¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Proverbios 28-31 y Romanos 10-11

El hombre que después de mucha reprensión se pone terco,
De repente será quebrantado sin remedio.
(Prov. 29:1)

Estuve repasando estos últimos cuatro capítulos, y me negaba a tomar el tema de la corrección nuevamente. Sin embargo, una y otra vez, mis ojos se volvían hacia la gravedad del texto del encabezado: “El hombre que después de mucha reprensión se pone terco, de repente será quebrantado sin remedio” (Prov. 29:1). No podía hacer de la vista gorda y darle la espalda a este “elefante en el salón” que era demasiado evidente.

No puedo negar que hablar de corrección suena como queja de abuelito enojado en medio de nuestra sociedad relativista y engreída. La palabra misma ha desaparecido de la escena, y ya no existe disposición para corregir a otros y menos el permitir ser corregido. Por eso vivimos los estragos de hombres y mujeres petulantes, sin dirección, indispuestos a enmendar el rumbo de su vida, y por lo tanto, indiferentes ante sus propios fracasos y lo que le pueda suceder a los demás.

Una actitud indolente para corregir puede significar que no estamos tan comprometido con la verdad como decimos estarlo, o que simplemente no amamos con la calidad de amor que deberíamos tener.

Es evidente que no es fácil corregir hoy en día, pero tampoco lo fue en el pasado.  Sí, ya estoy imaginando lo que más de uno puede estar pensando en este mismo momento: “¿Y tú quién eres para…? ¿Cómo te atreves si tú…? ¡Déjame vivir mi vida…!” y miles de frases tan duras como éstas. Sin embargo, hay un proverbio digno de recordar: “El que reprende al hombre hallará después más favor Que el que lo lisonjea con la lengua” (Prov. 28:23). La adulación hipócrita campea en nuestras relaciones, mientras que por detrás no nos cansamos de nombrar y cuchichear los errores y los problemas de los demás. Lo malo es que nos cuesta creer que “hallaremos más favor” con nuestros amigos si es que tenemos la valentía de corregirlos por su bien. Preferimos mantenernos en la tribuna y cerrar los ojos mientras el “incorregible” es servido como almuerzo de las fieras.

Por otro lado, otro proverbio también dice: “Disciplina a tu hijo y te dará descanso, Y dará alegría a tu alma” (Prov. 29:17). Una realidad fundamental presentada por la cosmovisión cristiana afirma que los seres humanos somos pecadores, con corazones endurecidos y que tendemos de continuo al mal. La disciplina y la corrección no son herramientas solo para “casos de emergencia”, sino instrumentos necesarios de forma permanente para que nuestras vidas puedan vencer sus propias tendencias equivocadas.

Nuestra inacción en la corrección no puede permitirse solo porque pensamos que vamos a pasar un mal momento si corregimos, nos van a dejar de querer o simplemente que no nos van a prestar atención. Tenemos que hacer lo que tenemos que hacer, sin ningún retraso y por nuestro propio bienestar. Una actitud indolente para corregir puede significar que no estamos tan comprometido con la verdad como decimos estarlo, o que simplemente no amamos con la calidad de amor que deberíamos tener. Dice el maestro de sabiduría: “Fieles son las heridas del amigo, Pero engañosos los besos del enemigo… Los que abandonan la ley alaban a los impíos, Pero los que guardan la ley luchan contra ellos” (Prov. 27:6; 28:4).

Ser sabio es buscar con empeño la corrección que viene de Dios, porque sabemos que nuestros corazones engañosos la necesitan de forma permanente y con urgencia.

Debemos erradicar de nosotros la idea equivocada de que corregir a otros nos hace jueces o superiores a los demás; por el contrario, lo primero que reconocemos es que la corrección es algo que nosotros mismos necesitamos y nuestra disposición a mostrar nuestra opinión no nos convierte en jueces perfectos, sino que nos hace hermanos solidarios y fieles. La razón de nuestra corrección es un profundo amor que nos impide ser indiferentes ante las conductas y actos de las personas que amamos y que consideramos valiosas.

