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Las estadísticas me hacen querer meter a mis hijos en un barril y guardarlos ahí hasta que sea hora de enviarlos directamente al cielo. ¿Se podrá hacer tal cosa? Según muchas fuentes que consulté, entre el 70% y 90% de niños y jóvenes verán algo de pornografía antes de sus 15 o 16 años. Olvida el barril. ¿Alguien sabe si ya está disponible la tecnología de teletransportación?

¿Te has preguntado por qué Dios permite que lleguen niños a un mundo como el que nos rodea hoy? ¿Será posible que un niño crezca, llegue a ser joven, se convierta en adulto, y todavía se mantenga “puro”? Verdaderamente vivimos en tiempos de desenfreno sexual que complican nuestra labor de cuidar a nuestros hijos.

En efecto, somos llamados a cuidar y proteger a los hijos que Dios nos ha prestado. La mujer de Proverbios 31 “está atenta a todo lo que ocurre en su hogar” (v. 27 NTV), y Jesús habló severamente a cualquier persona que hiciera que un niño cayera en pecado (Lc. 17:2). Pocos padres dudan de su responsabilidad de cuidar a sus hijos del peligro que el mundo representa para ellos, y la pornografía indudablemente se clasifica como alto riesgo.

Pero quizá parte del problema que produce tanta confusión y desánimo en la lucha que los padres tenemos contra este intruso grosero es que no entendemos bien la naturaleza y el alcance del peligro. Y si no somos conscientes del verdadero peligro y su fuente, podríamos estar peleando en vano, malgastando nuestra energía donde no hace efecto, y dejando de invertirla donde sí pudiera hacer efecto.

Lo que nos es tan difícil de ver y aceptar es que esta es una batalla que se libra en dos frentes, y frecuentemente solo luchamos en uno de ellos. ¿A qué me refiero? La pornografía sí presenta un gran peligro para nuestros hijos. Pero la pornografía no es el más grande peligro que nuestros hijos corren. El peligro más grande que amenaza a nuestros hijos ya está dentro de nuestros hogares, y ya está dentro de sus recámaras. De hecho, sin este peligro, la pornografía perdería totalmente su atractivo y poder. ¿Cuál es?

El más peligro más grande que amenaza a nuestros hijos ya está dentro de nuestros hogares, y ya está dentro de sus recámaras: su corazón engañoso

El corazón engañoso de tu hijo le presenta un mayor peligro que la pornografía. Por tanto, la protección contra la pornografía implica entender y cuidar tanto del peligro interno como del externo.

El peligro interno requiere protección interna

Aunque un niño o joven puede llegar a ver pornografía por primera vez por “accidente” (sin previa intención), su respuesta a la tentación inicial será un reflejo del corazón. No existe “curiosidad inocente” porque no existe inocencia en este mundo caído. Los padres debemos aceptar sin titubear la realidad de que nuestros hijos sufren de la misma condición con la que cada ser humano ha nacido desde Adán (Jer. 17:9; Ro. 3:23).

Con esto no descarto la gran variedad de respuestas que diferentes niños y jóvenes tendrán a la tentación de la lujuria, y las motivaciones variadas de sus corazones. Precisamente por esto, es crucial que cada hijo reciba atención, discipulado, confrontación, e instrucción de padres que se interesan por su integridad espiritual. Si un joven es entrenado en las disciplinas espirituales que le equiparán a resistir el pecado y experimentar verdadero arrepentimiento, estará mucho más protegido a la larga.

Recuerda, parte de cuidar a nuestros hijos de las amenazas del enemigo es ayudarles a entender su propia necesidad desesperada, y apuntarles hacia el Único que puede hacer posible una vida santa.

