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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Líder de jóvenes: 12 marcas para impactar a las nuevas generaciones (B&H Español, 2024), un recurso de Coalición por Evangelio.

Al Espíritu Santo también se lo reconoce como «el Espíritu de verdad» y Su función es guiarnos a «toda la verdad» (Jn 14:17; 16:13). La verdad a la que el Espíritu nos guiará no será nueva, mística o misteriosa. Por el contrario, Jesús nos dice que se trata de la verdad proclamada en la Escritura y que lo glorificará (v. 14). El teólogo Juan Calvino lo explicó así:

Debemos dedicarnos con diligencia tanto a escuchar como a leer la Escritura, si queremos beneficiarnos de la acción del Espíritu de Dios. El Señor ha unido y ligado la verdad de Su Espíritu y la de Su Palabra. Cuando nuestro entendimiento recibe con obediencia esta Palabra, vemos resplandecer el Espíritu Santo que nos hace, de alguna manera, contemplar el rostro de Dios; y también, cuando, sin miedo a equivocarnos o ser engañados, recibimos al Espíritu Santo, lo reconocemos en Su imagen, Su Palabra.1

En el ministerio juvenil, es esencial entender que la dirección oportuna y sobrenatural del Espíritu de Dios es fundamental para ser guiados a través de realidades espirituales que nos sobrepasan, de las que el mundo nunca ha hablado, que nunca hemos visto, oído o siquiera imaginado (Is 55:7‑11; 1 Co 2:9). Todos necesitamos la presencia del Espíritu Santo para poder vislumbrar, entender y vivir la verdad liberadora del evangelio.

La cultura contemporánea busca que creamos que la verdad está en nuestro interior, que nuestra opinión tiene el peso que solo tiene la verdad y que debemos desconfiar de todos aquellos que discrepan con nosotros y no aprueban nuestros sentimientos y anhelos. Por lo tanto, los líderes de jóvenes deben ser conscientes de las enormes presiones que tiene la juventud para menospreciar la Palabra de Dios. Asimismo, deben suplicar por la intervención del Espíritu Santo en la iluminación de la verdad eterna de Dios y la manifestación de Su poder único para hacer que esa Palabra permita ver lo más recóndito del corazón humano y la gloria más excelsa de nuestro Dios.

Es crucial que entendamos cuál es la función específica del Espíritu como guía a la verdad. El exégeta William Hendriksen lo explica de forma exhaustiva y por eso lo cito en extenso:

La función del Espíritu Santo en la iglesia se describe como la de guiar, literalmente: «ir delante». El Espíritu no usa armas externas. No manipula; guía. Ejerce influencia en la conciencia regenerada de los hijos de Dios (y aquí en particular, de los líderes), y amplía los temas que Jesús había presentado durante Su permanencia en la tierra. Así, pues, guía hacia toda la verdad, es decir, hacia el cuerpo entero (con énfasis en este adjetivo) de la revelación redentora. El Espíritu Santo nunca pasará por encima de un tema. Nunca insiste en un punto de doctrina a costa de todos los demás. Guía hacia toda la verdad. Además, en el desempeño de esta tarea está en relación íntima con las otras personas de la Trinidad.

El Padre y el Espíritu son uno en esencia. Lo que el Espíritu oye del Padre, lo susurra en el corazón de los creyentes en y por medio de la Palabra. Busca constantemente las profundidades de Dios. Las comprende y las revela a los hijos de Dios (1 Co 2:10,11). Al decir lo que oye, el Espíritu es como el Hijo, porque este también habla de lo que ha oído del Padre (y visto cuando estaba con Él; Jn 3:11; 7:16; 8:24; 12:49; 14:10, 24). El Espíritu vendrá, guiará a toda la verdad y revelará las cosas que habrán de venir (16:8; 13). En tanto que el mundo está muy ocupado en la obra de rechazar a Cristo y de perseguir a Su iglesia, el Espíritu Santo, por medio de la predicación de los apóstoles, glorificará a Cristo.2

Esta obra del Espíritu Santo por medio de la Escritura es fundamental en el ministerio juvenil. Nosotros y nuestros jóvenes podremos llevar una vida recta, limpia y obediente solo si estamos dispuestos a observar, preservar y poner en un lugar prominente la Palabra de Dios en nuestras vidas (Sal 119:9). Estoy seguro de que eso es algo que recalcamos entre nuestros jóvenes. Sin embargo, no sé si ellos podrían concluir que la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo deben tener la prominencia cuando ellos observan nuestros énfasis, programas y actividades en el ministerio.