Los que somos corregidos estamos en el otro extremo de nuestra reflexión. No abundaré en lo que ya he escrito en anteriores oportunidades. Solo quiero señalar el peligro de no prestar atención a los llamados de atención de las personas que nos ven, nos escuchan y nos rodean. El proverbista nos advierte, “El que confía en su propio corazón es un necio, Pero el que anda con sabiduría será librado” (Prov. 28:26). Andar con sabiduría no significa creerme que tengo todas las respuestas, que soy perfecto o que no necesito corrección alguna porque mi camino es recto e impoluto. Por el contrario, ser sabio es buscar con empeño la corrección que viene de Dios, porque sabemos que nuestros corazones engañosos la necesitan de forma permanente y con urgencia.

La primera corrección siempre vendrá del Señor. Él espera que estemos dispuestos a escuchar su reprensión con la misma intensidad con la que estamos dispuestos a rogar en nuestras oraciones. Si no estoy dispuesto a escuchar a Dios (lo que rompe mi comunión con Él), entonces Dios se mantendrá lejos de mi oración: “Al que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominación” (Prov. 28:9). Si crees que puedes ocultarle al Señor tus fracasos, negándote a aceptar su corrección, también estarás evitando tu restauración: “El que encubre sus pecados no prosperará, Pero el que los confiesa y los abandona hallará misericordia” (Prov. 28:13).

La corrección es un instrumento proveedor de sabiduría ya que nos ubica en nuestro error y luego nos muestra la salida. No habrá una etapa de nuestra vida en que no necesitemos corregir el curso de acción de nuestras vidas porque la “… gente que se tiene por pura, Pero no está limpia de su inmundicia” (Prov. 30:12). Mientras estemos en este cuerpo mortal y viviendo bajo el sol, siempre necesitaremos llevar nuestro corazón al taller de la corrección y a la intervención profunda y clarificadora de la Palabra de Dios.

Lo cierto es que nuestras vidas están en las manos de Dios. Mi vida le pertenece por completo. Lo que me toca, como mayordomo de una vida que no es mía, es cuidarla con esmero. Solo en comunión con Él podré distinguir lo que Él espera que mi vida muestre. Sus palabras harán que cobre sentido y significado mi propia levedad y mi propia necesidad de corrección. Sé también que, tarde o temprano, estaré de rodillas delante de Su presencia, por lo que procuraré no ser indiferente a lo que hoy Él espera de mí. La suma de todo esto es que nada seríamos sin Él.

Lo que sigue desde nuestra salvación en adelante es caminar con el Señor, sometiéndonos a su corrección y viendo como su Espíritu Santo nos va guiando a toda verdad.

Nuestro corazón necesita a Cristo. Pablo dijo, “Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree” (Ro. 10:4). Jesucristo representa la persona y el carácter de lo que Dios espera de todos nosotros. Al verlo en el evangelio descubrimos nuestra propia imperfección y debilidad, pero no solo nos quedamos desesperanzados por nuestra condición de perdición. El evangelio también nos muestra que ese Jesucristo perfecto vino a buscar a los que eran incorregibles y perdidos. A través de su obra en la cruz, somos salvados y nuestros corazones son transformados. ¿Ya somos perfectos? De ninguna manera. Lo que sigue desde nuestra salvación en adelante es caminar con el Señor, sometiéndonos a su corrección y viendo como su Espíritu Santo nos va guiando a toda verdad.

Por eso, humildemente busquemos glorificarlo y confesar que esta verdad es para todos nosotros: “Porque no hay distinción entre Judío y Griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que Le invocan; porque: ‘Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo’” (Ro. 10:12-13). ¡Que nuestras vidas le glorifiquen al ver que estamos dispuestos a vivir siempre tratando de enmendar nuestros caminos y también a ayudar a otros a enmendar los suyos! “Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén” (Ro. 11:36).


Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando