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Podría casi asegurar que —por lo menos una vez— has deseado no necesitar irte a la cama a dormir. Entre tantos pendientes y actividades, 24 horas simplemente no parecen suficientes.

A pesar de que querer “hacer más” suena muy noble, cuando pensamos así se nos olvida que el descanso es un regalo de Dios para nosotras.

“Es en vano que se levanten de madrugada, que se acuesten tarde, que coman el pan de afanosa labor, pues Él da a Su amado aun mientras duerme”, Salmo 127:2.

Si estás en Cristo, eres amada del Señor. Él quiere darte lo que necesitas aún cuando lo único que estés haciendo es soñar. Por mejores que sean tus intenciones, si tu afán te hace olvidar tu dependencia de Dios, es necesario ajustar tu agenda.

Hechas para trabajar, hechas para descansar

Los cristianos sabemos que tenemos una misión. Somos llamados a ir por todo el mundo a hacer discípulos de Jesús, y enseñarles a vivir como Él nos mandó (Mt. 28:19-20). Esto quizá se traduzca en criar y atender a tus pequeños, dirigir un estudio bíblico, visitar a tus vecinas, o compartir el evangelio con tus compañeras de oficina. ¡Hay mucho que hacer! La mujer cristiana es llamada a trabajar.

Sin embargo, también sabemos que la obra no es nuestra. Encontramos consuelo en que quien hace la obra en los corazones es el Espíritu de Dios. Él guiará y guardará a los que amamos; Él bendecirá el trabajo de nuestras manos. ¡Cuánta paz encontramos en esto! La mujer cristiana es llamada a descansar.

En el reino de Dios, el trabajo y el descanso tienen su lugar. Somos llamadas a trabajar duro y a reposar en el Señor. En este mundo hay mucho qué hacer, pero tú no tienes que hacerlo todo.

Como escribió Kevin DeYoung en su libro Súper ocupados,  “El antídoto para el estrés del alma no es la pereza y la indiferencia. El antídoto es el descanso, el ritmo, morir al orgullo, aceptar nuestra propia limitación, y confiar en la providencia de Dios”.

5 señales de alerta

El tiempo que tienes para trabajar es limitado, así que el número de cosas en tu agenda también debería serlo. Aquí hay cinco indicadores de que, muy probablemente, tu agenda está demasiado apretada.

1. Lo más importante no tiene su lugar.

Martín Lutero solía decir, “Tengo tantas cosas que hacer, que debo pasar las primeras tres horas orando”. Lutero sabía que de nada servía trabajar en sus fuerzas. Si “no hay espacio” para orar y leer, para tener comunión con el Señor, estás haciendo cosas de más. A Dios no le impresiona lo mucho que quieres hacer sin depender de Él.

2. Tu valor depende de lo bien que cumpliste con tu lista de tareas hoy.

Si pudiste cumplir con cada tarea y asistir a cada reunión, te sientes genial. Si acabaste perdiendo el tiempo o surgió algo inesperado que atender, crees que eres la peor persona del mundo. Somos llamadas a ser responsables y productivas, pero no para ser aceptadas, sino porque somos aceptas en Cristo.

3. Haces muchas cosas pero sin excelencia.

Tal vez sirves en 15 ministerios, tienes 3 juntas al día, y completas absolutamente todos tus pendientes. Sin embargo, tu mente está dividida; por tantas cosas que hay que hacer te cuesta concentrarte. Tu trabajo lo haces a medias y de prisa, porque no puedes invertir tu tiempo en una sola cosa. Sí, haces mucho, pero lo haces mal.

4. No sabes decir que no.

Quizá tu agenda está llena y ni siquiera sabes por qué. A cualquier propuesta y favor que te piden dices que sí. Te sientes mal de negarte a participar en todas las actividades de la iglesia o grupo de amigos. Vives con temor a las personas en lugar de temer al Señor.

5. Tienes expectativas poco realistas.

Tu lista es kilométrica; tus juntas están una cinco minutos después de otra. Al final del día te sientes fatal, porque deberías estar haciendo más pero simplemente no puedes. Das todo tu esfuerzo, pero siempre pareces quedarte corta. No te has dado cuenta que eres un ser humano con tiempo, recursos, y energías limitadas. Te tengo una mala noticia: no puedes hacerlo todo. Te tengo una buena noticia: Dios no espera que lo hagas todo.

5 consejos prácticos

Si has identificado que tu agenda está demasiado llena, estas son algunas cosas que puedes hacer para remediarlo.

1. Ten un tiempo Coram Deo.

Coram Deo significa “en la presencia de Dios”. Dios nos rodea en todo tiempo, pero entre tantos pendientes solemos olvidarlo. Antes de empezar tus actividades, invierte cinco minutos para poner en manos de Dios tu día y cada cosa que tienes que hacer. Pídele que te de discernimiento para saber qué es lo que realmente deberías estar haciendo, y sabiduría para hacerlo con excelencia.

2. Define tu misión y roles.

La Iglesia es un cuerpo y cada miembro tiene su función. Antes de decir que sí a cualquier actividad, tienes que definir cuál es la tuya según la etapa de vida en que te encuentras. Escribe tu misión y tus roles, y evalúa cada actividad que estás haciendo de acuerdo a ellos.

3. Da espacio para lo inesperado.

Puedes planear todo lo que quieras (y deberías hacerlo), pero las cosas no siempre salen como lo pensamos. Y eso está bien. Elige cada día dos o tres cosas importantes, y hazlas primero. Si te alcanza el tiempo para hacer más, maravilloso. Pero sé realista y no dejes que lo inesperado te derrumbe… ¡puedes glorificar a Dios en ello también!

4. Aprende a decir no y a valorar tu tiempo.

Donald Whitney escribió que “si las personas desperdiciaran su dinero tan insensatamente como desperdician su tiempo, pensaríamos que están locas”. Somos llamadas a ejercer mayordomía no solo de nuestras posesiones materiales, sino de nuestro tiempo también. Hay una infinidad de cosas que podríamos estar haciendo, pero solo ciertas cosas que deberíamos hacer. Pide a Dios sabiduría y aprende a decir no.

5. Recuerda siempre que tu identidad está en el evangelio.

A ti no te define lo que hagas bien o lo que hagas mal. Si cumpliste con todos tus pendientes o con ninguno. Tu identidad está en el evangelio de Jesús. Estás en Él y eres suya. Cuando todo te salga mal, ve a la cruz. Cuando todo te salga bien, ve a la cruz.

Nos gloriamos en el Señor, no en una agenda llena o en una lista de tareas completa (2 Cor. 10:17-18). Que el Señor nos encuentre fieles, trabajando para su gloria y descansando en el evangelio que nos ha salvado.

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