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¿Cuándo he visto más unida a Colombia? Cuando la une su mayor pasión: el fútbol. Es tal la unidad en esos momentos en que la selección nacional juega que, con todo ánimo y máximo volumen, se canta el himno de nuestra nación y se escucha con énfasis el final de la primera estrofa: “…comprende las palabras del que murió en la cruz”.

No hay que ser experto en religión o historia para preguntarse a quién se está refiriendo; todo colombiano lo sabe. Sin embargo, la actual crisis social muestra que, como país, hemos olvidado tanto las palabras como al que murió en la cruz. No sé cuál era el propósito específico del compositor del himno nacional con este glorioso final, pero las palabras previas en el himno son asombrosas: “La humanidad entera, que entre cadenas gime…”.

En las calles de muchas ciudades colombianas se escuchan gritos de inconformidad por las políticas del actual gobierno, acompañados de actos de vandalismo y de una presión en el sistema de salud por la pandemia de COVID-19, que atraviesa uno de sus picos más altos. ¿Este es el gemir al que se refiere el himno? No pretendo interpretar la composición de lo que cantamos enérgicamente en ciertos momentos, pero esta difícil situación debería llevarnos a evaluar mejor este clamor.

Las arengas en las calles, las protestas y las marchas aparentemente han logrado traer cambios, pero aun así la gente continúa manifestando indignación; la violencia continúa, el desabastecimiento de alimentos golpea los hogares, la muerte sigue rondando; las redes sociales están abarrotadas de comentarios a favor y en contra de la administración gubernamental; la descarga verbal por estos medios es un escenario bélico abrumador. La polarización se percibe en el ambiente, aun mientras vas al mercado por algo de pan.

El panorama puede ser desalentador, pero esta es una nueva oportunidad para que la iglesia de Cristo canalice bíblicamente su clamor y ejercite la oración. Un político conforme al corazón de Dios y que reinó sobre Israel hace muchos años atrás nos ayuda en este propósito. David, en el Salmo cinco nos ofrece una guía para clamar con sentido ante las penosas circunstancias que vivimos; una guía para derramar nuestras palabras a Aquel que, cuando entregó su vida por nosotros, nos dio palabras de vida y gozo.

Clama al Único que escucha siempre

Los manifestantes necesitan salir a las calles para hacer sonar su voz, pues por otros medios la protesta no tendría el mismo efecto. Sin embargo, para David hay garantía de que será escuchado su lamento porque su voz va dirigida hacia su Rey y Dios: “Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a Ti a quien oro” (Sal 5:2).

No importa el momento o la circunstancia, ni la presión de la crisis, los cielos han sido abiertos por Cristo para gemir ante el Gobernante Supremo

Él está convencido de que el Señor le escuchará, estará atento, aún desde muy temprano en el día (v. 3). En David existe una carga por acudir de inmediato y de manera exclusiva a un Dios soberano que está dispuesto a oír. Para todos los hijos del único Rey y Dios, Su oído está dispuesto, atento para escucharlos. No importa el momento o la circunstancia, ni la presión de la crisis, los cielos han sido abiertos por Cristo para gemir ante el Gobernante Supremo, quien tiene inclinado Su oído para escuchar a Su pueblo (He 4:16).

Clama al Único que hace justicia

Si hay una petición que se escucha en las calles de forma incesante es la petición de justicia. De hecho, la gente pretende reclamar justicia por su cuenta ante la iniquidad y las pretensiones de los políticos. La violencia es justificada ante el aparente asedio de la fuerza pública y, del mismo modo, la fuerza pública trata de restablecer el orden. Este choque de fuerzas está produciendo injusticia; es una muestra más de que, como seres humanos, hemos fracasado en el intento de hacer lo correcto.

