Cuando hablamos de ídolos, ¿qué es lo primero que viene a nuestra mente?
Los dioses falsos pueden tomar muchísimas formas, tantas como el número de cosas creadas. Somos expertos en crear ídolos, pero el problema no está en las cosas: está en nuestro corazón.
Y nos cuesta admitirlo. Solemos ser muy rápidos para detectar las faltas en el corazón de nuestro prójimo, pero las nuestras pasan de largo. Vamos dando golpes con nuestra viga mientras andamos buscando la paja de otros.
Hay algunas cosas con las que nadie suele pensar que está luchando. Pocos admiten que son codiciosos, por ejemplo. Es difícil esconder la ira o la lujuria, pero la avaricia toma muchas formas y es experta en esconderse. Keller nos advierte que ninguno de nosotros debemos estar confiados de que ese problema no nos afectará.
“Jesús advierte a las personas mucho más a menudo sobre la codicia que sobre el sexo, y sin embargo, nadie se considera culpable de este pecado”.
El perfecto maestro y Señor del universo se tomó mucho de su tiempo de su ministerio aquí en la tierra para advertirnos acerca de hacer del dinero un ídolo. Ninguno de nosotros debemos ignorarlo.
¿Cómo luce la idolatría al dinero? La realidad es que puede verse de muchísimas maneras. “Para Jesús”, Keller nos explica, “la codicia no es solo el amor al dinero, sino la preocupación excesiva por él”.
Así que no importa si eres un millonario o apenas puedes reunir lo suficiente para dar de comer a tu familia esta semana. No importa cuáles sean tus intenciones; podrían ser egoístas o muy nobles. Si vives para el dinero eres un esclavo. La única forma de ser libre es vivir volviéndote cada día al que es dueño del oro y la plata, que te ama y promete sustentarte cada día.
“Si su identidad y su seguridad se encuentran en Dios, el dinero no puede controlarle mediante la inquietud y el deseo”.
Otro dios engañoso, el preferido de muchos, es el éxito. ¿Cuántos no desean con todas sus fuerzas alcanzar “ser alguien” en esta vida?
Desde pequeños estamos siendo entrenados para esto. Antes de siquiera entender bien el concepto del tiempo, los padres llenan la agenda de sus pequeños de actividades extracurriculares con la esperanza de que sobresalgan en alguna de ellas. Hijo con trofeo en mano es trofeo de su padre.
Crecemos y los trofeos de plástico dejan de llamar nuestra atención. Ahora queremos un puesto más alto. Queremos más seguidores en nuestras redes sociales. Queremos que nos inviten a dan charlas en conferencias. Queremos ser los mejores en lo que sea que nos guste hacer.
Y vivimos para eso. Todos los días. Persiguiendo una meta imposible de alcanzar, porque logremos lo que logremos nunca será suficiente.
¿Pero sabes qué? A Dios no le impresiona nada de eso. Lo que realmente busca es todo lo contrario: unas manos vacías. Cuando reconocemos lo que realmente somos, vasos de barro, empezaremos a tener verdadero éxito en la tarea que fuimos creados para realizar.
“Solo cuando veamos lo que he hecho por nosotros Jesús, nuestro gran Siervo Sufriente, entenderemos de verdad por qué la salvación de Dios no nos exige que hagamos ‘algo grande’”.