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La aventura de Cristiano es nuestra aventura.

“El progreso del peregrino”, de John Bunyan, nos narra el emocionante viaje de Cristiano desde Ciudad de Destrucción hasta Ciudad Celestial. Podemos compartir su dolor, sus luchas, su gozo, y su amor por el Señor del lugar.

Al comenzar podemos verlo terriblemente angustiado porque le ha sido revelada la verdadera condición de su corazón y el aterrador destino que le espera si permanece en aquel lugar donde nació.

A pesar de su familia (quien lo trata como un loco), y de las burlas y gritos de sus vecinos, Cristiano corre sin mirar atrás hacia la puerta estrecha que Evangelista le ha señalado. Corre con dificultad, con la esperanza de librarse de aquella pesada carga que lo aplasta.

Por un breve momento encuentra compañía, pero al descubrir que el viaje no sería nada fácil, Flexible volvió a casa completamente frustrado. Cristiano confiaba en las promesas de su Libro, en que lo que le esperaba sería mucho mejor que cualquier cosa que pudiera tener en casa. Así que siguió.

Se desvió, pero por la misericordia del Señor alcanzó la puerta y le fue permitido entrar.

Después fue dirigido a casa del Intérprete, quien le enseñó verdades maravillosas acerca del evangelio y la gracia de Dios.

Cristiano prosiguió su viaje por un camino estrecho, con vallado con un muro llamado Salvación. Corrió hasta encontrarse con una cruz y un sepulcro, y lo que tanto había deseado por fin sucedió.

“Justamente cuando Cristiano llegó a la cruz, su carga se soltó de sus hombros y se cayó de su espalda; y comenzó a rodar, y siguió rodando, hasta que llegó a la boca del sepulcro, por donde cayó, y no volví a verla más. Entonces Cristiano estaba contento y ligero, y dijo con alegría en su corazón: ‘Él me ha dado reposo por su angustia, y vida por su muerte’”.

¡Gloriosa cruz! En la muerte de Cristo encontramos vida, libertad para amarle y servirle con gozo. Así Cristiano siguió su travesía.

No fue fácil, se encontró con personajes que caminaban a su manera, por fuera del muro, y con otros que regresaban aterrados por los obstáculos a los que tenían que enfrentarse para seguir. Incluso tuvo que enfrentarse a un horrible enemigo llamado Apolión, pero por gracia de Dios logró vencerlo con la armadura que le había sido dada.

Más adelante, Cristiano se encontró con Fiel, un antiguo vecino que también había entrado por la puerta estrecha. Ambos empezaron su camino solos, pero ahora van juntos con la mirada puesta en dirección a Ciudad Celestial.


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