Qué gran bendición es para nuestra alma leer sobre el camino que otros han recorrido antes de nosotros.
“Para quienes van en peregrinaje, el ver a algunos hombres buenos es como la aparición de la luna y las estrellas para quienes navegan por los mares”.
En la primera parte de “El progreso del peregrino” seguimos la historia de un personaje muy peculiar llamado Cristiano. Desafortunadamente, gran parte de su viaje de Ciudad de Destrucción a Ciudad Celestial fue solitario. Su propia familia se negó a seguirle y lo dejó correr a su suerte.
No fue casualidad que el viaje de Cristiano haya sido tan difícil. Además de animarnos a nosotros, su historia inspiró a muchos a seguir el mismo peregrinaje. Dios también lo usó para transformar el corazón rebelde de la mismísima esposa de Cristiano. Ahora ella es Cristiana y camina firmemente con sus hijos hasta Ciudad Celestial.
Y aunque todos vamos por el mismo camino, nuestros peregrinajes son muy diferentes. Cristiana jamás estuvo sola en el suyo. Dios proveyó a ella y a su familia de un experimentado acompañante, quien los guió por todo el camino: Gran Corazón.
“Soy siervo del Dios de los cielos; mi tarea es persuadir a los pecadores a que se arrepientan; se me ordena realizar mi tarea de llevar a hombres, mujeres y niños de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás a Dios”.
Y así como el viaje es diferente, también lo son los temperamentos de los peregrinos. Hay algunos fuertes y valientes, mientras que para otros cada paso que dan requiere de fuerza sobrehumana (¿Recuerdan al Sr. Aprehensión?). Sea de una u otra manera, el proveedor de gracia es el mismo y es más que suficiente.
“Aunque un hombre estuviera en un monte de hielo, aun así si el Sol de Justicia se levantase sobre él, su corazón helado se derretiría”.
No cabe duda de que “El progreso del peregrino” tiene muchísima más riqueza escondida de la que pudimos encontrar en tan solo una lectura.
Así como el Señor llamó en su tiempo a su presencia a cada uno de los personajes de esta historia, nosotros no sabemos cuándo nos llegará esa “carta”. Sin embargo, estoy segura que —mientras llegamos— las historias de estos peregrinos podrán seguir trayendo gran gozo a nuestra alma cuando volvamos a ellas.
“Creo que algunos hombres, con palabras ficticias consiguen que la verdad brille y sus rayos resplandezcan”.
Así es. Gracias a Dios por la vida del hermano John Bunyan. Sus palabras han hecho que las hermosas verdades de nuestro Dios alumbren nuestros corazones, aún más de 300 años después de haber sido escritas.