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La travesía a Ciudad Celestial no será nada fácil. Cristiano y Fiel siguen caminando juntos, y todavía les esperan muchos obstáculos antes de llegar a su destino. Antes de llegar a la ciudad Vanidad y tener que atravesar por su feria, Evangelista vuelve a escena:

“Bien contento estoy, no de que se hayan encontrado con pruebas, sino de que hayan salido vencedores; porque (a pesar de muchas debilidades) han continuado en el camino hasta hoy”.

Pero a pesar de que ya habían pasado algunas pruebas, el camino no había terminado. Evangelista les exhortó a que se mantuvieran firmes y guardaran su corazón; claramente había cosas muy duras delante de ellos.

En la Feria de la Vanidad todo era mercado y desenfreno. Cristiano y Fiel terminaron prisioneros después de que se rehusaron a comprar los productos de la feria y proclamaron que eran peregrinos en camino a la Jerusalén celestial.

Fiel fue juzgado con mentiras y vituperios, y terminó siendo abofeteado, apedreado y lanceado en Ciudad Vanidad. Así, su camino llegó a su fin. Fue llevado entre las nubes por el camino más cercano a Ciudad Celestial.

“Bien, Fiel, has profesado tu fe en tu Señor, y con Él serás bendito; cuando los infieles, con todos sus vanos deleites, estén clamando bajo sus infernales penas, canta, fiel, canta; y que tu nombre perdure, porque aunque ellos te mataron, aún vives”.

Por gracia de Dios, Cristiano logró escapar de la feria y no quedó solo mucho tiempo. Un joven que vivía en Vanidad fue despertado por el testimonio de Fiel y Cristiano, y ahora sería el compañero de este último en su viaje hacia Ciudad Celestial.

En su camino se encontraron con muchos personajes —como Interés, Avaricia, y Apego al Mundo— cuyos ojos estaban puestos en solo las cosas que podrían conseguir en este peregrinaje. Afortunadamente no cayeron en sus palabrerías, aunque Esperanza estuvo a punto de caer en la trampa por su inmadurez.

Más adelante encontraron un prado al lado izquierdo del camino. Aunque la instrucción de no apartarse de la senda podría parecer bastante obvia, los viajeros tenían los pies muy adoloridos y el prado era agradable para andar. Por supuesto, al poco tiempo se perdieron.

Esas tierras pertenecían al Gigante Desesperación, del cual acabaron siendo prisioneros en el Castillo de la Duda. Fueron golpeados en repetidas ocasiones, y hasta tentados a quitarse la vida. Sin embargo, Cristiano y Esperanza lograron escapar con la llave de la Promesa, y pronto estuvieron de vuelta en el camino del cual se alejaron.

“¡Qué necio soy por quedarme aquí en una apestosa mazmorra, cuando bien puedo caminar en libertad! Tengo en mi seno una llave llamada Promesa, que estoy seguro de que abrirá cualquier puerta del Castillo de la Duda”.

Una de las conversaciones más interesantes de nuestros viajeros fue con un personaje llamado Ignorancia. Él creía que iba por el camino correcto a Ciudad Celestial, pero en realidad estaba confiando en su propia justicia para alcanzarla. Cristiano y Esperanza intentaron hacerlo entrar en razón, pero Ignorancia jamás escuchó. Terminó siendo rechazado en las mismísimas puertas del cielo.

“Entonces vi que había un camino hacia el infierno incluso desde las puertas del cielo, al igual que desde la Ciudad de la Destrucción”.

Los peregrinos finalmente alcanzaron la puerta de la Ciudad Celestial, no sin antes atravesar con dificultad un río en donde se despojaron de sus vestiduras mortales. Llamaron a la puerta y fueron recibidos para recibir su recompensa y morar para siempre con su Señor.


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