En breve, la mejor protección interna contra la lujuria que los padres podemos proveer para nuestros hijos es:

  • Ser honestos y abiertos con ellos sobre su verdadera condición y necesidad, desde muy pequeños, nunca excusando su pecado y permitiendo que sufran consecuencias.
  • En palabra y en ejemplo, presentar a Dios, su carácter y sus caminos, como deseables y gloriosos. Enfatizar que el pecado va totalmente en contra de la naturaleza de Dios.
  • Predicar y vivir la esperanza del evangelio en el hogar: el perdón, el arrepentimiento, la fe, la gracia provista en la persona de Cristo, y la esperanza viva que espera a los hijos de Dios.

El peligro externo requiere protección externa

El hecho de que la tentación no tendría atracción si no fuera por la lujuria del corazón no cancela la realidad del gran peligro externo que existe para nuestros hijos (¡y nosotros también!). Como si no fuera suficiente el mero peligro de la pornografía en sí, y el daño mental y emocional que puede hacer en la mente de un joven, otros peligros horribles como los depredadores acompañan de cerca al uso de la pornografía.

Existen varias ideas comunes erróneas que los padres podemos tener que exponen a nuestros hijos a una falta de protección:

  • “Mis hijos son nobles. No se meterían en esas cosas”. (Este ya lo tratamos en el punto previo).
  • “Es una violación de la privacidad de mis hijos meterme en sus cosas y estar viendo sus aparatos electrónicos”.
  • “Lo que sucede en la mente y corazón de mi adolescente es entre él y Dios. Tengo que confiar en que Dios va a obrar en él sin mi interferencia”.
  • “Poner filtros y controles es como admitir que mis hijos están viendo pornografía. No quiero que tengan mal testimonio”.

Dios ha puesto a los padres en la vida de sus hijos para preservar su integridad física, emocional, y espiritual mientras crezcan y maduren. Nuestra tarea es hacer todo lo posible por prepararles para que vivan una vida que traiga gloria a Dios, la cual resultará también en su supremo bien.

Nuestra tarea es hacer todo lo posible por preparar a nuestros hijos para que vivan una vida que traiga gloria a Dios

Excusar la falta de acción protectora, o discipulado confrontativo, es eludir una responsabilidad divinamente otorgada. Mientras nuestros hijos menores de edad viven bajo nuestra autoridad y provisión económica en el hogar; su vida debe ser un libro abierto para sus padres. Con respeto y compasión, considerando las debilidades y personalidades de cada uno, debemos desarrollar un plan para protegerles de la maldad que les espera en el mundo digital.

Estas son algunas sugerencias para protección contra peligros externos:

  • No debe haber ningún aparato electrónico disponible para el uso de niños que no tenga protección digital activada. Muchos celulares, computadores, aplicaciones y páginas de Internet vienen con opciones de protección integradas. Haz el trabajo de investigar y buscar ayuda, y dispón de recursos para priorizar esta protección.
  • Desarrolla el hábito de tener conversaciones abiertas sobre temas de sexualidad desde que tus hijos sean pequeños. Usa terminología normal y respetable. Contesta cada pregunta sin pena y según la edad del niño. Establece patrones que animarán la apertura sobre temas difíciles al crecer.
  • Trata el pecado con gracia, definiendo la santidad y la pureza como Dios las define. Cristo nos hace “santos” y “sin mancha” delante de Él por medio de Su obra en la cruz (Ef. 1:4). Esta es la pureza de mayor valor, y una lucha contra la pornografía puede terminar en experimentar pureza. Mira a tus hijos con los mismos ojos de gracia que Dios tiene.
  • Recuerda que la presión social es frecuentemente un motivo para buscar ver pornografía. Conoce a los amigos de tus hijos, y pregúntales si tienen dudas sobre temas que hablan sus compañeros. La pornografía puede entrar por medio de una amistad y no solamente por un aparato digital.

El peligro de la pornografía, combinado con el peligro de un corazón engañoso y perverso, provee una oportunidad inigualable para caminar con nuestros hijos en un entrenamiento espiritual hacia la santidad que agrada a Dios. El evangelio de Cristo libera de la lujuria y protege de la idolatría. No tengo que meter a mis hijos en un barril porque Dios mismo los protege por su gracia, y puede hacer de ellos un trofeo para su gloria.

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