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Colosenses 1:24 dice lo siguiente:

“Ahora me alegro de mis sufrimientos por ustedes, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la Iglesia” (cursiva añadida).

Al leer este verso, podríamos pensar que Pablo dice que a la obra de Cristo le faltaba algo, por lo que el apóstol vino a completar eso que hacía falta. Sin embargo, aquí hay dos razones para creer que eso no es lo que el texto significa:

1) Una regla esencial de interpretación

La Palabra se interpreta con la misma Palabra y dentro de su contexto. Esta regla básica de interpretación indica que debemos tomar en cuenta todo el pasaje y sus contextos. Por eso, comprender que la obra de Cristo es perfecta —y fue completa— es esencial para entender lo que quiso decir Pablo en Colosenses 1:24. Veamos los contextos de este texto.

En el contexto inmediato, Pablo enseña que la muerte de Cristo —el perfecto sacrificio por nuestros pecados— es completamente suficiente (Col. 2:13-15).

En el contexto remoto, Pablo también afirma (en Romanos 3:24 y Gálatas 2:16) que Cristo hizo su obra de manera perfecta y completa, afirmación que encontramos en otros libros de la Biblia:

“Ciertamente todo sacerdote está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Él, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios”, Hebreos 10:11-12 (cursiva añadida).

Así también, los Evangelios registran las últimas palabras de Cristo antes de su muerte en la cruz: “Consumado es” (Jn. 19:30). Es decir, Cristo afirmó que el propósito por el que vino al mundo fue cumplido, y todo había sido hecho.

2) Para proclamación, no para salvación

Después de ver estos pasajes, entendemos que Pablo no se está refiriendo a completar la obra de Cristo para salvación. Además, el contexto de este verso tiene que ver con la proclamación del evangelio de Cristo. Tomando todo lo anterior en cuenta, podemos ver que las aflicciones de Cristo en Pablo no son para salvación —porque solo Jesús tiene poder para salvar—, sino para proclamación.

Nuestros sufrimientos no son para completar la obra de redención; eso Cristo lo ha hecho en su perfecta humanidad. Él murió en una cruz y resucitó para perdón de nuestros pecados. Así que estos sufrimientos a los que Pablo se refiere tienen el propósito y vienen como consecuencia del avance del evangelio.

Entonces, Pablo se gozó en sus sufrimientos, completó las aflicciones de Cristo en su ministerio, e hizo su parte por la Iglesia. Pablo no estaba sufriendo para dar redención sino para proclamarla, para dar a conocer a Cristo y el glorioso misterio que nos ha sido revelado, “Cristo en nosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27).

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