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El camino de Romanos: Cómo el libro de Romanos cambió el mundo

A lo largo de la historia de la iglesia, los pecadores han venido a la fe de casi todas las maneras imaginables y a través de las personas menos probables.

Justino Mártir, uno de los primeros apologistas cristianos, fue evangelizado por un anciano en una playa. El joven John Owen encontró a Cristo al escuchar a un predicador sustituto. La luz de la salvación ha brillado con buen y mal clima. John Newton, el comerciante de esclavos que eventualmente escribió «Sublime gracia», se convirtió en la cubierta de un barco durante una tormenta eléctrica. Charles Spurgeon aceptó a Cristo cuando una tormenta de nieve lo llevó a una pequeña capilla metodista primitiva, donde escuchó las palabras de Isaías 45:22: «¡Vuélvanse a Mí y sean salvos, todos los términos de la tierra; / Porque Yo soy Dios, y no hay ningún otro».

Al igual que el apóstol Pablo, algunos nacieron de nuevo en una experiencia dramática en el camino a Damasco. La abolicionista Sojourner Truth quedó ciega por un destello de luz en una carretera secundaria de Nueva York, donde escuchó la voz de Jesús. Richard Allen, el padre de la Iglesia Metodista Episcopal Africana, estalló en lágrimas después de recibir la salvación: «De repente, mi prisión se sacudió, mis cadenas se rompieron y, gloria a Dios, lloré. Mi alma se llenó. Lloré, suficiente, por mí el Salvador murió».

Ya fuera en un granero (donde el obispo metodista Francis Asbury fue salvo) o en un aula de escuela dominical (donde el evangelista Dwight L. Moody creyó por primera vez en Cristo), todas estas conversiones tenían una cosa en común: escuchar las buenas nuevas de la salvación (Ro 10:17). Estos creyentes nacieron de nuevo por la Palabra de Dios (1 P 1:23).

Aunque Juan 3:16 se ha considerado durante mucho tiempo el versículo más conocido de las Escrituras, y aunque todos los libros de la Biblia están igualmente inspirados, ningún libro ha transformado más el curso de la historia humana que la Epístola de Pablo a los Romanos.

De Agustín a Lutero

En Milán, en el año 386 d. C., un rebelde profesor norafricano de retórica llamado Agustín oyó la voz de un niño que cantaba: «Tómalo y léelo. Tómalo y léelo». Al no ver a ningún niño alrededor, Agustín pronto se dio cuenta de que esas palabras eran una orden de Dios. Encontró una Biblia y rápidamente abrió el primer pasaje de las Escrituras que pudo encontrar: Romanos 13:13-14. Leyó: «Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias. Antes bien, vístanse del Señor Jesucristo, y no piensen en proveer para las lujurias de la carne».

Ningún libro ha transformado más el curso de la historia humana que la epístola de Pablo a los romanos

Estas palabras cambiaron el mundo, o al menos la mitad de él. El hombre que más tarde sería llamado «el padre de la iglesia occidental» finalmente recibió ojos para ver: «No seguí leyendo; tampoco lo necesitaba. Porque al instante, incluso al terminar esta oración, una luz, como si fuera de confianza, se precipitó en mi corazón, toda la oscuridad de la duda se desvaneció».

El teólogo de Princeton, B. B. Warfield, dijo la famosa frase: «Fue Agustín quien nos dio la Reforma». En efecto, los reformadores solían recurrir a la teología de Agustín para defender la idea de que estaban recuperando una fe antigua, no inventando una nueva. Sin embargo, una vez más, fue el libro de Romanos el que proporcionó el verdadero catalizador del cambio. Un fraile agustino llamado Martín Lutero cambió para siempre cuando leyó las palabras de Romanos 1:16-17: «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: “Mas el justo por la fe vivirá”».

Lutero registró su experiencia de conversión:

Por fin, por la misericordia de Dios, meditando día y noche, presté atención al contexto de las palabras, a saber: «En el evangelio la justicia de Dios se revela […] como está escrito: “Mas el justo por la fe vivirá”». Allí comencé a comprender que la justicia de Dios es aquella por la cual el justo vive por un don de Dios, es decir, por la fe. Y este es el significado: la justicia de Dios se revela por el evangelio, es decir, la justicia pasiva con la que el Dios misericordioso nos justifica por la fe, como está escrito: «Mas el justo por la fe vivirá». Aquí sentí que había renacido por completo y que había entrado en el paraíso a través de puertas abiertas.

De la Reforma al avivamiento

Lutero se deleitó en Romanos durante el resto de su vida. En su Prefacio a Romanos (1522), lo calificó como «la parte más importante del Nuevo Testamento. Es el evangelio en su forma más pura».

Doscientos años después, el amor de Lutero por Romanos alteró el curso del protestantismo inglés. Al entrar en la capilla Aldersgate de Londres en 1738, John Wesley oyó a alguien leer el Prefacio a Romanos de Lutero y, como más tarde describió en su diario: «Sentí que mi corazón se calentaba de una manera extraña. Sentí que confiaba en Cristo, solo en Cristo, para la salvación; y se me dio la seguridad de que Él había quitado mis pecados, incluso los míos, y me había salvado a mí de la ley del pecado y de la muerte». Al fin, él conoció el perdón de Dios.