Buscar el crecimiento espiritual de los jóvenes sin considerar el lugar central del Espíritu Santo y Su guía por toda la Escritura es infructuoso

La enseñanza e instrucción alrededor de la Palabra de Dios es una condición sine qua non para la dependencia del Espíritu Santo en el ministerio juvenil. Muchos líderes de jóvenes temen que jóvenes como Eutico se mueran de sueño ante charlas bíblicas prolongadas o profundas. Lo que aprendo de Pablo es que no se amilanó con la situación, predicó hasta el amanecer y «al muchacho se lo llevaron vivo, y quedaron grandemente consolados» (Hch 20:7‑12).

La superficialidad en la enseñanza de la Biblia entre los jóvenes nunca será una estrategia que promoverá el crecimiento espiritual, pues nunca será avalada por el Espíritu Santo. Los jóvenes viven sujetos a la tiranía del entretenimiento y la frivolidad de las redes sociales, las cuales nublan y copan sus mentes con mensajes e imágenes incompletos, deleznables y heréticos. Viven en la burbuja de un universo propio creado por algoritmos que solo favorecen a sus propios deseos egoístas. Solo escuchan y miran lo que les gusta; nunca son confrontados por una verdad superior y, como consecuencia, sus conciencias se debilitan cada día más. No podemos enfrentarnos a esta realidad generalizada entre la juventud sin la presencia y dirección del Espíritu Santo y sin abundancia de la Palabra.

Buscar el crecimiento espiritual de los jóvenes sin considerar el lugar central de la presencia del Espíritu Santo y Su guía por toda la Escritura es simplemente infructuoso. Es una fórmula para el fracaso y para dejar desnutrida a toda una generación de jóvenes, quienes quizás llegarán a ser «amigos» o «conocidos» de Dios o la iglesia, pero una generación que nunca estará formada por hijos de Dios que «han nacido de nuevo… mediante la palabra de Dios que vive y permanece» (1 P 1:23).

Es posible que un líder de jóvenes se sienta sobrepasado ante la demanda de formar a toda una generación con todo el consejo de Dios. Esa es una razón por la que también el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda y nos guía al momento de alimentarnos con la Palabra en nuestro devocional, estudio bíblico o en la preparación de algún tema o exposición bíblica. En el mismo sentido, no debemos olvidar esta gran promesa de nuestro Señor Jesucristo: «Cuando los lleven a las sinagogas y ante los gobernantes y las autoridades, no se preocupen de cómo o de qué hablarán en defensa propia, o qué van a decir; porque el Espíritu Santo en esa misma hora les enseñará lo que deben decir» (Lc 12:11‑12).

Vale decir que lo anterior no significa que lo único que necesitan los líderes de jóvenes para cumplir con el ministerio juvenil bajo la guía del Espíritu Santo sea un aula o púlpito. Aunque debemos reconocer la supremacía de la instrucción bíblica en sujeción al Espíritu, las formas de presentación pueden ser tan creativas y atractivas como lo es la Palabra de Dios.

El Señor nos ha hablado por medio de historias, poemas, profecías, parábolas, símiles y muchas formas más. No debemos olvidar que la iglesia ha sido creativa en el uso de los diferentes recursos comunicacionales. Desde el uso de las epístolas por parte de Pablo hasta las catedrales llenas de vitrales, todas son demostraciones de que el Señor nos ha dado creatividad para compartir Su Palabra con efectividad.


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1. Juan Calvino, Institución de la religión cristiana (Grand Rapids: Libros Desafío, 2012), pp. 50‑51.
2. William Hendriksen, Comentario al Evangelio según san Juan (TELL), pp. 600‑601.
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