Pero David tiene puestos los ojos en el Dios justo, en Aquel que no se complace en la maldad y que ningún hecho injusto le es oculto (v. 4-6). El Señor descubre la mentira y el engaño; la iniquidad queda puesta en evidencia y es castigada (v. 9-10). En toda esta confusión política y social hay muchas cosas que desconocemos y que seguramente están cargadas de malicia, pero la sentencia final para los que hacen iniquidad es espantosa: la ira implacable de Dios: “Tenlos por culpables, oh Dios; ¡Que caigan por sus mismas intrigas! Échalos fuera por la multitud de sus transgresiones, Porque se rebelan contra Ti” (v. 10).

La misericordia de Dios está disponible para todos los impíos si se vuelven a Él, y así pueden encontrar verdadera justicia

No obstante, el Rey y Dios estableció justicia en Su Hijo Jesucristo para que todo aquel que se arrepienta y crea en Él, tenga una sentencia favorable y no vea la muerte, sino la vida (Jn 3:16). La misericordia de Dios está disponible para todos los impíos si se vuelven a Él y así puedan encontrar verdadera justicia. Él tiene Su oído atento, dispuesto a escuchar sin cesar el lamento de Su iglesia para que la maldad reciba su justo pago, pero también para que los injustos reciban perdón, hallen justicia en Cristo y puedan practicar las buenas obras que Dios preparó para Su gloria y para el bien de Su creación (Ef 2:10).

Clama al Único que trae gozo y esperanza

Es notorio el contraste entre la alegría que trae un partido de fútbol ganado y el enojo y malestar que se vive ahora en las ciudades, sus plazas y hospitales. Nada parece apaciguar el disgusto de los sectores políticos, económicos, académicos y sociales. Hablar de gozo en este momento de crisis no está en la agenda y esto tiene sentido, pues la esperanza de nuestra sociedad está principalmente en que haya un cambio en las ideas, las normas y las prácticas que la misma sociedad establece; la esperanza del uno está en que el otro cambie. Hay demasiada esperanza en nuestra frágil y arruinada naturaleza.

¿Dónde encontrar, entonces, el gozo? ¿Dónde hay esperanza? ¿A quién clamar para experimentarla? Si como David estás rodeado de maldad y no observas salida a esta crisis social que atraviesa Colombia, confía en Dios porque Él defiende a los que en Él se refugian. Él bendice a los que se identifican con Su justicia y protege a los que aman Su Nombre:

“Pero alégrense todos los que en Ti se refugian; Para siempre canten con júbilo, Porque Tú los proteges; Regocíjense en Ti los que aman Tu nombre. Porque Tú, oh SEÑOR, bendices al justo, Como con un escudo lo rodeas de Tu favor” (Salmo 5:11-12).

Todos estos favores están disponibles para los hijos de Dios que comprenden que ninguna iniciativa humana restaurará las cosas plenamente. Los creyentes pueden clamar para que el gozo y la esperanza gobierne sus vidas, pues saben en quién han creído y confiado. El Dios y Rey Soberano está por encima de toda calamidad, para que haya alegría al descansar en Sus promesas que en Cristo son sí, y en Él, amén (2 Co 1:20); no para que seamos ajenos al infortunio social que estamos experimentando, sino para que, en medio del desconcierto, nuestras almas reposen en una esperanza mejor y mayor, pues Jesús ha prometido que restaurará todas las cosas (Ap 21:1-5).

Los creyentes pueden clamar para que el gozo y la esperanza gobierne sus vidas, pues saben en quién han creído y confiado

Soy un convencido patriota y deseo lo mejor para mi Colombia. Pero como ciudadano de los cielos, sé qué es lo mejor para esta nación que sufre y protesta: clamar al Único que escucha más allá de las calles, que hace justicia más allá de las leyes y las intenciones humanas, y en el cual me gozo por la esperanza que supera cualquier expectativa política y social.

¡Oh, si comprendiéramos las palabras del que murió en la cruz para resucitar y darnos vida con Él! Pero dirás: ¿cuáles son esas palabras? Son muchas y maravillosas, y están todas en la Biblia. Como también nos dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). Creamos en esto y llevemos nuestro clamor a Él.

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