Como norma general, evitamos el dolor de manera intencional, ya sea físico o emocional. Pero ¿qué sucede con aquellos que usan el dolor físico como un medio para calmar su dolor emocional? ¿Por qué deciden castigarse físicamente? Más personas de las que imaginamos están atrapadas en un ciclo silencioso de daño intencional a sí mismos al que llamaré autoflagelación.
El daño ocasionado en esta práctica puede abarcar una gama amplia de lesiones como cortarse, golpearse, comerse las uñas al punto de sangrar, pasar hambre de una manera excesiva, quemarse, entre otras formas que buscan causarse algún tipo de dolor físico. La práctica de la autoflagelación no es nueva. La Biblia nos cuenta, por ejemplo, cómo los profetas de Baal se dañaban a sí mismos hasta el punto de sangrar, buscando llamar la atención de su dios (1 R 18:28).
La autoflagelación es una forma de pecado, pues se niega a creer en Dios y Su evangelio. Para entenderlo, hay que reconocer que aquellos que recurren a ella, como una forma de «autoayuda», están buscando algo.
Razones detrás de la autoflagelación
Quienes se lesionan, como una especie de «autoayuda», generalmente buscan el alivio emocional, castigarse por un pecado, controlar las emociones o manejar el dolor.
Alivio emocional
La autoflagelación, como medio de castigo, revela un entendimiento de que la obra de Cristo no es suficiente, pues dañarse es una forma de pagar lo cometido
El daño físico que alguien se provoca termina siendo, de manera momentánea, una especie de desviación del dolor: el dolor emocional es opacado por el dolor físico y las emociones parecen calmarse.
Autocastigo
En medio de los sentimientos de culpa, para aquellos envueltos en este ciclo, la autoflagelación es una especie de autocastigo. Hay una creencia de que el dolor por el pecado cometido necesita ser mitigado por dolor físico autoinfligido. Ante estos sentimientos de culpa por el pecado, el medio para «pagar» es el dolor personal.
Control sobre las emociones
Para aquellos que se autoflagelan, esta práctica también es una manera de «tener sus emociones bajo su control». Sin embargo, la autora Amy Baker lo describe así: «Sientes que tienes que hacerlo, no tienes opción. Comenzaste a hacerlo porque te gustaba sentirte en control, pero ahora, cada vez más, se siente que el cortarte te está controlando a ti» (Relief Without Cutting [Alivio sin cortar], p. 3).
El engaño detrás
Mencioné las razones más comunes por las que algunos recurren a este patrón pecaminoso, pero, más que solo mostrar la lógica detrás de las conductas, estas razones demuestran lo que estas personas piensan sobre Dios.
Ir a la autoflagelación como un alivio emocional trae consigo la idea equivocada de que Dios no puede consolarnos, cuando la realidad es que nuestro Dios es cercano a nuestro dolor y está lleno de gran compasión:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios (2 Co 1:3-4).
Ir a la autoflagelación como un medio de autocastigo trae la idea de que la gracia de Dios no puede alcanzar nuestro pecado. La respuesta de la autoflagelación como medio de castigo revela un entendimiento de que la obra de Cristo no es suficiente y que, de alguna manera, el dañarse es una forma de pagar por lo cometido. Aquellos envueltos en este ciclo necesitan entender que el sacrificio de Cristo fue suficiente, de una vez y para siempre:
[Cristo] no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo. Porque esto Jesús lo hizo una vez para siempre, cuando Él mismo se ofreció (He 7:27).
La autoflagelación como un medio de estar en control de las propias emociones deja de lado la realidad de que Dios tiene el control sobre todo lo creado. La Palabra nos enseña que todo lo que existe es sostenido por la Palabra de Su poder (He 1:3). Dios es Aquel que está en control de nuestras emociones y de cualquier circunstancia alrededor de nuestras vidas. Sin embargo, el deseo de estar en control lleva a las personas a descansar en sí mismas y no en el Dios que gobierna y que obra para el bien de Sus hijos, aun en medio de circunstancias dolorosas. Todos necesitamos recordar la exhortación de Santiago:
Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte (Stg 1:2-4).
Tu esperanza no está en tus heridas
Si estás leyendo este escrito y el pecado de la autoflagelación es una realidad en tu vida, lo primero a lo que quiero animarte es a que vayas delante del Señor en arrepentimiento y confesión. La Biblia nos enseña que aquel que oculta su pecado no prospera, pero el que los confiesa y se aparta encuentra misericordia (Pr 28:13). Lleva tu pecado, tu culpa y tu vergüenza delante del Señor, Él te recibe y te perdona.
No encontraremos sanidad en nuestras heridas, sino solo en las de Cristo
Pero no te quedes solo en la confesión, busca ayuda. Salir de las redes del pecado de la autoflagelación requiere la ayuda de otros y de manera especial de la consejería bíblica.
Finalmente, recuerda el evangelio. La vida perfecta, la muerte y resurrección de Cristo tienen el poder de liberarnos aun de los patrones más oscuros y profundos. Como bien plantea Amy Baker: «La sangre que tú derramas nunca podrá proporcionar alivio permanente o expiar tus pecados, pero la sangre que Cristo derramó por ti puede ofrecer esperanza incluso más allá del alivio» (p. 5).
En medio de las mentiras de la autoflagelación recuerda:
- Jesús es el sacrificio perfecto y Él aceptó voluntariamente sufrir en Su cuerpo por nosotros, no necesitamos hacer que nuestros cuerpos sufran porque Él ya lo hizo en nuestro lugar para traernos libertad (2 Co 5:21).
- Aquello que nos da evidencia de nuestra salvación no es ser cortados por manos humanas, sino por una circuncisión espiritual hecha por Cristo (Col 2:11).
- No encontraremos sanidad en nuestras heridas, sino solo en las de Cristo (Is 53:5).
- La autoflagelación es un intento por lidiar con la vergüenza en nuestro cuerpo, pero Cristo ya llevó nuestra vergüenza (He 12:2).
- Por la obra de Jesús, nuestros cuerpos no son un lugar de vergüenza y culpa, sino un santuario en el que Dios habita (1 Co 6:19-20).
Que el Señor nos ayude a correr a Él, recordando que por Sus heridas hemos sido sanados.