qué estemos hablando, puede ser un tema banal o profundo: todos queremos saber los detalles, la explicación, los porqué de los asuntos que ocurren a nuestro alrededor. Dios nos hizo con mentes hambrientas por evidencias y argumentos; con piernas deseosas de explorar a través de diversos terrenos que nos brindan nueva información.

Humanos curiosos

Muchos concuerdan en que la civilización griega fue la representación máxima de ese deseo humano por saber y conocer. Los filósofos griegos comenzaron a reflexionar sobre temas en los que siguen siendo una referencia: los matemáticos griegos legaron las bases de la geometría e incluso nuestro sistema educativo posee mucha herencia griega (la relación entre el maestro y el discípulo, las disciplinas de la retórica y el razonamiento, entre otros).

Los griegos admiraban a los sabios y tenían una diosa que representaba la sabiduría y el conocimiento: Atenea. La Biblia nos muestra que los griegos querían que Pablo les hablara más de Jesús y de lo que predicaba. Querían escuchar esas «cosas extrañas», no porque creyeran que saber más de Dios era lo correcto, sino simplemente porque ellos sentían una inmensa curiosidad (Hch 17:20-23).

El surgir de la ciencia también es evidencia de nuestra curiosidad. No somos indiferentes a nuestro entorno ni a nosotros mismos. Deseamos respuestas: ¿Qué son las estrellas? ¿Cómo pasa la información genética de padres a hijos? ¿Cuántos elementos distintos existen en la naturaleza? ¿Cuánto suman los ángulos interiores de un triángulo?

Así es como nacieron la astronomía, la biología, la química y las matemáticas, entre muchas otras disciplinas que surgieron hace milenios y otras que siguen desarrollándose hoy en día debido a la especialización del conocimiento. Estas disciplinas se conocen como «científicas» porque siguen el método científico.

La curiosidad es útil…

En términos generales, el método científico es un procedimiento para resolver problemas en el que usamos la observación sistemática: razonamos a través de una serie de pasos ordenados.

  1. Primero se hace una observación, 
  2. luego una pregunta, 
  3. después proponemos cómo solucionar esa pregunta (desarrollamos una hipótesis), 
  4. ponemos a prueba la solución (hacemos un experimento o estudio),
  5. analizamos los datos y
  6. concluímos admitiendo o desechando la solución propuesta. 

Por ejemplo: Miro por mi ventana todos los días y noto que todos los pájaros que veo son azules. Me pregunto: ¿Será que todos los pájaros son azules? Mi hipótesis es que sí, son todos azules. Luego voy al campo a realizar algunas observaciones y me encuentro con pájaros amarillos. Analizo la información y concluyo que mi hipótesis era incorrecta: no todos los pájaros son azules.

La curiosidad puede tener muchos beneficios. Canalizada a través de la ciencia, por ejemplo, hemos podido desarrollar curas para enfermedades, tecnologías que facilitan la vida diaria y una comprensión más profunda de la belleza del universo. 

… pero también puede ser peligrosa.

Con todo, el pecado corrompió nuestras mentes y eso tiene consecuencias sobre la manera en que pensamos. Un ejemplo notable de esto es cuando el método científico se lleva a cabo incorrectamente, sin seguir los pasos adecuados o sin notar nuestras fallas al aplicarlo. Un fruto de esto son las pseudociencias.

Las pseudociencias son ideas que intentan plantearse como pensamiento científico, pero que si las analizamos a la luz de la lógica, fallan en alguna parte del método (a veces de manera muy sutil). En esta categoría encontramos la astrología, la homeopatía, el biomagnetismo, el Feng Shui, la medicina cuántica y mucho más. Todas estas supuestas ciencias fallan en alguna parte del planteamiento científico: algunas en la hipótesis, otras en el experimento y otras en las conclusiones. 

El pecado lo daña todo, y eso incluye la razón y la mente

En realidad, la mayoría de las pseudociencias falla de maneras que pueden ser bastante evidentes, pero aún así se siguen sosteniendo con fuerza. Por ejemplo, si tomamos el caso de la astrología, notaremos que una de las fallas que presenta es en el primer paso, el de la observación. En parte, las ideas de la astrología —la importancia de las figuras que las estrellas forman en el cielo o la posición de los planetas— se basan en el pensamiento de que el cielo que observamos es un plano en dos dimensiones, lo cual es completamente incorrecto. Las estrellas que forman las constelaciones pueden estar a millones de kilómetros de distancia entre ellas aunque en un plano se vean muy cercanas. Por lo tanto, desde la perspectiva científica, es imposible que las estrellas, por estar en cierta posición, afecten o determinen nuestras conductas y menos nuestro futuro.

¿Por qué hemos creído y seguimos creyendo muchas de estas ideas? Porque nuestra mente está corrompida por el pecado. Aunque podamos razonar lógicamente, nuestro corazón pecaminoso tendrá deseos pecaminosos asociados a la conclusión a la que hemos llegado. Quizá hallamos una respuesta completamente razonable y sencilla para una pregunta, pero nuestro deseo por emoción y adrenalina nos vuelve ciegos a la respuesta tan evidente. No podemos aceptar que la respuesta sea tan «aburrida».

Por esto existe un principio conocido como «la navaja de Occam», que establece que ante la existencia de varias teorías que resuelven una pregunta, la explicación más simple es la que tiene más probabilidades de ser la correcta. Proverbios nos recuerda que el principio de la sabiduría es el temor al Señor (Pr 9:10), por lo que debemos orar continuamente para que nuestro razonamiento sea lo más claro posible y nuestro corazón engañoso no nuble aún más nuestra mente caída.

Un claro ejemplo moderno de no aplicar este principio es el movimiento terraplanista. ¿No es mucho más emocionante creer que el gobierno nos oculta la verdad a todos, pero que yo tuve el privilegio de saber la verdad gracias a Youtube? ¿Cómo va a ser verdad que la Tierra es una simple y vulgar pelota, como se muestra en las imágenes de la NASA? 

Dios quiere que nuestra curiosidad natural nos impulse a conocerlo más y más

Los creyentes debemos estar atentos a este tipo de conspiraciones. Nosotros sabemos que el pecado lo daña todo, y eso incluye la razón y la mente. 

Redimiendo la curiosidad

La curiosidad nos ha permitido tener muchísima información acerca de cómo funciona el mundo y cómo podemos bendecir al prójimo a través del desarrollo tecnológico. Dios quiere que esta curiosidad natural nos impulse a conocerlo más y más como el Dios Creador y la Sabiduría perfecta, buscando la verdad acerca de Él y toda su creación. 

Por supuesto, es importante ser compasivos y pacientes con aquellos hermanos que están fallando en ésta área. Ayudémoslos con amor a usar correctamente la lógica y la razón a la luz de la Escritura, jamás burlándonos de ellos, sino reconociendo que nosotros mismos podríamos estar equivocados en muchas áreas que no hemos meditado bien aún.

La curiosidad o el deseo de conocimiento es sumamente útil. Pero debemos ser sabios para usarla a la luz de nuestra obediencia a la Palabra Dios y en conjunto con todos aquellos que puedan ayudarnos a ver nuestros puntos débiles. Oremos para poder identificar cuándo hemos utilizado mal la razón, para ser humildes para reconocer nuestro error y para tener hambre de conocer la verdad aunque esta pueda ser incómoda o confrontadora. 

Sea lo que sea que quieras descubrir o conocer, búscalo con humildad y temor de Dios, sabiendo que la razón pura y sin falla solo podremos disfrutarla en el cielo.

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