La historia protestante, y gran parte de la historia de la iglesia, es en efecto un camino de Romanos

Wesley, el fundador del metodismo, también influiría en jóvenes como George Whitefield, el principal evangelista del Gran Despertar (convertido con la ayuda de La vida de Dios en el alma del hombre, de Henry Scougal, que recibió de Charles Wesley, hermano de John).

Por supuesto que Romanos no fue el único libro de la Biblia que generó un avivamiento. El principal defensor del Gran Despertar, el teólogo puritano Jonathan Edwards, se convirtió gracias a otra epístola paulina. En 1721, mientras meditaba sobre 1 Timoteo 1:17 («Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén»), Edwards quedó impresionado por una «nueva percepción» de las cosas divinas:

Mientras leía las palabras, entró en mi alma, y se difundió por ella, una sensación de la gloria del Ser divino; una sensación nueva, muy diferente a cualquier otra que hubiera experimentado antes. […] Pensé para mis adentros qué Ser tan excelente es ese, y qué feliz sería yo si pudiera disfrutar de ese Dios y ser arrebatado a Su lado en el cielo, y ser como absorbido por Él para siempre. Seguí repitiendo, como cantando para mí mismo, estas palabras de las Escrituras; y me puse a orar, a rogar a Dios que me permitiera disfrutar de Él; y oré de una manera muy diferente de como solía hacerlo, con un nuevo tipo de afecto.

Aun así, Romanos ya había influido significativamente en el mundo angloamericano a finales del siglo XVII. Aunque se convirtió gracias a múltiples textos de las Escrituras, entre ellos Lucas 14:22-23, John Bunyan encontró el amor de Cristo de forma más poderosa en Romanos 8:39. Como Bunyan relata en su autobiografía espiritual, las palabras: «tú eres Mi amor, tú eres Mi amor; y nada te separará de Mi amor» comenzaron a resonar en su alma dolorida. Escribió: «Y con eso, Romanos 8:39 vino a mi mente. Ahora mi corazón estaba lleno de consuelo y esperanza, y ahora podía creer que mis pecados serían perdonados; sí, ahora estaba tan cautivado por el amor y la misericordia de Dios, que recuerdo que no sabía cómo contenerme hasta llegar a casa».

Bunyan escribiría después El progreso del peregrino (gran parte lo escribió desde la cárcel por predicar sin una licencia), una alegoría de la vida cristiana que todavía es considerada como el libro más vendido de la historia después de la Biblia.

Del pasado al presente

En el siglo XIX, Hudson Taylor, misionero pionero en China, se convirtió a los 17 años después de leer un folleto evangelístico sobre las palabras de Cristo en la cruz, tomadas de Juan 19:30: «Consumado es». Sin embargo, para otros, la obra consumada de Cristo quedó plasmada de manera más vívida en Romanos.

El poder de conversión del libro sobre los evangélicos se pudo sentir hasta bien entrado el siglo XX e incluso en el XXI, a ambos lados del Atlántico. En 1934, en una reunión de avivamiento en Charlotte, Carolina del Norte, un joven Billy Graham escuchó a un evangelista llamado Mordecai Ham. Como Graham describió en su autobiografía: «Después de todas sus diatribas contra el pecado, nos dio un gentil recordatorio: “Pero Dios demuestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8)». Después de cantar «Just as I Am» (Tal como soy) junto con otro himno, Graham «se acercó al frente» y puso su confianza en Jesús para ser salvo. Graham, de 16 años, acabó convirtiéndose en el evangelista más famoso del siglo XX.

La carta de Romanos ha cambiado el mundo, un alma a la vez, llamando a los pecadores a salir de la oscuridad para entrar en la maravillosa luz de Dios

Diez años más tarde, al otro lado del charco, la experiencia de conversión de J. I. Packer en la Iglesia de Inglaterra tuvo sorprendentes similitudes con la de Graham.

El viaje espiritual de Packer comenzó cuando un amigo se convirtió en la Universidad de Bristol. Al escribirle a Packer sobre su nueva fe, el amigo le explicó la justificación por la fe según Romanos 3. Confundido sobre el significado de esta «fe salvadora», Packer sintió que le faltaba algo en su camino con Dios. Más de un año después, mientras escuchaba a un predicador en la iglesia de St. Aldate, en Oxford, que relataba su conversión en un campamento para jóvenes, Packer se planteó seriamente si era realmente cristiano. El sermón terminó con un desafío a comprometerse con el Señor, seguido del himno «Just as I Am» (Tal como soy). Packer confió en la gracia justificadora de Jesucristo y más tarde se convirtió en uno de los teólogos evangélicos más destacados de los siglos XX y XXI.

La historia protestante, y gran parte de la historia de la iglesia, es en efecto un camino de Romanos. Desde las confesiones de Agustín hasta las reuniones de avivamiento de Billy Graham, la carta de Pablo a la iglesia de Roma ha cambiado el mundo, un alma a la vez, llamando a los pecadores a salir de la oscuridad para entrar en la maravillosa luz de Dios. Que la iglesia continúe predicando su sabiduría salvadora para otra generación.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
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