Me gustaría alentar a los lectores de mi blog a que consideren ayunar con respecto al aborto.
Tal vez votaste. Tal vez has tuiteado. Tal vez has hecho donaciones. Tal vez has sido voluntario. ¿Pero alguna vez has ayunado y orado?
No estoy pidiendo que hagamos un domingo de ayuno público. No te estoy pidiendo que firmes una petición o que publiques un video de ti mismo orando por esto. Estoy sugiriendo gentilmente que, tal vez, en tu espacio privado, te abstengas de los alimentos (solo una comida o por un día entero) con el propósito de apartar tiempo para suplicarle al Señor a favor de los miembros de la humanidad más pequeños, más indefensos y sin voz; aquellos quienes son los más susceptibles a la violencia que termina con sus vidas.
Lo mejor que he leído con respecto a esto es el capítulo “Ayunar por los pequeños: el aborto y la soberanía de Dios sobre los paradigmas falsos” por John Piper en su libro Hambre de Dios.
Piper no se opone al activismo (pasó una noche en la cárcel por haber protestado de manera pacífica en una clínica de aborto). No está en contra de tener conversaciones con personas que tienen cosmovisiones distintas. Pero él escribe:
“Me pregunto si necesitamos escuchar una palabra que traiga balance acerca del poder de la oración y del ayuno, no como una alternativa a escuchar y actuar, sino como un fundamento radical que dice: ‘Se alista al caballo (la erudición y la política) para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor’ (Pr 21:31)…
¿Podemos decir que los problemas de la raíz son tan intratables con la persuasión humana que el llamado a ayunar y orar no solo es apropiado, sino desesperadamente necesario?
Estoy haciendo un llamado de ese tipo”.
Él ofrece una manera para orar.
“El ayuno va de la mano con la oración con toda su hambre de Dios y dice:
Por nuestra propia cuenta no podemos ganar esta batalla.
No podemos cambiar los corazones o las mentes.
No podemos cambiar las cosmovisiones o transformar la cultura o salvar a 1.6 millones de niños.
No podemos reformar el poder judicial o fortalecer la legislatura o movilizar a la población que es lenta.
No podemos curar las interminables heridas de las ideologías impías y sus haceres sangrientos.
¡Pero tú, Oh Dios, sí puedes!
Dejamos de confiar en nosotros mismos y nos volvemos a ti.
Clamamos a ti, y te rogamos por el honor de tu nombre, y para tu gloria, y para el avance de tu salvación al mundo, y para la demostración de tu sabiduría y tu poder y tu autoridad sobre todas las cosas, y por la influencia de tu Verdad y el alivio del pobre y del indefenso, actúa, Oh Dios.
Así añoramos la revelación de tu poder. Con todo nuestro pensamiento y todos nuestros escritos, y todo lo que hacemos, oramos y ayunamos.
Ven.
Manifiesta tu gloria”.
Piper también escribe:
“Te ruego que busques al Señor conmigo acerca del lugar que tienen el ayuno y la oración en el quebrantamiento de la mente oscura que rodea el mundo moderno, respecto al aborto y cientos de otros males.
Esto no es un llamado para hacer un berrinche colectivo que le grita a la gente mala: ‘Devuélveme mi país’.
Es un llamado a los extranjeros y exiliados de la tierra, cuya ciudadanía está en los cielos y quienes esperan la aparición de su Rey, para “negociar” hasta que Él vuelva (Lc 19:13). Y el gran negocio del cristiano es hacerlo “todo para la gloria de Dios” (1 Co 10:31), y orar que su nombre sea santificado, que venga su reino y que su voluntad sea hecha en la tierra (Mt 6:9-10). Y el añorar y trabajar y orar y ayunar no solo para la revelación final del Hijo del Hombre, sino también para que, mientras tanto, se demuestre su Espíritu y poder en el alcanzar de toda persona, en el rescate del que se pierde, en la purificación de la iglesia, y en remediar todos los males que Dios nos permita”.
Junto con John Piper te pido que te embarques en esta práctica también. Que lo que para el mundo parece ser necedad, sea agradable a Dios.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Lauren Charruf Morris.